Si se piensa en los conflictos armados y en las catástrofes naturales y tecnicas de los útimos años, resulta evidente que, aunque la población civil no es ni el objetivo ni lo que está en juego en los conflictos armados, es la principal víctima. Cualquiera que sea la naturaleza de los desastres, son las categorías más vulnerables de la población las que resultan más perjudicadas en su salud e incluso en su dignidad, sobre todo en las regiones afectadas por el hambre o una miseria endémica.

Los conflictos armados determinan a menudo la aparición del hambre como fenómeno simultáneo o posterior a los mismos. En este artículo, revisaremos los fundamentos jurídicos de la política humanitaria global por lo que atañe al hambre prestando especial atención a las situaciones conflictivas y a sus consecuencias. Examinaremos, en primer lugar, el derecho existente y, luego, recientes propuestas formuladas en proyectos y estudios de expertos, con miras a la redacción de instrumentos jurídicos o a la definition de una determinada política en materia de asistencia humanitaria internacional.

Los conflictos armados tienen siempre consecuencias nefastas para la salud, sea por efecto directo de las armas que causan masivamente en una comunidad heridas, quemaduras, asfixia e irradiaciones, sea por las enfermedades surgidas a causa de las perturbaciones del medio en que vive la población.

En la mayoría de los casos, lo más mortífero no son los efectos directos de las armas, sino las condiciones en las que debe vivir la población.

El CICR visita a prisioneros en todo el mundo, tanto a prisioneros de guerra internados en campos como a detenidos políticos en prisiones o en comisarías de policía. En 1990, delegados del CICR visitaron a más de 84.000 prisioneros en unos cuarenta países. Efectúan estas visitas equipos constituidos en función del número de prisioneros que hay que visitar. Cada equipo está integrado por delegados suizos especialmente formados para realizar visitas y uno de los cuales, por lo menos, es médico.

Las actividades quirúrgicas del Comité International de la Cruz Roja se inscriben en el marco general de su cometido, que es proteger y asistir a las víctimas de los conflictos armados.

Así pues, los heridos de guerra son sólo parte de las víctimas de las que se ocupa el CICR.

El principal papel del CICR en favor de los heridos de guerra no es cuidarlos, pues esto compete, en primer lugar, a los Gobiernos implicados en los conflictos y, por lo tanto, a los servicios sanitarios de los ejércitos. Su cometido es, ante todo, cerciorarse de que los beligerantes conocen y respetan los Convenios de Ginebra, y que, por consiguiente, asisten a los heridos enemigos y prestan a las instalaciones y al personal sanitarios la protectión debida.

Desde sus comienzos, el CICR se ha preocupado por los impedidos de guerra y ha emprendido actividades en su favor. Después de la Segunda Guerra Mundial, ha desplegado actividades en varios países: Finlandia, Vietnam, Jordania, Hungría, Argelia, Marruecos, Israel, Egipto, Nigeria, Somalia, Yemen, etc.

Han realizado dichas actividades empresas especializadas, que han utilizado técnicas de países industrializados. En Yemen, durante la década de los años 70, el CICR y la OMS trazaron un programa ortopédico basado en la fabricatión local de componentes ortopédicos, a fin de evitar las importaciones. Esta preocupación, ampliamente compartida e incluso erigida en principio por la cooperatión internacional con el término general de «tecnología apropiada», hizo que ciertos expertos pasaran de un extremo al otro, favoreciendo técnicas demasiado alejadas de las exigencias básicas de la profesión, que parecían satisfacer mejor, cuantitativamente, una demanda cada vez mayor.

Las situaciones de catástrofe plantean problemas particulares relacionados a la vez con la naturaleza de las causas (terremotos, erupciones volcánicas, guerras) y con sus consecuencias (efecto brusco o progresivo en las poblaciones que son víctima de ellas).

El mecanismo causante de una catástrofe es rara vez tan simple como parece a primera vista. Por ejemplo, las sequáas se deben sin duda a condiciones climáticas desfavorables, pero también a comportamientos humanos nefastos, que contribuyen a hacer el medio ambiente más vulnerable a las inclemencias del tiempo.

El comienzo de los años ochenta marcó un hito en el ambito de la ayuda humanitaria. La mayoría de los grandes organismos que participan en la gestión de situaciones de urgencía, se dieron cuenta de que era necesario incrementar la eficacia de la ayuda proporcionada a las victimas de catástrofes.

Los desastres no son sólo graves accidentes; implican complejos problemas de salud pública que deben resolverse en circunstancias díficiles: dislocatión de los mecanismos normales de la sociedad; amplia cobertura de los medios informativos, que hace la situatión política delicada; enormes problemas logísticos; mala coordination, con frecuencia, de los organismos externos de ayuda. La norma es, en suma, que hay que tomar decisiones en un clima de incertidumbre. La gestióon de la informatión, y no la de la asistencia médica a los pacientes, es a menudo el principal desafío con el que se enfrentan los dirigentes y los voluntarios en la etapa inicial de la ayuda en casos de desastre.

El concepto de la gestión de los desastres ha evolucionado considerablemente en las dos últimas décadas. A comienzos de los años 70, la comunidad internacional se estaba apenas recuperando de los esfuerzos, ampliamente publicitados, para socorrer a las victimas de Biafra —guerra civil en Nigeria—, cuando fue conmovida por las noticias de un ciclón/maremoto de una violencia sin precedentes en Bangladesh.

«Salud para Todos en el Año 2000» ha sido un objetivo primordial, un importante llamamiento a todos los individuos y organizaciones del mundo que se esfuerzan por mejorar el bienestar físico, mental y social de las personas vulnerables. Se trataba por supuesto de una meta un tanto idealista, como también lo es la manera en que la Organizatión Mundial de la Salud define la salud. No obstante, tenía una finalidad útil: la de definir positivamente nuestra visión del futuro, así como la de recordarnos, implícita o explícitamente, que para cientos de millones de personas este sueno dista aún mucho de convertirse en realidad.

El señor Alexandre Hay, ex presidente del CICR, falleció el 23 de agosto de 1991, en Ginebra, a la edad de 72 años. El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja pierde a un servidor cuya acción se caracterizó por su total compromiso en favor del respeto del derecho, de la promoción de los ideales humanitarios y de la paz mediante el diálogo y la concertación.

Nacido en 1919, el señor Alexandre Hay efectuó sus estudios en Ginebra, obtuvo su licencia en derecho el año 1941 y su diploma de abogado en 1944. Ingresó en el Departamento Político Federal, en Berna, el año 1945, donde permanecio hasta 1948, cuando asumió el cargo de secretario en la Legatión suiza en País, que ocupó hasta 1953. En 1954, pasó a ser director de la División encargada de Asuntos Internacionales del Banco Nacional Suizo, en Zurich. De 1956 a 1966, trabajó en el Banco Nacional Suizo (Berna), donde primeramente fue director y suplente del jefe del II Departamento; luego, de 1966 a 1976, fue director general y jefe del II Departamento y, posteriormente, vicepresidente de la Directión General.

Desde hacía varios meses, Alexandre Hay resistía serenamente, con valor y lucidez, los repetidos ataques de un mal cuya gravedad sospechaba. Su confianza en sus médicos era inquebrantable; pero, hombre de una fe profunda, sabía que, aunque el deber de cada individuo es hacer todo lo posible por garantizar el éxito de sus empresas, la última palabra la tiene el Señor del universo. Nunca ostentó sus convicciones religiosas, pero en la hora de su última gran decisión, no tuvo ningún reparo en afirmar, con toda sencillez, su total sumisión a la voluntad de Dios.

«En realidad, quizás la fuerza de la Cruz Roja radique en los límites que ha sabido imponerse. No reivindica ninguna verdad abstracta; reafirma que el ser humano que sufre merece ayuda, precisamente a causa de su sufrimiento». Discurso con motivo de la visita de Su Santidad el Papa Juan Pablo II al CICR (15 de junio de 1982)

«Estamos hoy comprometidos en un «Solferino planetario». Cada miembro de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja es interpelado personalmente por todas las víctimas de todos los Solferinos actuales, muy particularmente aquellas —y siguen siendo aún demasiado numerosas— a las cuales no tenemos acceso.

Somos solidarios de las víctimas de todos los conflictos, como lo somos de los miembros de las Sociedades Nacionales y de los delegados del CICR que les prestan asistencia y protectión. Como Henry Dunant, sepamos actuar y ver el porvenir».

La Cruz Roja Hóngara tiene a mucha honra haber sido elegida anfitriona de la XXVI Conferencia Internacional. Es la primera vez, en los 110 años de existencia de la Cruz Roja Hóngara, que se organiza la Conferencia en Budapest. ¿Qué significa esto para nosotros y qué esperamos?

En primer lugar, deseamos ofrecer a todos nuestros amigos de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja una hospitalidad y unas condiciones de trabajo que les permitan aprovechar esta oportunidad para el mejor desarrollo de nuestro Movimiento humanitario en todo el mundo. Confiamos en que, a pesar de que en muchos lugares de Europa central y oriental se viven difíciles situaciones, las condiciones de estabilidad en Hungría ayuden a los delegados en esa empresa. Los acontecimientos de los últimos años y meses justifican un detenido examen de nuestra acción y de nuestras condiciones de trabajo. Permitanme compartir con ustedes algunas de mis inquietudes a este respecto.

Tenemos el honor de comunicarles que el Comité Internacional de la Cruz Roja levantó acta, en su reunión del 1 de mayo de 1991, de la reunificación de la Cruz Roja Alemana.

La reunificación oficial de la Cruz Roja Alemana tuvo lugar el 3 de enero de 1991. El Gobierno alemán confirmó, por carta del 6 de marzo de 1991, que el reconocimiento gubernamental del 27 de septiembre de 1956 sigue siendo válido y, tras la unificatión del país, ésta se extendía también a las actividades de la Cruz Roja Alemana en los nuevos estados federales.

El Comité Internacional de la Cruz Roja ha acordado reconocer a la Cruz Roja de las Islas Salomín.

Con este reconocimiento, que suite efecto a partir del 3 de octubre de 1991, asciende a 148 el número de Sociedades Nacionales miembros del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

Cuando las personas sufren de hambre en el transcurso de un conflicto armado, la reactión natural y espontánea para asistir a las víctimas es enviar y distribuir alimentos.

Durante el decenio pasado, se emprendieron considerables esfuerzos para mejorar las acciones de socorro alimentario. Pero, a pesar de los notorios progresos registrados, y cualesquiera que sean las mejoras que pueden hacerse todavía, es necesario poner de relieve que la ayuda alimentaria en sí nunca permite suprimir el hambre, ni los sufrimientos que ésta ocasiona. Va siempre más aliá de las necesidades de las víctimas y, en definitiva, no puede ser, por sí sola, la respuesta adecuada a los problemas de esas personas.

Australia ratifieó, el 21 de junio de 1991, los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra del 12 agosto de 1949, relativos a la protectión de las víctimas de los conflictos armados internacionales (Protocolo I) y no internacionales (Protocolo II), aprobados en Ginebra el 8 de junio de 1977.

El 22 de agosto de 1991, la República de Namibia depositó, ante el Gobierno suizo, una declaración de sucesión a los cuatro Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, que eran aplicables al territorio de Namibia (ex Sudoeste Africano) en virtud de la adhesión de la República de Sudáfrica, el 31 de marzo de 1952, a dichos Convenios.

De conformidad con la práctica internacional, los cuatro Convenios de Ginebra se aplican en Namibia con efectos retroactivos desde el día de su independencia, 21 de marzo de 1990. Por lo tanto, caducó la validez del instrumento de adhesión de Namibia a los cuatro Convenios formalizados por el Consejo de las Naciones Unidas, el 18 de octubre de 1983.