Como se sabe, la sociedad africana tiene una organización que refleja sus usos y costumbres. El sistema de pensamiento africano, por estar esencialmente impregnado de humanismo, ha generado concepciones y prácticas que sitúan a los pueblos africanos en la categoryía de las civilizaciones humanitarias. Se considera que la llegada de la colonización fue más bien una restricción para dichas manifestaciones, cuando se instalaban instituciones inspiradas en los valores importados. La independencia, al mismo tiempo que ha brindado a los Estados africanos la oportunidad de participar, al lado de los demás países, en la construcción de la civilización universal, les ha planteado, paradójicamente, numerosos dilemas tanto en lo económico, lo político y lo socio-cultural como en cuanto a la elección para actuar siguiendo a rajatabla los modelos importados, en particular europeos, o recurriendo para todo a las tradiciones ancestrales. Sin embargo, nos parece que el ámbito humanitario es uno de los poquísimos que podria—que debería—escapar a esta lógica de los antagonismos maniqueos.

Se acepta generalmente que la instrucción por lo que respecta a los derechos humanos puede ser uno de los más efectivos medios para promover la observancia de esos derechos. Los que por su profesión ejercen poder sobre otros tienen la obvia necesidad de conocer los lísmites de su poder; integran dicho grupo los miembros de las fuerzas armadas. Sus actos, donde quiera que se cometan, comprometen la responsabilidad de su Estado, de conformidad con los tratados de derechos humanos. Por lo tanto, es necesario instruirlos sobre el derecho de los derechos humanos, especialmente sobre los derechos no derogables, sin embargo, el conjunto de normas que impone las mayores prohibiciones y límites a la conducta de las fuerzas armadas es el derecho humanitario. Se utiliza aquí este término para incluir tanto «el derecho de La Haya», que limita los medios y los métodos de hacer la guerra, como el «derecho de Ginebra», cuya finalidad es proteger a ciertas víctimas del conflicto, tales como los heridos y los enfermos en el campo de batalla, los heridos, enfermos y náufragos en el mar, los prisioneros de guerra y las personas civiles que viven bajo ocupación extranjera.

Una Potencia neutral podrá autorizar el paso por su territorio de los heridos o enfermos pertenecientes a los ejércitos beligerantes, a reserva de que los trenes que los conduzcan no transporten personal ni material de guerra. En tal caso, la Potencia neutral estará obligada a tomar las necesarias medidas de seguridad e inspección con ese fin (Convenio Núm. V de La Haya, art. 14). (El personal y el material necesarios para atender a los heridos y a los enfermos están, por consiguiente, autorizados).

Los heridos o enfermos conducidos en estas condiciones al territorio neutral por uno de los beligerantes, y pertenecientes a la Parte contraria, deberán ser retenidos por la Potencia neutral, de manera que no puedan tomar nuevamente parte en las operaciones de guerra (Convenio Núm. V de La Haya, art. 14).

La idea de la Cruz Roja surgió del sufrimiento y, exactamente, del sufrimiento causado por la guerra. Dicha idea ha sido puesta en práctica mediante acciones humanitarias en beneficio de la humanidad y no ha dejado de enriquecerse con los conocimientos adquiridos y las experiencias vividas en el transcurso de su larga historia.

Es bien sabido que un hombre solo, un hombre de bondad, lleno de compasión por los que surfían, supo despertar esta misma compasión y la voluntad de ayudar en muchísimas personas que hasta entonces eran indiferentes, y que fue capaz de inducirlas a poner sus cualidades al servicio de una noble causa humanitaria. Poniendo en práctica su gesto humanitario, dichas personas no se preguntaban quión era el amigo o quión el enemigo; lo importante era aliviar el sufrimiento y salvar vidas humanas.

La experiencia de Solferino, la sensibilidad que sentía frente a los sufrimientos ajenos, la necesidad que veía de organizar la asistencia fueron otros tantos factores que inspiraron a Henry Dunant y que, junto con un grupo de hombres que compartían las mismas ideas y las mismas aspiraciones, lo incitaron a crear una institución que después se convirtió en la Cruz Roja.

El presidente del CICR, señor Cornelio Sommaruga, acompañado por el señor Michel Convers, jefe del Departamento de Apoyo Operational, y del señor Andreas Lendorff, jefe de la División General de Socorros, estuvieron en Bruselas, del 8 al 11 de febrero, para participar en la celebración del 125.° aniversario de la Cruz Roja de Bélgica y para entrevistarse con representantes del Gobierno belga y de la Comunidad Europea.

El acto de celebración de los 125 años de la Sociedad Nacional tuvo lugar, el 9 de febrero, en presencia de SS. MM. el rey y la reina de los belgas, de miembros del Gobierno, del Cuerpo Diplomático, de varios representantes de Sociedades Nacionales y de 2.000 voluntarios de la Cruz Roja de Bélgica. S.A.R. el príncipe Alberto de Bélgica, presidente de la Sociedad Nacional, el señor Cornelio Sommaruga, el presidente de la Liga, señor Mario Villarroel Lander, y el viceprimer ministro belga pronunciaron sendas alocuciones.

Tenemos el honor de comunicarles el reconocimiento oficial de la Sociedad de la Cruz Roja de Dominica por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Con este reconocimiento, que surte efectos a partir del 15 de marzo de 1989, asciende a 148 el número de Sociedades Nacionales miembros del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

La Sociedad solicitó oficialmente, el 13 de diciembre de 1988, su reconocimiento por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Para apoyar su solicitud presentó varios documentos, entre los cuales figura un informe acerca de sus actividades, el texto de sus Estatutos, así como un ejemplar del decreto gubernamental nº 5/83, aprobado por la Asamblea Nacional el 7 de marzo de 1983, firmado por el presidente de la República el 25 de marzo de 1983 y publicado en el periódico oficial el 7 de abril de 1983, por el que se certifica que la Cruz Roja de Dominica ha sido reconocida por el Gobierno como sociedad de socorros voluntaria, auxiliar de los poderes públicos, de conformidad con las disposiciones del I Convenio de Ginebra de 1949.

El CICR reanudó, el 4 de enero, después de 5 meses de interrupción, sus vuelos en el país, primeramente en las provincias de Manica y de Sofala. Los delegados pudieron así trasladarse a diversas localidades en los distritos aislados para evaluar las necesidades de la población civil y proporcionar los socorros necesarios. Sin embargo, las abundantes lluvias dificultaron la acción haciendo impracticables, en numerosas ocasiones, las pistas de aterrizaje.

Por otra parte, los delegados del CICR prosiguieron sus visitas a los detenidos de seguridad, condenados o en espera de juicio, dependientes del Ministerio de Seguridad: en enero, se visitó la prisión de Quelimane y, en febrero, la de Pemba (provincia de Cabo Delgado) y las de Lichinga y de Cuamba (provincia de Niassa). Así, los delegados del CICR visitaron, desde el 27 de junio, todas las prisiones de la capital y de las provincias dependientes del Ministerio de Seguridad.

Cuando, en su reunión de noviembre de 1987 en Río de Janeiro, el Consejo de Delegados, aprobó, mediantesu resolución n.° 7, un programa de conmemoración del 125.° Aniversario del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, acceptó la idea de solicitar a todos los Estados que, el 8 de mayo de 1989, Día Mundial de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, realicen un «Gesto Humanitario» de índole excepcional que vuelva a dar esperanza y dignidad a personas o a grupos de personas indigentes, desesperadas y olvidadas.

Para ello, el presidente del CICR, señor Cornelio Sommaruga y el presidente de la Liga de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, señor Mario Villarroel Lander, transmitieron, el 10 de febrero, un mensaje a todas las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, a fin de rogarles que intervengan ante su respectivo Gobierno —haciéndole propuestas definidas, concretas y realizables— para que éste realice ese gesto.

Los representantes de 25 asociaciones nacionales de periodistas del continente africano, así como de nueve organizaciones internacionales (la UNESCO, el ACNUR, y la Undro, entre otras), participaron, del 7 al 11 de febrero, en un seminario que tuvo lugar en Túnez y cuyo tema era: «Humanidad y Medios de Comunicación».

Esta reunión, organizada conjuntamente por el CICR y la Unión de Periodistas Africanos (UPA), con la asistencia de la Asociación de Periodistas Tunecinos es la segunda en su género; la primera, que tuvo lugar el año 1985 en Nairobi, versó sobre el tema: «Periodistas Africanos y Derecho Internacional Humanitario».

El CICR estuvo representado por los señores R. Jäckli, miembro del Comité, A. Modoux, director del Departamento de Comunicación, Y. Sandoz, director del Departamento de Doctrina y de Relaciones con el Movimiento, T. Germond, encargado de las delegaciones zonales para África, Zen Ruffinen, delegado zonal en Túnez, y S. Caccia, encargado de Relaciones Públicas, y su asistenta, la señora Y. Capel.

El CICR recibió con gran pesar la noticia de la defunción de Justice J. A. Adefarasin, presidente de la Liga de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja de 1977 y 1981 y ex presidente de la Cruz Roja de Nigeria. Su elección para dirigir la federacyón de las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja marcó una etapa significativa en la historia de la Liga, puesto que simbolizó plenamente la apertura de ésta al espíritu de universalidad que la ha inspirado desde 1919.

El juez Adefarasin aportó a la Liga su larga experiencia al servicio de la Cruz Roja, así como sus cualidades personales —su espíritu abierto, su moderación y su altruismo—, que hicieron de él el prototipo del «hombre de la Cruz Roja».

El CICR deplora asimismo el fallecimiento, a la edad de 97 años, del doctor Pavle Gregoric, presidente honorario vitalicio de la Cruz Roja Yugoslava.

La República de Malí se adhirió, el 8 de febrero de 1989, a los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativos a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales (Protocolo I) y no internacionales (Protocolo II), aprobados en Ginebra el 8 de junio de 1977.

De conformidad con sus disposiciones, los Protocolos entrarán en vigor, para la República de Malí, el 8 de agosto de 1989.

Con esta adhesión, asciende a 80 el número de Estados Partes en el Protocolo I y a 71 el de Estados Partes en el Protocolo II.