La dictadura ha predominado como forma fundamental de organización política en la mayoría de las repúblicas hispanoamericanas, desde el logro de la Independencia hasta nuestros días. Las fuerzas democráticas, siempre presentes y muchas veces heroicamente activas, por lo general han llevado la peor parte en el conflicto con la tiranía. Por eso resulta comprensible que la novela hispanoamericana refleje, desde sus comienzos, esa característica básica de la vida social del Continente. El número de novelas que, directa o indirectamente, se refieren al tema dictatorial es enorme. Curiosa y (en apariencia) contradictoriamente, por larguísimos años el dictador no ha sido protagonista de estas obras. Aparece en ellas como un personaje más, importante, pero secundario, en el desarrollo de la trama. No es sino en la década del 70 de este siglo, con las novelas dedicadas a este tema por Alejo Carpentier, Augusto Roa Bastos, Gabriel García Márquez y Arturo Uslar Pietri, cuando el dictador ocupa el centro de la atención del autor y su personalidad es examinada en todas sus aristas. O sea que hasta 1970 no existió mas que el género (la novela de dictadura), de orientación sociológica y política, más que psicológica. Sólo en la década del 70 aparece la especie (la novela de dictadores), que además de retratar un régimen se concentra en el estudio de la compleja personalidad tiránica de un individuo. Al examen del proceso histórico y literario que explica ese fundamental cambio de orientación estética está dedicado este artículo.