La vigencia del sistema republicano tiene su fundamento en la continuidad institucional, de ahí que constitución y revolución aparezcan como términos opuestos.
Llamamos Revolución, en sentido genérico, al reemplazo por la fuerza de un gobierno por otro, pero desde Aristóteles a hoy se ha distinguido el mero cambio de gobernantes realizado violentamente, del movimiento revolucionario que significa una transformación en la forma de gobierno o en la constitución del país.
“Las revoluciones” — decía Ortega y Gasset — “han violado siempre, hollado y roto el derecho fundamental del hombre, el derecho a la continuidad.” Y pasa el distinguido filósofo español a distinguir al hombre de los animales, especialmente del orangután, no tanto por su inteligencia como por su memoria. Las bestias se encuentran cada mañana con que han olvidado casi todo lo que han vivido el día anterior y su intelecto tiene que trabajar sobre un mínimo material de experiencias.