Para qué sirve la Historia (antigua) o tardoantigua no es una interrogante nueva, ni siquiera desde la vertiente historiográfica, pero sí de recurrente actualidad. Al contrario, es una ‘vieja’ cuestión de la epistemología histórica, que atañe, en principio, a la duda razonable sobre la utilidad o inutilidad de la Historia (Antigua) como instrumento gnoseológico, como saber, en la medida en que todo conocimiento – y el histórico tal vez más- no debería ser considerado un fin sino precisamente un medio, un instrumento capaz de cambiar no sólo nuestra percepción del pasado sino también nuestra comprensión del presente. En definitiva, una actitud coherente con la conciencia crítica del mundo y la sociedad que se presume en el acervo del historiador, que no reconstruye el pasado de forma arbitraria sino mediante un conocimiento sujeto a reglas y métodos y, ante todo, con una hermenéutica peculiar para interpretar los testimonios del pasado y determinar su fiabilidad contrastados con otros coetáneos o posteriores y, en suma, para valorar los hechos en cuanto referentes válidos de un pasado meticulosamente analizado.

Por eso una reflexión sobre los ‘principios teóricos’ que conforman el discurso historiográfico pasado y presente, antiguo o reciente, sobre la Hispania tardoantigua no puede limitarse a una mera descripción de contenidos o a una lista – si larga- de autores, obras, fechas de publicación y ediciones, sino que en todo caso debe intentarse una revisión crítica de los mismos que, en muchos casos puede y debe implicar una re-interpretación, en la línea del ‘historical rethinking ’ anglosajón de K. Jenkins, por ejemplo, o del ‘pensar históricamente ’ del francés P. Vilar, entre otros.