Hoy día es un lugar común atribuir a Lope de Vega Carpio el mérito de haber creado el teatro nacional español. Conviene señalar, sin embargo, que el hecho de que Lope haya establecido por primera vez las pautas generales para la escritura teatral en España y las haya consolidado, gracias a su extraordinaria prolijidad, no constituye el único fundamento para esta idea. También se ha destacado en numerosas ocasiones el carácter particularmente nacional del complejo universo dramático de las comedias lopescas. Así, por ejemplo, George Ticknor en su History of Spanish Literature afirma que en el teatro, Lope “gave himself up to the leading of the national spirit … and thus obtained a kind and degree of fame he could never otherwise have reached” (166). Casi cien años más tarde escribe Ricardo Arco y Garay: “Los valores españoles bullían en la mente de los contemporáneos de Lope, espectadores de sus comedias; pero fue él quien pudo y supo expresar tales sentimientos de modo que apareciesen como sensaciones nuevas, como experiencias nuevas para el espectador o para el lector” (1942: 56). Unas décadas después, Francisco Ruiz Ramón subraya de nuevo la importancia en la obra del Fénix del “punto de vista español—y aquí español no es accidental, sino esencial—desde donde o a través del cual se interpretaba la realidad del universo” (1996: 149). A finales del siglo XX, Ignacio Arellano matiza la tesis de Ruiz Ramón al reclamar la universalidad de las obras maestras del teatro áureo, que al mismo tiempo considera “radicalmente españolas” (1995:175). Se podrían incluir muchísimos más ejemplos pero basta echar una mirada al pasaje de la Enciclopedia Británica citado al principio de esta Introducción para confirmar la vigencia de esta opinión en nuestros tiempos.

El estudio del teatro lopesco como reflejo—directo o desfigurado—de un ‘punto de vista español’ de la época ha engendrado una polémica en la crítica dentro del acercamiento sociológico a la comedia.