Published online by Cambridge University Press: 11 January 2024
Llegaron en estas pláticas al pie de una alta montaña, que, casi como peñón tajado, estaba sola entre otras muchas que la rodeaban. Corría por su falda un manso arroyuelo y hacíase por toda su redondez un prado tan verde y vicioso que daba contento a los ojos que la miraban.
Cervantes, parte 1ª, libro 3 del Quijote.Quedaron todos cabizbajos y pensativos después de la ida de los moros; parecíales a doña Elvira y a don Sancho, que no era realidad sino solo terrorífica visión lo que habían visto; María, turbada, temiendo la justa reconvención de los huéspedes, sentose en un rincón, y, fingiendo candoroso semblante, se puso a mondar alubias; don Sancho principiara a pasear arriba y abajo, y doña Elvira fue la que primero rompió la palabra, diciendo:
—Convenid, don Sancho, que sois curioso en demasía con sus puntas de desatento.
—Convenido, convenidísimo estoy; el ímpetu de esta mi curiosidad, que no me es dado contener, se parece a río caudaloso que se desborda.
—A los tormentosos ríos se les pone su dique; el de la curiosidad impertinente e indiscreta es la razón; hoy, por ella, nos habéis puesto a dos dedos del precipicio.
—¿Mas quién pudiera, señora, imaginar que aquella dichosa puerta encerrase un subterráneo, que aquel subterráneo tuviese otra salida, y que por la otra salida entrasen moros? Vaya, esta es una cadena que solo el diablo puede desliar y entender.
—A trueque de no enfadarme con vos como debiera, os mando que a ninguna persona viviente digáis la menor palabra de lo que habéis visto; además, lo requiere vuestra propia seguridad.
—No tengáis cuidado, callaré más que un mudo, pues no olvido las sabrosas y enconfitadas razones que me dijo al partir el amigo moro; a vos os trató con más dulzura; ¡ya se ve, las faldas tienen sus privilegios! Pero mirad la gatita muerta de Zulema con qué privilegio parece que no enturbia el agua, ¡fiarse luego de mujeres! No en mis días; juro por Apolo y las diez musas que no me he de dejar engañar de ninguna.
—Ni creo que tampoco ninguna se dejará engañar por vos.
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