Noah Oehri nos ofrece una anatomía histórica, serena y bien documentada, sobre cómo los ideales renovadores del catolicismo postconciliar se plasmaron en proyectos concretos en medio de un escenario complejo. Su trabajo se ha publicado meses después del de Yael Mabat sobre el adventismo en Puno. Oehri, a diferencia de ella, se concentra en examinar cómo se plasmaron los discursos y acciones de las misiones católicas en el sur andino entre finales de las décadas de 1950 y 1980. En este periodo se dio el auge del “avivamiento misionero” del catolicismo renovado posconciliar. Aunque Oehri desconfía de los conceptos usualmente utilizados para definir a dicha corriente, podría decirse que plantea un análisis histórico y crítico al proyecto de Iglesia que imaginaron las distintas vertientes del catolicismo progresista, principalmente asociado a la Teología de la liberación. Con ese fin, su estudio se centra en el obispado de Puno y la prelatura de Ayaviri, diócesis ubicadas en el departamento de Puno, un espacio donde desde décadas antes los ideales de desarrollo se habían intentado aplicar a partir de distintos matices. El libro de Oehri, en ese sentido es una potente contribución para comprender las dificultades, ambigüedades y alcances de las misiones católicas asociadas a la Teología de la Liberación desde experiencias concretas de construcción de un nuevo modelo de Iglesia y sociedad.
El libro está dividido en tres partes. En la primera, el autor explica cómo en la región de Puno se desarrollaron distintas iniciativas, como la promovida por los hermanos Maryknoll de los Estados Unidos, basadas en los ideales de progreso religioso y social cercanos al indigenismo, y que buscaban transformar las prácticas religiosas de los indígenas a la vez que procurar su bienestar social. Paralelamente en la región se aplicaron proyectos de desarrollo financiados por los Estados Unidos en cooperación con el estado peruano. Esto es interesante, pues Oehri logra interconectar el proceso misionero católico con otros procesos, como los políticos, alrededor de cierta racionalidad compartida. Esta parte culmina con la llegada de los misioneros franceses de la Congregación de los Sagrados Corazones. Al igual que los Maryknoll, estos veían a Puno como una región donde el cristianismo estaba en una “etapa temprana,” impresión que los acerca al discurso adventista al que, no obstante, los misioneros católicos percibían como rival. Pero su adversario más importante, según ellos mismos, era el comunismo. Así, la preocupación por el bienestar social de los indígenas era entendida también estratégicamente, como un mecanismo para detener lo que consideraban como la amenaza comunista. Con ese fin, los misioneros franceses en Ayaviri, desarrollaron proyectos como los de la promoción de la sindicalización y la colonización del cálido valle de Tambopata.
En la segunda parte analiza las reformas pastorales aplicadas en la década de 1970, en el auge local y continental del reformismo católico, el que coincidió, a la vez, con el régimen militar. Con ese fin, primero contrasta el carácter utópico de las reformas a partir de los conceptos de revolución y liberación, defendidos por el estado y la Iglesia “renovada” respectivamente. Luego debate sobre la relación entre antropología y evangelización en la Iglesia del sur andino, lo que permite comprender cómo las aproximaciones basadas en las ciencias sociales complejizaron la propia experiencia misionera. En sus versiones más radicales, ello llevó a poner en tela de juicio incluso la validez de la misión cristiana o del rol de la Iglesia en el proceso de transformación de una sociedad en donde ella misma era parte de los opresores. Ello se ve reflejado brillantemente en el análisis casuístico de la obra pastoral en Azángaro y del Instituto de Pastoral Andina (IPA).
En la tercera parte, Oehri debate sobre la articulación entre la acción pastoral y la movilización política durante la década de 1980. Para ello analiza el trabajo de radio Onda Azul, dentro del contexto de creciente violencia política y explica cómo los agentes pastorales forjaron una nueva comprensión de “comunidad.”
Al finalizar su lectura, el libro deja abiertas muchas preguntas, lo que podría tomarse más como una virtud que una debilidad. Por ejemplo, al centrarse preferentemente en la experiencia de los misioneros extranjeros, queda la sensación de que los otros actores de la misión quedan relegados. Aunque es una opción que el propio autor advierte desde el inicio, pareciera debilitar la fortaleza de sus propias conclusiones. El clero local aparece mencionado muy tangencialmente y bajo el marco discursivo producido por los misioneros extranjeros. Lo mismo podría decirse del laicado, en particular de las mujeres. Esta observación no desmerece ciertamente la notable contribución del autor a la comprensión de un capítulo clave de la historia contemporánea del catolicismo peruano y latinoamericano, como de la historia social de una región como Puno, cuyo simbolismo en relación a los desencuentros entre sectores hegemónicos y subalternos persiste en el presente.