Esta es una obra de metodología inspirada en el estado actual de las investigaciones en historia colonial latinoamericana en el campo de la religiosidad. Como señalan en la introducción las editoras, Karen Melvin y Sylvia Sellers-García, lo que se persigue es sugerir al lector la pertinencia de una aproximación sinóptica al estudio del pasado, es decir, la de seleccionar creativamente no uno sino varios métodos con el fin de apuntalar una investigación histórica preocupada por la generación de nuevas perspectivas y prácticas. Igualmente, una propuesta fundamental de ambas editoras es postular que la eficacia de las narrativas surgidas de una aproximación histórica imaginativa depende de las preguntas abiertas que uno se hace en el proceso de la investigación. Dividido en cuatro partes y 16 capítulos, este importante libro procura partir asimismo de una pertinente reflexión sobre la articulación entre experiencias personales, influencias académicas y criterios de investigación. Los artículos reunidos reflexionan sobre el modo en que los historiadores dan respuesta a las interrogantes con las que empiezan o terminan sus investigaciones. La lectura del conjunto de artículos que componen la obra sin duda invita a reflexionar críticamente, y hasta a cuestionar, la perspectiva exclusivamente empírica que en múltiples casos predomina en el tratamiento de una serie de problemáticas de la historia colonial.
La primera parte se focaliza en los llamados tópicos de la investigación. Paul Ramírez sugiere que ante una pregunta orientada por el enfrentamiento dicotómico de los sujetos estudiados (por ejemplo, la república de indios versus la república de españoles), ante todo, se debe privilegiar el estudio de los agentes mediadores que dan sentido a esa dualidad. En la segunda parte se resalta la importancia de saber contextualizar para lograr una efectiva aproximación sinóptica. Rachel Moore reflexiona sobre la utilidad de la llamada “documentación difusa,” en su caso la que generaron los viajeros naturalistas de fines del siglo XVIII, ya que ella obliga al historiador a pensar su objeto de estudio al margen de las instituciones oficiales. Por su parte, la reflexión de Kristin Huffine se pregunta cómo escribir sobre las poblaciones amerindias que aportan escasas fuentes sobre sí mismas. Desde una metodología multidisciplinaria, ella propone focalizar las preguntas en las reacciones de individualidades antes que en las respuestas colectivas.
En la tercera parte del libro se aborda principalmente el proceso por el que las interrogantes a las fuentes se transforman en interpretación histórica. Jessica Delgado reflexiona sobre la pertinencia de escribir una historia de dos mujeres en México colonial a partir del estudio de los procesos de solicitación. Ella propone una aproximación que define como “exact imagining”, es decir, investigar y narrar a partir de las múltiples preguntas y contextos surgidos en torno a sus protagonistas. En la cuarta y última parte, esta obra colectiva pone al lector un ejemplo claro de cómo una misma fuente interrogada creativamente por diferentes autores puede derivar en distintas interpretaciones. Cuatro autores confirman esta paradoja a partir de las diferentes conclusiones a las que arriban sobre la religiosidad en Nueva España durante el siglo XVII, verosímiles todas, utilizando como fuente las Advertencias para los nuevos confesores de 1699.
Además de su indudable utilidad metodológica, la lectura de esta obra resulta muy entretenida por la sapiencia, espontaneidad y provocación con que los autores asumen sus propuestas. Sin duda estamos ante una importante herramienta de reflexión para los investigadores de la época colonial aunque su lectura también resulta recomendable para los especialistas en otras épocas. Ello es así porque la problemática abordada con amplia destreza por las editoras Melvin y Sellers-García atañe a todos los que de algún modo aspiramos en nuestro trabajo a formular un tratamiento equilibrado entre la teoría y la práctica histórica.