Está llegando la sociedad de la información que antaño nos prometían y, en esta sociedad del predominio mediático, los cambios que nos ha traído el auge de las tecnologías de la imagen, incluidas todas las categorías, obligan al conjunto de lo que se solía llamar «la prensa» a redefinirse, a reinventar su deontología y sus mítodos de trabajo. Solo volviendo a colocar la imagen en el movimiento global de la información, y especialmente en su relación con los medios escritos, se puede medir lo que está en juego. Nuestra visión del mundo está cada vez más moldeada por las imágenes televisivas y fotográficas que señorean el espacio público. Es tan grande la influencia de la imagen que se puede afirmar, como señalan muchos analistas, que está reemplazando a la realidad: hoy existe únicamente lo que está autentificado, certificado y valorizado por la cámara y la pantalla de televisión. Por lo tanto, en el desfile de imágenes, todo lo que no haya sido filmado, fotografiado y difundido queda al punto aniquilado, reducido a la inexistencia social.