Eran seis. Seis seres humanos que, valiéndose de sus conocimientos, de sus manos, con el corazón, brindaban a los heridos del conflicto checheno un cobijo, asistencia médica, una sonrisa, consuelo. Eran de Canadá, de España, de Noruega, de Nueva Zelanda y de los Países Bajos y todos bajo la égida de la cruz roja. Trabajaban en el hospital del CICR en Novy Atagui. Ahora están muertos. El séptimo fue herido por una bala que hubiera podido matarlo. Y todos los demás, testigos de esa matanza, son la encarnación misma del dolor solidario.