Published online by Cambridge University Press: 02 December 2020
En el sistema de símbolos en la obra de Federico García Lorca, aparece el de la luna como el de mayor significación por su variedad de manifestaciones, su vinculación a algunos otros de sus símbolos centrales, la función estructural que desempeña en un gran número de sus poemas y en algunos de sus dramas, y la conformación arquetípica y semántica que presta al ámbito de su mundo poético. Su incorporación desde un principio en la obra del poeta y su evolución a través de ella, nos indica, además, el área extensa y soterraña de su mundo afectivo, al mismo tiempo que nos sitúa frente a una visión específica del universo y del destino del hombre en este mundo. Trataremos en el presente estudio de fijar su particular configuración en esta poesía y de examinar su delimitación dentro de la tradición literaria y determinadas áreas culturales que han podido contribuir a su constitución característica.
1 La obvia presencia de la luna en Lorca ha sido señalada por la mayoría de sus críticos. No existe, sin embargo, un estudio interpretativo de su conformación simbólica en esta poesía, y en ocasiones pasa totalmente incomprendida como en el libro de Alfredo de la Guardia, García Lorca: Persona y creación (Buenos Aires, 1944), pág. 175. Otros exégetas del poeta se han quedado en algunos atisbos generalizadores sin haber llegado a delimitar en forma sistemática el alcance de su significación. Véanse entre otros, Arturo Berenguer Carísomo en Las máscaras de Federico García Lorca (Buenos Aires, 1941), pág. 89, y Juan Guerrero Zamora en El teatro de F.G.L. (Madrid, 1948), pág. 7.
2 Véanse Carlos Clavería “Don Miguel y la luna,” en Temas de Unamuno (Madrid, 1953), págs. 137–156; Marguerite Rand, Castilla en Azorín (Madrid, 1956), pág. 94; la tesis inédita de Jane P. McCulloch, “Stylistic Studies in the Works of Valle-Inclán” (Univ. of Chicago, 1933), passim; Poesías completas (Buenos Aires, 1940), págs. 59, 114—139, 215–218, 219 y 266.
3 Guillermo Días Plaja ve también en algunos ejemplos el influjo de los hai-kai japoneses y de la poesía oriental en su libro Federico García Lorca (Buenos Aires, 1948), págs. 108–109. Para otros estudios relacionados con la luna en la nueva poesía, véanse Gil Benumeya, “La luna y la nueva poesía,” La Gaceta Literaria (Madrid, 15 de junio de 1931); L. Rodelgo, “La luna y la aurora en poetas del siglo xx,” en Revista Nacional de Educación, Año ix, 2a. época, No. 92 (1949), págs. 43 y sigs.; F. G. Bedriñana, “La luna en la poesía negra,” en Papel de China (La Habana, 1941); G. Diego, “Gabriel Miró,” en Cuadernos de Literatura Contemporánea, Nos. 5–6 (1942), págs. 205 y sigs.
4 Citamos por Obras completas (Madrid, 1954). Los números citados en el texto se refieren a las páginas de esta edición.
5 Compárese la siguiente copla de Antonio Machado: “¡Ay del galán sin fortuna / que ronda a la luna bella; / de cuantos caen en la luna, / de cuantos se marchan a ella!” (pág. 41).
6 Compárese en Juan Ramón Jiménez: “En la luna hay algo que sufre, / entre un nimbo divino de plata … / y que mira en silencio al rendido / con inmensas piedades de santa” (pág. 27).
7 Compárense los siguientes versos de Juan Ramón Jiménez: “Viento negro, luna blanca. I Noche de Todos los Santos. / … Viento largo, luna grande, noche de Todos los Santos” (pág. 37).
8 La barca lunar se halla sugerida por la figura de la luna en su cuarto creciente y pertenece al folklore universal y a la mentalidad primitiva. Véanse Stith Thompson, Motif-Index of Folk-Literature (Bloomington, Ind., 1932) y Carl Hentze, Mythes et symboles lunaires (Anvers, 1932), págs. 24–25.
9 La concepción de un hombre en la luna pertenece también al dominio del folklore (véase Stith Thompson), y formó parte de un género particular de literatura según puede verse en Marjorie Nicolson, “A World in the Moon,” Smith Coll. Stud. in Modem Langs., xvii, ii (Northampton, Mass., 1936), 10.
10 Para una relación histórica del arquetipo de la vaca con la luna, véase mi estudio, La poesía mítica de Federico García Lorca (Eugene, Ore., 1957).
11 La denominación “Reina del Cielo” es corriente en literatura para designar a la luna y se encuentra con frecuencia en la poesía romántica. La identificación literaria de “Reina del cielo” con la denominación de “Inmaculada Concepción” tomada de la simbologia católica, se halla presidiendo todo el grupo de poesías de Laforgue intitulado “L'imitation de Notre-Dame la lune.” La denominación concreta de “Lune d'Immaculée-Conception,” y la invocación “Salve, Regina des Lys!” (págs. 17 y 73) de este autor es recogida por Lugones quien le da un sesgo decididamente irónico: “Fascina a tu clientela / Con tu encanto letal. / Ave Malis Stella, / Danos tu dulce mal,” en Lunario sentimental (Buenos Aires, 1926), pág. 55. Es indudable que estas denominaciones se remontan originariamente a antiguos procesos de sustitución que tuvieron lugar en la cristianización de divinidades paganas. Una de ellas fue la de la diosa egipcia de la luna Isis, la cual fue identificada muy pronto con la Virgen María, especialmente en su condición de “Estrella de los mares.” Véase al respecto James G. Frazer, The Golden Bough, abridged ed. (New York, 1953), pág. 445. Según Kurt Seligman otras denominaciones de la Virgen como La Inmaculada y Mater Domina fueron tomadas de Isis. Véase su History of Magic (New York, 1948), pág. 72. Por otra parte, la figura de la Virgen fue asociada con la luna en la pintura, particularmente en el arte español. Los pintores Murillo, Velázquez y el Greco siempre representaron a la Inmaculada Concepción sobre una media luna. En la mitología azteca la diosa Luna fue igualmente identificada con la Virgen María en la cristianización de las antiguas deidades. Véase Donald E. Thompson, “Maya Paganism and Christianity,” Middle American Research Institute, Publication 19 (New Orleans, 1954), pág. 13.
12 Este poema publicado en forma suelta en Tiempo presente (Madrid, 1935) ha sido incorporado por Belitt en uno de sus apéndices a su traducción de Poeta en Nueva York (New York, 1955), págs. 142–145.
13 El presente poema lleva el título de “[La luna pudo detenerse al fin]” en las Obras completas de la colección Aguilar, págs. 458–459, y el de “Crucifixión” en el texto citado de Belitt, págs. 108–111, el cual parece ser el título definitivo.
14 La visión de una luna florecida en medio de un jardín celeste se encuentra ya en Juan Ramón Jiménez. Véase el poema No. 3 de la Soledad Sonora citado en su Antolojía poética (pág. 78). Otra visión de un jardín celeste es el poema No. 13 de Pastorales, aunque en este caso la luna es una “pastora de plata” (pág. 51). La visión opuesta de un yermo celestial incapaz de florecimiento se halla en Poeta en Nueva York. La flor mencionada aquí es también la rosa: “Médulas y corolas componían sobre las nubes / un desierto de tallos sin una sola rosa” (407).
15 La influencia nefasta de la luna en su aspecto de incitación amorosa perversa en la mujer, se halla en la simbologia de algunos pueblos primitivos y de la China antigua. Véase Mircea Eliade, Images et symboles (Paris, 1952), pág. 167. El concepto de una luna estéril deriva en literatura hacia una tradición de amor lesbiano que se halla presente en Laforgue y otros simbolistas.
16 Para un desarrollo de las doctrinas y prácticas astrológicas desde la antigüedad hasta los tiempos presentes, véase P. Saintyves, L'astrologie populaire (Paris, 1937). La división en astrologia judiciaria o positiva y popular es importante aunque las dos se hallaron mezcladas desde un principio a pesar de la distinción teórica que hay entre ellas. Una breve descripción de estos dos aspectos de la astrologia puede verse en F. von Oefele, “Sun, Moon, and Stars,” Encyclopaedia of Religion and Ethics, xii (New York, 1922), 53.
17 La luna roja comporta una significación malévola en la tradición folklórica y cobra un sentido augural de inminenete catástrofe. En el campo de la agricultura la llamada luna roja o lune rousse es de efectos desastrosos sobre los retoños nuevos que germinan en la primavera hacia el mes de abril. Véase Saintyves, págs. 69–80.
18 La tradicional práctica de los almanaques es representar la luna nueva con un círculo negro. Para una bibliografía de almanaques y refraneros agrícolas, véase Enrique Casas Gaspar, Ritos agrarios: Folklore campesino español (Madrid, 1950), págs. 21–22, y Luis de Hoyos Sáinz y Nieves de Hoyos Sancho, Manuel de Folklore (Madrid, 1947), págs. 511–512.
19 La importancia astrológica del número tres está vinculada a una división antigua de las fases de la luna: “Moreover, in the earliest times the synodical period of the moon was divided into three, viz. waxing, dominant, and waning moon, and this division was adhered to by later astrology” (von Oefele, pág. 51).
20 La observación de los primeros días de la lunación son de gran importancia en la astrologia natural. La aparición de la luna nueva en el cuarto día ha sido objeto de un culto especial en muchos pueblos primitivos y tiene una particular virtud mágico-religiosa. Véase Saintyves, págs. 54–60 y 38–53.
21 En astrologia la constelación de Cáncer corresponde a la luna (von Oefele).
22 “An eclipse, whether of the sun or of the moon, is at all times regarded with dread; it is almost universally believed, at the early stages at least, to be caused by a monster who devours, or attempts to devour, the luminary” (G. Dottin en Encyclopaedia of Religion and Ethics, xii, 63).
23 Las virtudes de la piedra lunar según la tradición folklórica pueden estudiarse en Saintyves, pág. 51. La metamorfosis de la mujer en piedra es también un mito de características lunares. Véase Hentze, pág. 32.
24 La vinculación de la luna y la plata es muy antigua en la tradición folklórica y astrológica. Los alquimistas dieron el nombre de Diana y Luna a este metal. Véanse, Saintyves, págs. 255–257, y von Oefele.
25 Afirmativo el símbolo en este aspecto en cuanto la muerte significa fusión con la naturaleza cósmica.