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Árabe st>esp. ç.—Esp. st>Árabe ch
Published online by Cambridge University Press: 02 December 2020
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Extraña condición. Ni el árabe ni el español reducen el grupo consonántico st dentro de su propio material, pero lo hace cada uno si la palabra procede del otro idioma.
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- Copyright © Modern Language Association of America, 1947
References
1 F. Diez, Gram. lang. rom. (trad. franc.) i, 214; C. M. de Vasconcellos, Studien zur rom. Wortschöpfung, pág. 258; Dozy et Engelmann, Glossaire des mots espagnols … dérivés de l'arabe (Leyden, 1869), pág. 23; Paul Foerster, Sprachlehre, pág. 152; Baist, ZRPh, ix, pág. 146 y sigs.: J. D. M. Ford, The old Spanish sibilants, en Studies and Notes in Philology and Literature (Harvard University, 1900), vu, 74-75; Menéndez Pidal, Cid, i, 181, y Gram. hist. §4; R. J. Cuervo, Bull. Hisp., n, 20, que remite a Baist; M. L. Wagner, ZRPh, xl, (1920), 541-549; A. Steiger, Contribución a la fonética del hispanoárabe (Madrid, 1932), págs. 141-142.
2 Cfr. Miguel Asín Palacios, Contribución a la toponimia árabe de España (Madrid, 1944), pág. 69, que comenta: “El Almonacid de Guadalajara perteneció a la Orden de Calatrava, por donación del año 1176, después de la conquista de Toledo. Ello hace suponer que tanto este pueblo como Zorita de los Canes (cabeza del territorio de la Orden a cuyo distrito pertenecía) habían sido lugares fronterizos, es decir, rábitas, que es lo que significó la voz monastir entre los musulmanes andaluces y africanos. Variantes de transcripción del Almonacid de Guadalajara son: Almonezir (1176) y Almonascir (1410).” El -cid final den u ncia contaminación con el bien conocido arabismo Cid (Villacid en Coraña y Valladolid), pero el Almonezir de 1176 nos permite no atribuir a tal contaminación el paso -st-> c, y alistar este topónimo con los hasta ahora aducidos. En cambio el Monachil de Granada, que Asín atribuye al mismo origen, parece injustificado, ya que en El Edrisí se llama (a) y , ap. E. Saavedra. La geografía de España del Edrisí (Madrid, 1881), págs. 34 y 35.
3 No cuentan ni almucio ár. mustaḳa (< persa mušta), porque viene a través del latín medieval almutium (>ant. fr. aumusse, aumucelle, esp. almucella, muceta, port, murça de pelles, alem. Müze), ni almagesto (fr. almagest, ital. almagesto, alem. Almagest), a través del latín medieval almagestum. Ver Lokotsch, Etym. Wörterbuch der europ. Wörter orient. Ursprung, y Dozy et Engelmann, ob. cit., s.v.-Lokotsch trae también árabe fustán>esp. fustán, port. fustão, ant. fr. fustaigne, prov. fustani, ital. fustagno; pero Pedro de Alcalá documenta fušal como forma del árabe español (“fustán, fuxtal”), con šin palatal, no con sin apicodental. Fustal alternaba con fustán en antiguo español. No estoy en condiciones de decir si el árabe granadino lo había tomado del español, al que pudo llegar del francés. Tampoco se ha cumplido el cambio st>ç en todos los topónimos. Steiger, ob. cit., pág. 142, trae una excepción: Misṭasa>Mestanza (Ciudad Real). Añadamos: Estepa (Sevilla), el Ostippo del Itinerario de Antonino, que se llamaba entre los árabes Estepa (p.e. en El Edrisí, ob. cit., pág. 250) o Iṣṭabba (La Péninsule Ibérique au Moyen -Âge d'après le kitab ar-Rawd al-Miṭar Fi Habar al-Aḳṭar d'Ibn abd al-Munim al-Himyarí. Texte arabe … publié … par E. Lévi-Provençal, [Leyden, 1938]); Constantina, Sevilla (M. Asín Palacior Glosario de voces romancer regislradar por un botánico anónimo hispanomusulmán (siglos xi-xii), [Madrid, 1943], núm. 549). Sin duda habrá bastantes más. Estos nombres se debieron fijar en castellano con st y no con çt, aunque fueran de tierras árabes: San Esteban, Constantina, Estepa, por identificarlas con los nombres correspondientes del castellano; Mestanza por disimilación, como en mescolanza frente a mezclar. No cuento formas como Barbastro (Huesca), Bobastro un castillo a ochenta millas de Córdoba, San Esteban, un castillo en Sierra Elvira, porque las árabes escribían esos nombres con št y no con st: Bobaštero (Dozy), Bubašṭro (Al-Himyarí), Aštabin (Al-Himyarí).
4 El único ejemplo que Steiger, pág. 141, n., aduce para apoyar la idea de que la reducción ocurre también dentro del árabe tiene asimismo el grupo (con sin o sad inicial) <s t r a t a. Añade que “en las formas verbales con la preformativa este proceso remonta bastante más lejos, pues ha dejado huellas en asirio; cfr. aštakan >asakan ‘hice’ (véase Fridr. Delitzsch, Assyrische Grammatik [Berlín, 1889], pág. 118 y sigs.“ Pero eso es peculiar del asirio, no del árabe, y además no es un proceso equiparable puesto que está morfológicamente condicionado. El comportamiento (esporádico) particular del grup str se comprueba también en español clásico con los mossar, maesse, nuesso, vuesso, (cfr. a. morel-fatio, Ro. xxxiii, 272); desde luego, no hay conexión histórica, pero si fonéticogeneral entre ambos fenómenos.
5 Steiger no es explícito sobre si figura una o más veces. Repaso El Edrisí (edic. Dozy) y hallo siempre , lo mismo que en Al-Himyarí. Por desgracia, no disponemos en Buenos Aires ni de la Géographie d'Aboulféda (texte arabe par Reinaud et MacGuckin de Slane, Paris, 1840), ni siquiera del libro de J. Alemany Bolufer, La geografía de la Ibérica en los escritores árabes (Granada, 1921). Ver nota final.
6 Ni fiesta, ni esto, ni pasta, etc., etc., lo sufrieron. Las etimologías gustus y mustus que Diez propuso para gozo y moço no son aceptables ni aceptadas: gozo remonta a gaudium; moço a musteus. Los topónimos con ç por st corresponden a tierras musulmanas, y los nombres comunes o son árabes o, si latinos o griegos, tienen la huella árabe; en biznaga la b-, en almáciga, al-. Sólo Zúñiga es excepción; el extraño silabeo St-debió ocasionar tal trato, que no se cumplió si precedía vocal (Estúñiga, Astúñiga).
7 Esta transformación inicial st>çt fué ya advertida por Ford, l.c., y la observación representa un gran adelanto para la comprensión del proceso fonético. Para la correspondencia del sin y el sad con la ç en los árabismos del español véase mi artículo Las correspondencias arábigo-españolas en los sistemas de sibilantes, en Rev. Fil. Hisp., viii (1946), 12 y sigs.
8 Recuérdese la análoga explicación de Menéndez Pidal, Orígenes del esp., pág. 129, para quomo y el nombre vasco Zalduondo, arrastrados a cuemo y Zalduendo cuando la forma del diptongo (de ⊖ latina) fué vencida por la forma
9 Plazum registrado en 1027 (doc. leonés); plazdo y plazo, ca. 1120; plazto y plazdo ca. 1125, en el Fuero de Medinaceli, y tambien plazto en el de Navarra (ms. del s. xiv) (m. pidal, Orig., 96, 320; Cid, 190); azttore, año 940, en Escalona; adtor en el Cantar de Mio Cid (ms. s. xiv), aztor en los Fueros de Burgos (ms. xiii-xiv), de Medinaceli y de Navarra y en la Biblia escurialense del s. xiii; açor en el Fernán Gonçález, en el Alexandre y en Don Juan Manuel (ap. menéndez pidal, Cid, 429-430). En los Docs. españoles se usaba también la forma accipitre, conforme al lat. accipiter, pero en las Glosas Silenses leemos: “accipiter, acetore,” lo que indica que en el siglo x ya era acetore la forma más general). Amizat en el Alexandre, amiztad (cfr. plazto) en carta de 1248, San Millán, Apolonio, Bibl. Escur., fijado luego literariamente en amistad por analogía con honestad, majestad, podestad (ap. MENÉNDEZ PIDAL, Cid, 190).
10 Como mosta'rab significaba ‘arábigo’ ‘arabizado’ y no ‘árabe,‘ el Arzobispo Don Rodrigo le inventó una etimología a la medida (“Mixti Arabes, eo quod mixti Arabibus convivebant”), que se hizo general entre los historiadores españoles hasta que los arabistas del siglo xix (Luis Dubeux, por ejemplo, 1846) y sobre todo la autoridad de Dozy la rectificó (Glossaire de mots espagnols et portugais dérivés de l'arabe, par R. Dozy et W. H. Engelmann [Leyden, 1869], pág. 321). Simonet, con aciento, tiene este “Dominicus Mistarabs” por una variante de Mostarab, sin nada que ver con el Mixti Arabes de Don Rodrigo.
11 Apicodental (o coronal) fricativo, de fricación redondeada, articulación muy tensa.
12 y z, apicodentales sorda y sonora, y ; ch, prepalatal sorda, ; j, ge, gi, palatal sonora como el gi italiano, apicoalveolares sorda y sonora, de timbre algo palatal, , prepalatal sorda, š.
13 Aunque sin dar otra explicación, Baist rechazó la metátesis supuesta por Foerster porque en los arabismos no había precisamente st sino çt (con la réplica normal ç <sin) = tst, pues que la era cuasi ts; Ford, pág. 75, que rechaza con Baist la metátesis, ve en tst>ts un resultado normal (açtor>açor), “the second t having disappeared by dissimilation or by absorption.” Ford, el primer filólogo que vió resueltamente el valor africado de la antigua ç castellana, la representó con ts, lícito si se hace por deficiencia de la imprenta o con las salvedades necesarias. Parece que Ford creyó en una efectiva sucesión t+s y ya con un grupo tst (Batsta) hizo desaparecer la segunda t por disimilación con la primera. Pero las africas son unidades, no dualidades fonológicas (aunque en su composición material el analisis les halle dos momentos), y la pretendida t ni existe fonológicamente (para la conciencia) en la ch o en la z, zz ital., p.ej., ni siquiera materialmente, ya que lo fisonómico de la t en comienzo de sílaba es su explosión. Por tanto no existían en çt dos t-t que se pudieran disimilar. La idea de absorción de la t en la sibilante precedente se concilia bien con nuestra explicación.
14 Es claro que, llevada así al terreno fonético la representación de la metátesis, el paso immediato posterior supuesto *plazzo (es decir, plaẓdzo con ẓ fricativa como la de juzgar) resulta fonéticamente imposible.
15 Ver mi artículo Una ley fonológica del español. Variabilidad de las consonantes en la tensión y distensión de la sílaba, en la Hispanic Review, xiii, 91-101 (1945).
16 El hablar se hace fisiológicamente no en emisión continua del aliento sino en pequeños impulsos espiratorios y en pequeñas descargas de energía muscular articulatoria, con doble movimiento coincidente. Sílaba es la menor unidad de impulso (espiratorio y muscular) en que se divide el habla real. Este impulso consta de tensión+distensión y la frontera silábica está en el punto en que los órganos en distensión (implosión, diría Saussure) la abandonan y entran en una nueva tensión creciente. Ver A. Alonso y P. Henríquez Ureña, Gram. cast., i, §§155-157.
17 M. L. Wagner, Iudenspanisch Arabisches, en ZRPh, 1920, xl, pág. 541-549: “Esta asimilación ya es del antiguo árabe (Brockelmann, Grundriss, i, 56).” Es correcto llamar asimilación a este proceso, aunque no sea ésta precisamente la del antiguo árabe. Wagner añade que en judeo español corren igual suerte palabras de origen latino (no sólo arabe): enfasiar=ant. esp. enfastiar; esiércol<estiércol, sarnudar <estornudar, siedro=istiedro= izquierdo (pág. 544). Sin ambargo, estos casos pertenecen a otra época varios siglos posterior y a otra geografía, y tienen condiciones fonéticas iniciales muy discrepantes. El resultado, ç, o s, también es diferente. Sin duda çt > ç y st>s tienen cierto paralelismo que interesa a la fonética general; sólo que históricamente no se pueden englobar.
18 Creo ver en pilch el mismo pestillo romance (<*pestellum), sin el sufijo diminutivo y con una l anorgánica comparable a la añadida en calchas por cachas y a la r de morchila por mochila. En Alcalá: “cabo de cuchillo, calchas,” “empuñadura o cabo, calcha,” “hasta la empuñadura, hatti al calch,” “mango de cuchillo, calcha,” “mochila, talega, morchila”; pero me hace dudar el que esta palabra es una de las dos de mi lista que no tienen otras documentaciones anteriores con st conservado. (Ver nota final.)
19 Alcalá trae también fexta (tres veces; “fiestas de Baco,” “fiestas de ídolos” y “fiestas de los dioses”), que sin duda es un valencianismo de última hora.
20 Única excepción para aquellos siglos: Simonet registra en el famoso poeta cordobés Ben Quzmán, s. xii. El cambio era insólito en tal fecha. E. Lévi-Provençal, Al-Andalus, ix, 1944, págs. 347-351, previene sobre la mala lectura que hasta el presente ha tenido el ms. único de San Petesburgo; tendremos que esperar hasta la próxima aparición de la edición prometida por él. Mientras tanto, y basándome en las fechas, sospecho que, sea por errata del ms. sea por mala lectura, está , palabra árabe, pasada al español como cenacho.
21 Cf. F. J. Simonet, Historia de los mozárabes de España, Madrid, 1897-1903, Quinta Parte, págs. 733 y siguientes.
22 El Anónimo de Sevilla casi con regularidad: št en acrešte, bištinaca, cašṭaniya, cašṭanyuelo, cašfanyuola, ešterniye (aunque Asín retranscribió una vez cast-, est-, con sin, por errata), eštirca, eštopa, gallocrešta, lašter, lavašter, mentaraštro, rúštica (varias veces), pišt, pišto, rištra. Y con sin mosto, istip (en Ben Aljazzar, eštip, išip; mozto, moztar, con z = sin en P. de Alcalá, que escribe también iztipa). La misma regularidad en los autores espigados por Simonet, y sobre todo en las palabras mismas que han sufrido la evolución, como arriba hemos consignado.
23 H. Schuchardt, en ZRPh, iv, págs. 146-147; W. Meyer-Lübke, Rom. Gram, i, §462; G. Baist, Gr. Gr., I 2, 902; Zauner, Altspan. Elementarbuch, §69; J. Leite de Vasconcellos, Estudios de philologia mirandesa, i, 229; F. Krüger, Studien zur lautgeschichte westpanischen Mundarten (1914), 237-239; R. Menéndez Pidal. Gram. hist. (1941), §50.
24 Esta letra tenía en el árabe español dos valores: uno, patrimonial, como africado palatal sonoro, otro, adquirido del sustrato español, como africado prepalatal sordo, c (ch española). En nuestro grupo , el vale por ch. A veces la ch española se transcribía con .
25 También los escritos árabes, con su ḥt, nos han convertido en documentada la primera etapa hipotética del cambio (ḥ=j española): leḥtayra, laḥtuca, laḥtayrola, leḥto, en el Anónimo de Sevilla; en otros truḥta, laḥtayra, laḥtayruela, noḥte. Y en alguna ocasión también aquí en Alcazwini, ap. Simonet, s.v.
26 En el Vocabulista de Pedro de Alcalá, además de la combinación xt resultante de la flexión de los verbos en -š o en- (nirayex, rayext; netreyex, atreyext; naharrach, naharraxt, etc.) hallo “Consejo, muxtamáa,” “consuno, biixtimá,” “denunciación, ixiihar,” “encenderse, naxtáal,” “encendimiento, ixtiaal,” encorporadura de colegio, ixtimáa,“ ”fustán, fuxtal.“ (x vale š). No seguí mirando.
27 Los árabes reprodujeron al principio únicamente con st (sin o sad) el grupo romance st en los topónimos (Saraqusta, Basta, etc.). En cambio, en las transcripciones de nombres mozárabes, en los hispanismos del árabe y en los topónimos fijados tardíamente, št es casi general, st la excepción. Ver documentación e interpretación en mi citado artículo Las correspondencias arábigo-españolas.