A finales de abril del 2021, Colombia vivió un proceso de protestas sociales a nivel nacional. Este inició por el rechazo a la reforma tributaria propuesta por el gobierno de Iván Duque;Footnote 1 sin embargo, rápidamente y a pesar del retiro de la reforma, las manifestaciones —fundamentalmente urbanas— se volvieron generales con distintos reclamos. Estas protestas forman parte de unos primeros estallidos sociales en noviembre 2019 y septiembre de 2020 que fueron significativamente menores en duración, cantidad de acciones e impacto mediático. Este ciclo de protestas urbanas, que era esperado después de la firma del Acuerdo de Paz 2016 (Cruz Reference Cruz2015),Footnote 2 estableció nuevos parámetros para entender la dinámica de la protesta en el país. En este contexto, el propósito de este trabajo es estudiar la relación del espacio urbano con las formas de protesta en dos ciudades: Bogotá y Cali durante el Paro Nacional de 2021, dada la relevancia de estas en dicho ciclo.
Estas ciudades tienen contextos diferentes. Bogotá —la ciudad más poblada y rica de Colombia, que centraliza las agencias del Estado y actividades económicas de impacto nacional—, cuenta con una larga trayectoria de movimientos sociales, tanto tradicionales como nuevos, de escala nacional y barrial. Cali, por otro lado, es la capital de un departamento fundamentalmente agrícola al occidente de Colombia, a lo largo de su historia ha recibido un alto número de migrantes de otros departamentos cercanos empobrecidos y ha sido escenario de acciones relacionadas al narcotráfico, debido a su posición estratégica como salida hacia el Pacífico. En las dos, como en la mayoría de metrópolis latinoamericanas, la segregación socioespacial marca muchas de las pautas urbanas.
A pesar de sus diferencias, en ambas ciudades el estallido social creció rápidamente y fue comunicado mediante los abundantes relatos que aparecían en redes sociales y medios sobre diversos tipos de actos de protesta —velatones, marchas, murales, ollas comunitarias, entre muchos otros— en varios lugares dentro de las mismas ciudades, incluyendo algunos que no eran espacios habituales de protesta (Departamento de Historia y Geografía Universidad de los Andes 2021). Así, Colombia se sumó a una serie de protestas generales en Latinoamérica que se caracterizaron por ser mayoritariamente urbanas, de reclamos sobre la estructura social, con alto valor simbólico y que, en algunos casos, fueron previas a cambios significativos de tendencias electorales (Castro Riaño Reference Castro Riaño2020).Footnote 3
Además de la importancia de este ciclo para el estudio de las protestas en Colombia, la novedad del despliegue urbano invita a pensar en profundidad el rol del espacio en la protesta. Este es un tema en el que la literatura ha crecido significativamente desde el 2000, pero aún tiene importantes vacíos, especialmente en el uso de análisis espacial. Durante este tiempo, se ha avanzado principalmente en crear un andamiaje teórico que indica conceptos claves para este tipo de análisis como la segregación, escala y movilidad (Routledge Reference Routledge2017; Sewell Reference Sewell, Aminzade, Goldstone, McAdam, Perry, Sewell, Tarrow and Tilly2001), además de la relación con procesos de construcción territorial (Souza Reference Souza2016; Mançano Fernandes Reference Mançano Fernandes2012). Estos autores coinciden con el vacío, señalando que cuando se aborda la dimensión espacial es generalmente mencionada como una contextualización, sin que haya un debate espacial en profundidad quedándose en la dicotomía urbano-rural. También mencionan que hay muchas confusiones sobre el rol del espacio, dado que se ponen en la misma bolsa protestas originadas en situaciones espaciales (temas de justicia espacial como vivienda, acceso al agua, u otros temas relacionados con derecho a la ciudad) con análisis espacial de protestas.
Asimismo, Miller y Nicholls (Reference Miller and Nicholls2013) mencionan que, a pesar de la extensa literatura en movimientos sociales urbanos, falta mayor detalle sobre las relaciones entre el espacio y/o procesos urbanos y las protestas, por lo que la categorización de los movimientos no dista de la planteada en el resto de textos sobre protestas. Algunos casos que se han aventurado a aplicar/explorar este tema han presentado avances con análisis sobre la multiescalaridad de la protesta (Bishara Reference Bishara2021), el uso de bases de datos georreferenciadas a escala metropolitana (Karduni y Sauda Reference Karduni and Sauda2020), uso de etnografías (Jansen Reference Jansen2001) y la importancia de la proximidad para activar redes y articular emociones colectivas (Wang, Ye y Chan Reference Wang, Ye and King-chi Chan2019). Ellos, desde sus diferentes puntos de análisis, concuerdan con la necesidad de seguir abriendo rutas de análisis espacial porque la literatura aún es corta. En Latinoamérica, a pesar de un extenso trabajo sobre movimientos sociales —que incluye perspectivas geográficas que hayan contribuido activamente a la teorización del tema—, los estudios de caso son escasos.
En Colombia, esto es aún más visible dado que la mayoría de trabajos sobre protesta se centran en explicar y caracterizar los movimientos sociales desde sus aspectos de interacción entre instituciones y actores, motivaciones e historia (Archila Neira Reference Archila Neira2005; Cruz Reference Cruz2016). Cuando se habla de espacio la discusión colombiana aún es superficial. Esto se ve en trabajos como el de López (Reference López1987) quien fue pionero en el tema, pero su texto no superó la dicotomía urbano-rural y lo poco que abordó de lo urbano es obsoleto, dados los procesos de desarrollo urbano implantados de 1990 en adelante. Después de él, se han realizado otras investigaciones sobre el tema, pero que caen en la categoría de estudio de situaciones originadas espacialmente sin análisis espacial detallado como las de Hidalgo y Camargo (Reference Hidalgo and Camargo2015) o la de Urbina-González y Zambrano-Pantoja (Reference Urbina-González and Zambrano-Pantoja2009), ambas sobre protestas barriales bogotanas con impacto nacional.
Frente al Paro de 2021, hay una literatura construida durante el desarrollo de las manifestaciones. Se trata principalmente de informes de universidades y centros de pensamiento que hacen análisis de coyuntura centrados en los actores, los reclamos, las dinámicas institucionales y violaciones de derechos humanos (Camacho Muñoz et al. Reference Camacho Muñoz, Guerrero-Bernal, Garzón and González-Cepero2021; CIDH 2021; Cinep/PPP 2021). En ellos el tema espacial es tratado de manera tangencial. Uno de los pocos trabajos que intuitivamente explora el tema es el de Hernández Lara (Reference Hernández Lara2021), quien habla de la importancia que estaba teniendo la dimensión barrial en Cali y formula algunas ideas sobre el porqué de ese fenómeno.
En este marco, la pregunta de investigación es ¿cuáles son las características espaciales, a escala metropolitana, de la protesta durante el Paro Nacional de 2021, en Bogotá y Cali? Para ello se busca construir visiones panorámicas, no de espacios particulares, de la espacialidad de la protesta en las dos ciudades, relacionándola con las dinámicas del repertorio, la segregación (transporte y pobreza) y los procesos de territoriales. Por lo tanto, esta investigación contribuye a expandir la limitada literatura de análisis espacial de protestas, pero, especialmente, da nuevas luces sobre la forma en que movimientos sociales emergentes interactúan en la construcción del espacio urbano, generando así una caracterización de estos asociada a su espacialidad —algo que se había asociado a movimientos rurales, principalmente (Svampa Reference Svampa2008; Mançano Fernandes Reference Mançano Fernandes2012). Consecuentemente, se muestra cómo el espacio urbano contribuye en la construcción de identidad política.
Antecedentes teóricos sobre movimientos sociales
En ese sentido, es relevante revisar la extensa literatura sobre movimientos sociales, la cual plantea algunos elementos que son útiles para este análisis espacial, porque se conectan con procesos urbanos. Estos son la variedad de acciones empleadas por los manifestantes —el repertorio—, las relaciones con la pobreza e infraestructura y los procesos de territorialización.
El primero, es un tema ampliamente debatido en el ámbito de la política contenciosa al ser considerada una forma de caracterizar los movimientos sociales (Tilly y Tarrow Reference Tilly and Tarrow2007). Entre los debates sobre las tácticas y los repertorios, se hace énfasis en que estos permiten identificar elementos claves que varían con la protesta y los movimientos como su capacidad organizativa, política y simbólica (Van Dyke y Taylor Reference Van Dyke, Taylor, Snow, Soule and Kriesi2004). A pesar de que en los trabajos teóricos se reconoce la gran variedad de acciones disponibles para los movimientos, los estudios de caso que analizan sistemáticamente un gran número de eventos de protesta tienden a categorizarlas de manera dicotómica entre violentas y pacíficas y, en algunos casos más amplios, incluyen las acciones disruptivas. Este fenómeno sucede tanto en estudios latinoamericanos (Disi Pavlic Reference Disi Pavlic2020; Sandoval Reference Sandoval2020; Barrera y Hoyos Reference Barrera and Hoyos2020; Indepaz 2021) como europeos y norteamericanos, visible en los trabajos de Huff y Kruszewska (Reference Huff and Kruszewska2016) y Piven y Cloward (Reference Piven and Cloward1979). Esta división funciona muy bien para análisis de impacto de los movimientos en términos institucionales y mediáticos, pero es insuficiente para entender las protestas como acciones urbanas dado que habitar la ciudad implica relaciones afectivas, de movilidad, simbólicas y comunitarias, que en algún grado dependen del espacio.
El segundo, es la influencia de la condición socioeconómica de los manifestantes en la protesta, especialmente en los repertorios que usan. Hay una idea recurrente en la literatura que explica que manifestantes empobrecidos eligen acciones violentas y/o disruptivas por verlas como la única forma de ser escuchados, dado que las vías institucionales les invisibilizan sus reclamos al carecer de capitales sociales, económicos y políticos (Piven y Cloward Reference Piven and Cloward1979). Esta idea es debatida dado que tiende a la generalización y relega a un segundo plano la generación de otros costos para los movimientos. Por ello, en particular desde los análisis centrados en los recursos de la protesta del 2000 en adelante, se han identificado otros factores que relativizan esta tesis y concluyen que no es una situación absoluta, sino que recursos organizativos, culturales y morales afectan el repertorio (Edwards, McCarthy y Mataic Reference Edwards, McCarthy and Mataic2018). Así, el perfil de los integrantes, sus valores y/o la causa que los reúne (Angelcos, Roca y Cuadros Reference Angelcos, Roca and Cuadros2020); la cantidad de manifestantes (Disi Pavlic Reference Disi Pavlic2020); o su relación con la opinión pública (Huff y Kruszewska Reference Huff and Kruszewska2016) han demostrado ser modificadores de esta conducta.
La espacialización de esta idea tiene que ver con la segregación de la ciudad contemporánea, entendida como “la distribución inequitativa de distintos grupos poblacionales en el territorio” (Álvarez Rivadulla Reference Álvarez Rivadulla2021, 15). En ese sentido Wacquant (Reference Wacquant2007) plantea que el modelo urbano prevalente fomenta la segregación socioespacial que contribuye a una desarticulación política de la clase trabajadora y a disminuir su incidencia a través de mecanismos institucionales. Además de la sectorización del modelo de desarrollo, hay otro elemento clave para entender la segregación: el acceso a infraestructuras urbanas. Lemanski (Reference Lemanski and Lemanski2019) explica que ese acceso es clave porque la infraestructura es percibida como una materialización del Estado, por lo que la relación que se tenga con esta se transfiere a cómo se percibe el Estado.
El tercer elemento es la construcción de territorio, o procesos de territorialización. Para ello es clave entender el concepto de territorio como porción de superficie terrestre declarada o asociada con un grupo particular o entidad política, la cual provee de contexto espacial físico y social a acciones humanas, además de involucrar relaciones de poder (Dahlman Reference Dahlman2009). En ese contexto, es clave separar bordes de límites, en función de que el primero es la zona de transición entre dos territorios, y el límite es la barrera que marca la diferenciación de territorios —la cual puede ser administrativa o solamente social— (Sánchez Reference Sánchez Ayala2015). Así, se puede explicar que territorialización es una práctica espacial que se ocupa de apropiar un territorio en términos afectivos, lograr autonomía e identidad (Souza Reference Souza2016).
En este punto es clave retomar la idea de que los movimientos sociales configuran procesos sociales por lo que distinguirlos permite entender sus dinámicas. Para ello se usa con frecuencia la relación movimientos-repertorio que, además de caracterizar, clasifica los movimientos sociales entre clásicos —fundamentalmente los de trabajadores— y nuevos —una categoría muy heterogénea que reúne desde los estudiantiles de los 80 (Medel y Somma Reference Medel and Somma2016) hasta los ambientales latinoamericanos surgidos en los 2000 (Zibechi Reference Zibechi2008). Ambos grupos participan en las protestas generales, tienen un nivel organizacional previo a estas, y no necesariamente están caracterizados por cuestiones urbanas, a diferencia de los que surgen en las protestas generales. Así, este artículo utilizará el término Movimientos Sociales Urbanos Emergentes (MSUE) para denominar a grupos que se crean y organizan, en ciudades durante protestas generales y alcanzan suficiente capital político para ser interlocutores con instancias gubernamentales.
Metodología
La metodología empleada es el estudio de caso, más específicamente lo que según Levy (Reference Levy2008) son casos generadores de hipótesis. Para esto se seleccionan dos ciudades: Bogotá y Cali, dado que la primera fue la que tuvo más eventos (Camacho Muñoz et al. Reference Camacho Muñoz, Guerrero-Bernal, Garzón and González-Cepero2021), y la segunda representó el impacto regional de la protesta y se convirtió en uno de los epicentros del Paro Nacional (CIDH 2021).
Los métodos de recolección de la información son revisión de prensa y de redes sociales, los cuales son insumos para construir una base de datos de acciones geolocalizadas a escala urbana. Las fuentes son: Twitter, El País Cali y Q’hubo-Cali, El Espectador y Publimetro, entre abril 28 y junio 14 de 2021, fechas que corresponden al inicio del Paro Nacional y al desenlace positivo de las negociaciones entre el Gobierno y el Comité del Paro.Footnote 4 Estos datos se contrastan con fuentes oficiales de datos geoespaciales abiertos sobre pobreza multidimensional, divisiones territoriales institucionales y el trazado de rutas de transporte público operativas para el año 2021.
Las treinta y una acciones espaciales encontradas son categorizadas en siete repertorios (Figura 1) para reconocer la diversidad de acciones, más allá de la triada violentas-disruptivas-pacíficas recurrente en la literatura. Aquí se reconoce que pacíficas pueden ser muchas acciones diferentes, por lo que se distingue entre aquellas que implican conflictos y las que simplemente generan incomodidad, además de incorporar categorías asociadas a territorialización como resignificación, tejido social y acciones políticas alternativas como las artísticas o ceremoniales. Como menciona Disi Pavlic (Reference Disi Pavlic2020), un evento puede tener más de un repertorio, por lo que hay traslapos de acciones. En total se identificaron 1447 acciones (778 en Bogotá y 669 en Cali).
El análisis es de tipo espacial cartográfico, el cual es un método mixto que usa la espacialización de datos para identificar comportamientos derivados de características espaciales como proximidad, conectividad, intersección, confluencia, entre otros. Adicionalmente, para eventos específicos, se triangulan los datos con información cualitativa extraída de las mismas fuentes.
Resultados
Dispersión y variedad espacial
El comportamiento espacial más visible del Paro del 2021 es la dispersión. Si bien hay zonas de concentración, los eventos abarcan la mayor parte del tejido urbano en diversos tipos de lugares y localizaciones. Esa dispersión está guiada principalmente por vías principales, que sirven de límite entre diferentes zonas, y una dinámica de centro-periferia. Como se ve en la Figura 2, casi la totalidad de las divisiones institucionales territoriales cuentan con al menos un lugar de protesta; las que no lo hacen, están asociadas a lugares con baja habitación como parques/reservas. La dinámica de la concentración se puede describir con tres franjas, además de las vías principales. La primera, sobre los centros históricos, y su primera expansión (borde oriental en Bogotá y occidental en Cali); otra intermedia entre dicho centro y las periferias urbanas, la cual tiene pocos lugares de protesta; y finalmente, una sobre la periferia, que se mueve entre la ausencia de eventos o la acumulación de los mismos en focos. Vale mencionar que, en el caso de Cali, sobre las salidas de la ciudad hay una gran cantidad de lugares relevante.
La forma de dispersión también tiene que ver con la infraestructura de transporte. Bogotá y Cali tienen sistemas BRT —Transmilenio y MIO, respectivamente— que se caracterizan por el uso de troncales —carriles exclusivos de bus—.Footnote 5 En la zona de influencia de desarrollo urbano de Transmilenio, definida por Vergel-Tovar y Rodríguez (Reference Vergel-Tovar and Rodríguez2022) como quinientos metros de offset de las troncales, se ubican el 80,5 por ciento de los lugares de protesta. En Cali, ese valor es del 67,9 por ciento, pero allí el sistema no funciona solo con troncales, sino con servicios que entran y salen de estas. Si se tiene en cuenta un área de influencia menor —cincuenta metros— para estas rutas, el 94,5 por ciento de los lugares estarían sobre áreas de influencia del MIO.
Esa dispersión no se ve solamente en la localización, sino también en los tipos de espacios donde se llevan a cabo los actos. La variedad de los lugares se ve en la relación entre el tipo de espacio y los repertorios. Las variables de espacio son: la calle —indiferente de si es vía principal, en intersección o barrial—, infraestructuras —de seguridad, como los CAI,Footnote 6 y de transporte, como estaciones de bus—, sedes de entidades —públicas o privadas—, equipamientos, espacios públicos abiertos —plazas o parques—, y comercio e industria. Estas variables se contrastaron con el repertorio de protesta. Se destaca que en los tipos de espacio más utilizados no hay una preponderancia de un único repertorio, por el contrario, la tendencia es que en la mayoría de lugares se desarrollan de los siete tipos acciones como muestra la Figura 3.
También es relevante que el segundo tipo de espacio más usado sea la infraestructura. A pesar de una narrativa mediática enfocada en mostrar que son lugares de acciones violentas (Presunto 2021), los datos muestran que allí suceden acciones de todos los repertorios, que suman más que las violentas. La fuerza de la infraestructura como lugar de protestas también está relacionada con el rol de “imá” que juegan las redes de transporte público.
Estos datos muestran que hay preferencia por lugares de fácil acceso (y desalojo) —calle e infraestructura, y en menor medida espacios abiertos, que son menos prácticos por la posibilidad de ser controlados espacialmente desde las esquinas— sobre espacios con valores exclusivamente simbólicos como monumentos o sedes gubernamentales. Adicionalmente, es relevante que los actos de resignificación no están atados a un tipo de espacio en particular.Footnote 7 Lo que implica que lo simbólico no depende solamente de condiciones preexistentes del espacio, sino que es un proceso que también se da por el desarrollo de los eventos en una suerte de retroalimentación entre practicidad y significado. A medida que estos se van repitiendo constantemente en el marco del Paro, se vuelven referentes del fenómeno político y adquieren nuevos significados.
En cuanto a los movimientos sociales, el 76 por ciento corresponde a acciones sin un movimiento u organización responsable, sin embargo, vale aclarar que en muchas de las publicaciones de prensa no se reconocen las Primeras Líneas —los movimientos sociales más visibles del Paro.Footnote 8 Es decir, dichos movimientos y los ciudadanos sin afiliación concentraron la mayoría de acciones
Repertorio: Evolución y patrones espaciales
Los días de mayores acciones fueron aquellos donde los sindicatos con mayor trayectoria —movimientos sociales clásicos—, agrupados en el Comité del Paro, hacían la convocatoria, es decir los miércoles y fechas representativas como el 1 de mayo, o el 28 mayo —día en el que se conmemoraba un mes de Paro— (Figura 4). Asimismo, las acciones empezaron a disminuir y los bloqueos a levantarse a medida que las negociaciones de estos grupos con el Estado empezaron a apuntar a un acuerdo.
La duración del Paro también influye en la dinámica de la localización del repertorio. Por un lado, el repertorio crece cuando se supera una etapa inicial que muestra que las protestas son indefinidas en el corto plazo (Figura 4). Inicialmente el repertorio se centra en acciones más tradicionales como las disruptivas (marchas, plantones, concentraciones), confrontacionales (bloqueos principalmente) y violentas (disturbios y destrucción de infraestructura). Luego, con el paso de los días, aumentan las acciones ceremoniales y artísticas —que pasan a ser promovidas de manera autónoma sin depender de otras acciones—, además de la construcción de tejido social y resignificación. Algunas de esas nuevas acciones están asociadas a situaciones que se dan en la protesta misma; por ejemplo, acciones ceremoniales como respuesta a asesinatos perpetrados por la fuerza pública durante actos violentos. Los actos de resignificación, por su parte, suelen surgir después de varios días de ocupación de un espacio específico, acompañados de un repertorio diverso. Además, se observa que con el tiempo también se expanden a más espacios. En Bogotá, el primer día se registraron 31 lugares, que aumentaron a 142 la primera semana hasta alcanzar un total de 301, a lo largo de los cuarenta y cinco días de protestas. En Cali, el 28 de abril se registraron 15 puntos, que aumentaron a 78 al cabo de una semana, alcanzando un total de 140.
Otro aspecto relevante es que fueron identificados 1.200 eventos, de los cuales 190 incluyeron diversos repertorios usados de manera simultánea, y 80 de ellos terminaron en acciones violentas, por la intervención de las fuerzas armadas. Un ejemplo de una secuencia de eventos de este tipo se ve en la Figura 5.
También es visible que, si bien la dispersión de la protesta es general, los repertorios tienen comportamientos específicos que varían entre las dos ciudades (https://youtu.be/bJ9SL2xLxKw). Las acciones artísticas ejemplifican esta situación; tienen focos en los nodos de aglomeración de eventos —lugares sistemáticamente ocupados en la protesta— en ambas, pero solo en Bogotá desarrollan una zonificación. Como muestra la Figura 6, el centro ampliado de Bogotá es la zona donde aparece de manera sistemática este repertorio. En Cali, por el contrario, no solo hay un bajo uso de este tipo de acciones, sino que no responde a patrones zonales, apareciendo exclusivamente en lugares consolidados.
Analizar en detalle la espacialización de los repertorios también permite evidenciar estrategias espaciales generales de la protesta. En Cali, esta estrategia estuvo centrada en el control espacial, como se muestra la Figura 7. Esto es visible en que el repertorio más usado fue el confrontacional (bloqueos principalmente), siendo menos diversificado que en Bogotá. Ese repertorio se desarrolló en dos tipos de puntos: los accesos a la ciudad y los que están sobre las vías que conectan la Cali de norte a sur. Esto hizo que la protesta no solo tuviera mayor visibilidad, sino que dicha estrategia fuera usada como instrumento de presión en las negociaciones de las demandas ciudadanas, lo que a su vez generó una respuesta sistemática de acciones en contra de la protesta.
Discusión
Difusión y agencia
La dispersión espacial de la protesta es tanto un reflejo como una causa de mayor agencia de ciudadanos que no están directamente asociados a movimientos sociales tradicionales. Esto se evidencia en que, en los primeros días del Paro, no solo aumentaron las acciones, sino también el número de lugares donde se llevaron a cabo las protestas.
El nivel de difusión alcanzado en las dos ciudades influyó en el alcance de la protesta y es un camino a la diferenciación de los movimientos sociales urbanos emergentes (MSUE). La gran cantidad de lugares, sin una única concentración, le dio fuerza a la protesta y no solo facilitó su visibilización a nivel nacional, sino que facilitó que más gente se uniera a ella. Routledge (Reference Routledge2017) señala que ocupar espacios neutros para volverlos políticos es una forma de hacer visible el descontento. Esto, en escala urbana, se traduce en usar la extensión de la ciudad para protestar y no solo sus hitos urbanos previamente politizados, implica que espacios de la cotidianidad son reconfigurados —física y simbólicamente— a través del repertorio.
Bishara (Reference Bishara2021) señala que un elemento clave para mantener las protestas vivas es usar varios puntos de forma simultánea, lo cual, en Bogotá y Cali, se logra con espacios cotidianos —estaciones de transporte, intersecciones barriales— donde se fortalecen tanto los reclamos, y con ellos el capital político de los manifestantes, como los procesos comunitarios y facilitan la acumulación de capital político. Es decir, protestar en nuevos lugares como estrategia espacial cumple varios propósitos simultáneamente.
Esta diseminación por la ciudad, sumada a la mencionada diversidad de movimientos, corrobora la necesidad de una literatura sobre movimientos que vaya más allá de la confusa división entre clásicos y nuevos. Las dinámicas espaciales dan cuenta de un uso de la ciudad distinto entre movimientos. Mientras los clásicos usan los lugares tradicionales de la protesta,Footnote 9 los nuevos exploran rutas alternativas, por ejemplo, los grupos feministas y de disidencias sexuales LGBTQ+ en Bogotá tienen rutas y lugares distintos de los tradicionales, y los que se gestan en estas protestas MSUE definen su accionar en zonas específicas, menos móviles. En vista de que todos los movimientos mencionados en algunas ocasiones comparten repertorios, y por lo general, en algún momento exploran todas las categorías, podemos ver que la identidad espacial es un factor para diferenciar movimientos urbanos en contextos de protestas generales.
Es importante esta diferenciación porque como menciona Zibechi (Reference Zibechi2008), hay una relación desgastada entre clásicos y otros movimientos en Latinoamérica, que lleva a la diversificación de grupos que encuentran en protestas generales el contexto para surgir y organizarse. En dichos grupos, lo relevante son los procesos de territorialización que les permite el repertorio, más que buscar una identidad solamente con las acciones, como sucedía con las primeras generaciones de movimientos sociales (Van Dyke y Taylor Reference Van Dyke, Taylor, Snow, Soule and Kriesi2004). Como menciona Hernández Lara (Reference Hernández Lara2021), en Reference Hernández Lara2021 la cercanía a la vivienda fue clave porque facilitó la manutención de la protesta gracias al cuidado, algo que concuerda con los análisis de proximidad de Routledge (Reference Routledge2017) y Wang, Ye y Chan (Reference Wang, Ye and King-chi Chan2019), quienes defienden que, para la supervivencia de la protesta, hecha por grupos sin muchos recursos, es fundamental estar a distancias cortas de las redes sociales de las cuales dependen económica y socialmente.
Por otro lado, un punto relevante de la relación entre identidad y espacio es que no solo se resignifican espacios donde hay procesos de territorialización. Por ejemplo, las acciones de resignificación llevadas a cabo por grupos indígenas están condicionadas por espacios públicos donde hay algún tipo de valoración de figuras o acciones relacionadas al proceso de colonización. En ese caso, el repertorio depende del espacio, el cual puede estar en cualquier lugar de la ciudad, lo que refuerza la dispersión como característica de la protesta: importa el lugar, mas no su localización. Este tipo de acciones muestran otra dimensión de la multiescalaridad mencionada por Bishara (Reference Bishara2021) y Sewell (Reference Sewell, Aminzade, Goldstone, McAdam, Perry, Sewell, Tarrow and Tilly2001) adquiere características puntuales. Dichas acciones han sido usadas antes por movimientos en diferentes países americanos (Aguilera y Badilla Rajevic Reference Aguilera and Rajevic2022; Atuire Reference Atuire2022), lo que supone una transferencia de repertorios, por lo que el análisis espacial trasnacional es complementario al urbano.
Adicionalmente, es importante notar que estos contextos de protestas generales, donde todos los movimientos salen a la calle, permiten analizar cómo interactúan espacialmente diferentes movimientos. Esto es clave dado que, como se vio, los movimientos clásicos aportan un poder de convocatoria que no tienen los urbanos emergentes dada su escala local. Sin embargo, estos últimos tienen una capacidad de construcción de capital político más aguda, dado que usan repertorios espacializados (bloqueos territoriales sistemáticos) y activan redes de cuidado por proximidad.
Desarrollo urbano: Transporte y segregación
La dispersión, como veíamos, está relacionada con procesos como las propuestas de movilidad, pero también tiene que ver con la segregación espacial socioeconómica, ambos relacionados con los modelos de desarrollo urbano y consecuente planificación territorial. En particular, la relación con la infraestructura de transporte es una característica de estas protestas, junto con la proximidad a zonas donde se concentra la pobreza.
Para este fenómeno hay cuatro posibles explicaciones que no son excluyentes. La más obvia es que las rutas están ubicadas sobre zonas claves, tanto en términos simbólicos como prácticos para la ciudad. Otra es que la infraestructura de transporte facilita el acceso y reunión de personas que desean participar en estos hechos. Dado que uno de los puntos de tensión es reclamar la participación y apoyo de la sociedad, usar el transporte público es una forma de no pasar desapercibido a personas del cotidiano, y ser visibles a través de la incomodidad. Es la misma estrategia espacial empleada por quienes organizan muestras de arte en relación a procesos de memoria histórica (Sanabria Ordoñez Reference Sanabria Ordonez2023). Finalmente, dicha infraestructura es objeto de la protesta misma por ser una materialización del Estado, quien es el objeto de los reclamos.
Las primeras dos explicaciones hablan de una relación de practicidad del espacio con la protesta. No obstante, no son suficientes para justificar por qué se tomaban acciones sobre infraestructura exclusiva de los BRT como sus estaciones; al punto que, como se dijo anteriormente, se convirtieron en el segundo tipo de lugar más usado para protestar. La tercera y la cuarta explicación, que abordan una relación política más compleja, ofrecen una explicación más completa. La búsqueda de visibilidad se vincula con afectar las principales redes de movilidad de las ciudades, lo que implica que su obstrucción genera un efecto en cadena a escala metropolitana. Esto provoca una disrupción de las rutinas urbanas, un aspecto que Sewell (Reference Sewell, Aminzade, Goldstone, McAdam, Perry, Sewell, Tarrow and Tilly2001) considera fundamental al elegir los lugares de protesta, porque al tener impacto metropolitano desde un foco local aumenta el alcance de las manifestaciones. Esto permite hacer un primer enlace entre lo práctico y lo político. Una perspectiva más política y en relación a los procesos de desarrollo urbano es la asociación infraestructura-Estado, que tiene que ver con las implicaciones sociales y políticas de transformar el espacio físico e indica una situación de protesta indirecta a dicho modelo de transporte.
Esa relación entre la realidad material del Estado y la protesta involucra el significado de la institucionalidad en las manifestaciones y la consecuente transferencia de significado de la figura abstracta del Estado en la infraestructura. Como Lemanski (Reference Lemanski and Lemanski2019) señala, la infraestructura es un medio material a través del cual los ciudadanos interactúan con el Estado, y este a su vez puede marginalizarlos. Al tratarse de protestas generales en las cuales el Gobierno nacional es el objeto de los reclamos, tiene sentido que las acciones estén asociadas con esa representación, en particular, porque son sistemas con creciente tendencia a la desaprobación.Footnote 10
Esta asociación entre protestas y el BRT, tiene otro matiz: el modelo de desarrollo urbano que crea ese sistema. En dicho modelo, se crean nuevas centralidades a partir de las estaciones de cabecera, a las que se vinculan centros comerciales y conjuntos residenciales cerrados. Es en estas nuevas centralidades donde se da la mayoría de nodos de protesta, que son los lugares con acciones repetidas en el tiempo y variadas en repertorio. Ese patrón de desarrollo urbano ha sido estudiado y tiene como resultado la construcción de un espacio público privatizado y elitizado (Hurtado Tarazona Reference Hurtado Tarazona2007). Es decir, a pesar de proveer un servicio público, se convierte en un foco de segregación como enuncia Lemanski (Reference Lemanski and Lemanski2019).
Rossi (Reference Rossi2016) describe que en ciudades latinoamericanas se ha impulsado un modelo de ordenamiento basado en unir BRT, vivienda y centros comerciales, el cual no cumple con mejoras de condiciones de vida, pero es un éxito para sus promotores privados. Estas subcentralidades corresponden al 24 por ciento de puntos de acciones, entre ellas varios nodos clave, lo que indica que, en el marco de protestas generales, se responde a la incongruencia de tener desarrollo económico mas no social a través de estrategias espaciales.
Esta interacción con el transporte es un punto común con otras protestas latinoamericanas. En Chile en 2019, las protestas iniciaron por reclamos sobre el transporte y usaron sistemáticamente estaciones de metro para las acciones (Quiroga Reference Quiroga2020). Igualmente, en Brasil, con el movimiento Passe Livre, las acciones se han centrado en infraestructura de transporte (Kemmer Reference Kemmer2020). El uso determinante de las estaciones BRT en Colombia, al punto de caracterizar la dispersión de la protesta, refuerza una tendencia a valor los movimientos que promueven las ideas del Derecho a la Ciudad (Meyer Reference Meyer, Kaminer, Robles-Durán and Sohn2011; Harvey Reference Harvey2013) y que responden a los modelos de desarrollo con acciones contenciosas, incluso cuando estas ideas no son las motivadoras de la protesta.
En este contexto, es importante mencionar que la interacción entre sistemas de transporte y acciones de protesta no es homogénea a lo largo de las líneas del BRT en ninguna de las dos ciudades. La proximidad, mas no siempre la intersección con zonas empobrecidas —entendidas como zonas con bajo acceso a oportunidades laborales, de educación, servicios y vivienda—, parece ser el detonante en la consolidación de ciertos lugares. Esto se debe a que las dinámicas de segregación en Bogotá y Cali son distintas, reflejando procesos diferentes de ocupación territorial.
En Cali y Bogotá hay dos situaciones sobre la concentración de la pobreza que se reflejan en los focos del Paro. La primera, es la aparición de clústeres cercanos a vías principales que no se intersectan con las zonas de más altos índices de pobreza. Al no estar atravesados por transporte público los lugares se trasladan a la vía principal más cercana como se ve en puntos 4, 5, 6 y 7 de la Figura 8. La segunda, son las zonas donde el transporte es un aglutinador. En esos casos, se trata de zonas donde la pobreza está dispersa por grandes áreas y las estaciones funcionan como puntos de encuentro. Esto pasa en el oriente de Cali (puntos 2 y 3 en Figura 8) y el sur-occidente de Bogotá (puntos 1, 2 y 4 en Figura 9). Este último fenómeno ejemplifica la situación de las nuevas centralidades ya mencionada. Es decir, la gente no protesta en las zonas de mayor concentración de pobreza, sino en el lugar visible más próximo a ellas, el cual tiende a ser infraestructura de transporte. Algo que también responde a las lógicas de invisibilidad intencionada de la ciudad informal.
En estos focos de protestas se emplean todas las categorías del repertorio, pero las violentas y disruptivas tienen mayor prevalencia que en otros puntos. Esto se puede explicar con el argumento de Piven y Cloward (Reference Piven and Cloward1979) que propone que grupos empobrecidos dan prelación a actos disruptivos/violentos dado que esa es su apuesta más efectiva para incidir en política, y que es una decisión a la que llegan como último recurso cuando los actores ya no tienen más qué perder (Taylor y Van Dyke 2007).
Sin embargo, es importante mencionar que muchos de los eventos que terminan en acciones violentas no necesariamente lo hacen por estar en zonas de pobreza, sino por la forma en la que el Estado responde a la protesta disruptiva. En Colombia (Cruz Reference Cruz2016), y otros países de la región (Auyero Reference Auyero2002; Medel y Somma Reference Medel and Somma2016), las fuerzas armadas ven la protesta disruptiva asociada a la idea de enemigo interno, lo que conlleva a que esta sea reprimida violentamente. Esto se ve en la secuencia de acciones en eventos que inician con bloqueos donde hay acciones artísticas y ceremoniales y, al intentar ser dispersados por la policía, terminan en enfrentamientos, como se vio en la Figura 5.
Los nodos que se consolidan en zonas próximas a altos índices de pobreza es donde se articularon varios de los MSUE, los cuales estaban conformados principalmente por jóvenes (Cinep/PPP 2021; Hernández Lara Reference Hernández Lara2021); algo significativo en un país donde ellos votan poco (Durán Sánchez Reference Durán Sánchez2015). Que sean ellos quienes protestan en grupos organizados concuerda con lo encontrado por Angelcos, Roca y Cuadros (Reference Angelcos, Roca and Cuadros2020) en Chile, donde jóvenes en zonas de pobreza buscan formas alternativas a la política electoral para ser políticamente activos a través de colectivos contraculturales, ollas comunitarias y asambleas. Este interés por otras formas de participación más allá de la electoral es una forma de resistencia a lo que, según Wacquant (Reference Wacquant2007), es el efecto despolitizador del urbanismo neoliberal a través de marginalización. Así, dado que estamos hablando de barrios periféricos (en sentido físico y económico), donde jóvenes salieron a protestar con repertorios diversos, se puede argumentar que la protesta funciona como un catalizador para que estos grupos recuperen un sentido de actores políticos a través de la construcción del tejido social urbano.
El interés en participar políticamente gana valor en comparación con barrios que históricamente han participado en movilizaciones. En barrios como el Policarpa, en Bogotá, o el Obrero, en Cali, hay movimientos tradicionales organizados que salieron a la calle pero que no se consolidaron con la fuerza (cantidad y variedad de acciones) que tuvieron los MSUE, por lo que se podría argumentar que lo relevante no es solamente la pobreza, sino la capacidad de organización que deviene de procesos de territorialización, esto teniendo en cuenta que varios autores (Disi Pavlic Reference Disi Pavlic2020; Van Dyke y Taylor Reference Van Dyke, Taylor, Snow, Soule and Kriesi2004; Huff y Kruszewska Reference Huff and Kruszewska2016) señalan la relación entre organización y cantidad de acciones.
Territorialidad de movimientos sociales urbanos emergentes: Límites, bordes e identidad política
Souza (Reference Souza2016), Sewell (Reference Sewell, Aminzade, Goldstone, McAdam, Perry, Sewell, Tarrow and Tilly2001) y Routledge (Reference Routledge2017) validan la importancia del espacio físico para constituir el social en el marco de protestas. Según ellos, conocer el espacio permite usar conocimientos y códigos culturales para crear un soporte emocional, social y físico de la protesta. Bajo esta lógica, se identifica que hay al menos dos formas para apropiarse de espacios nuevos para la protesta: acciones en hitos urbanos neutros de uso efímero, que facilitan la congregación y permiten generar nuevos significados políticos; y los locales que se convierten en focos permanentes (mientras dura la protesta) en territorios que se están consolidando políticamente gracias a las acciones contenciosas.
En ambos hay territorialización por una iteración de la transformación del espacio por las acciones, lo que afianza procesos de identidad y autonomía que, como menciona Souza (Reference Souza2016), es un proceso de apropiación espacial. Se ve en varios escenarios de resignificación de espacios. Uno de ellos es la forma en la que se nombran los movimientos. Las Primeras Líneas adoptan el nombre del territorio que habitan (por ejemplo, la Primera Línea de Calipso, la de Puerto Resistencia, y así con casi todas). Otro es el renombramiento de lugares relacionándolos con las protestas. Por ejemplo, Loma de la Cruz a Loma de la Dignidad, Puente de los Mil Días a Puente de las Mil Luchas, entre otros. Esta estrategia es otro caso de la multiescalaridad de la protesta, ya que esta es importada de Chile y con difusión interna, como explica un integrante de la Primera Línea del Portal Resistencia en Bogotá al periódico El Espectador (Parada Reference Parada2021): “Es un ejemplo que tomamos de Chile. El más claro es Plaza Italia, en el 2019, que se convirtió en Plaza de la Dignidad. En Antofagasta fue lo mismo. Y aquí en Colombia fue cuando, de un momento a otro, Puerto Rellena en Cali se convirtió en PR —Puerto Resistencia— y era el punto más fuerte de allá. Entonces nosotros queríamos lo mismo: nuestro nombre propio. Éramos la resistencia, los que más aguantábamos, teníamos un campamento montado, entonces tocaba cambiarle el nombre a esta vaina para que la gente supiera dónde era y quedó Portal de la Resistencia”.
Igualmente, el cambio de uso de infraestructura pasando de usos policiales o de transporte a equipamientos públicos de carácter cultural colectivo, como sucede con los CAI convertidos en bibliotecas o salones comunales. En otra entrevista a El Espectador (Castañas Angulo, Muñoz Franco y Acevedo Reference Castañas Angulo, Franco and Acevedo2022) un manifestante dice: “Qué mejor manera de hacernos oír cambiando un espacio donde antes se veía la guerra, donde se veían los estragos y las barbaries que cometían los policías en la zona y que hoy es un lugar de encuentro en la educación”. En la nota también se muestra como la estación Univalle del MIO tuvo su espacialidad alterada a través de la creación de grafitis con mensajes de paz y jardines internos.
Estas situaciones van acompañadas del surgimiento de nuevos lugares en zonas cercanas, lo que reafirma el proceso de territorialización vía ocupación del espacio. Es importante remarcar que al tratarse de un proceso depende de su temporalidad, por lo que esto se da solo después de varios días de protestas en los mismos puntos y es imposible precisar el momento exacto en el que suceden.
Asimismo, otra forma de territorializar es usar los elementos físicos que constituyen la noción de territorio. Por lo tanto, la interacción con los bordes y límites —tanto los que estaban definidos institucionalmente, como aquellos que se construyen orgánicamente en la cotidianidad— se convierte en una característica fundamental. Al asumir esta dinámica, estos movimientos urbanos se consolidan, en términos de Mançano Fernandes (Reference Mançano Fernandes2012), como socioterritoriales; es decir, dejan de simplemente existir en el espacio al usarlo como herramienta fundamental de identidad contenciosa, algo que se asumía específicamente para movimientos rurales (Svampa Reference Svampa2008).
En la interacción con bordes y límites se identifican tres situaciones: las aglomeraciones por proximidad, el desplazamiento por atracción y los conflictos en límites socioeconómicos (Figure 10). Estos patrones son formas de construir la identidad de los movimientos sociales a través de procesos espaciales.
Aglomeración por proximidad: Lineal y focal
El fenómeno espacial más repetido en nodos fue el de la aglomeración sobre los bordes de varios territorios, principalmente aquellos en donde hay altos índices de pobreza multidimensional. La aglomeración se da de dos formas: lineal y focal. La primera se da mayoritariamente en vías con infraestructura de transporte público, y los lugares se dispersan linealmente sobre esa vía que funciona como límite. La segunda se trata de un único lugar que concentra las acciones de protesta y, eventualmente, genera una dispersión a lugares cercanos.
Esta situación se da en lugares como el Portal Américas, Puerto Rellena —permanente— o el monumento a Héroes —efímero—, entre muchos otros. Estos lugares en general no corresponden a un territorio específico, sino que están sobre el borde compartido de varios. Por lo tanto, en este caso lo que se evidencia es el uso de ese borde para mayor visibilidad, facilitar confluencia y configurar nuevas configuraciones territorialidades.
Desplazamiento por atracción
Hay territorios que no desarrollan sus actos de protesta en el interior o borde de los mismos, sino que se desplazan a un elemento externo, puntual o lineal, donde se concentran esas acciones. El elemento generalmente es sobre una vía principal, concretamente intersección y/o infraestructura de transporte, y la relación con la pobreza es por proximidad, no intersección. Es un fenómeno que sucede principalmente en Cali por las características de su tejido urbano, el cual es altamente fragmentado.
Dadas las condiciones de dominio territorial que se dieron en Cali, varias acciones de protesta tuvieron desenlaces violentos que incluyeron asesinatos de manifestantes. Estos hechos detonan el uso de otros repertorios: los ceremoniales. Por el carácter íntimo de ese repertorio y el mencionado desplazamiento, este no se lleva a cabo solamente en los lugares donde se ejerce el dominio territorial, sino también al interior de los barrios de donde provienen los actores. Este fue el caso de los puntos de Meléndez y Paso del Comercio, donde las velatones y actos religiosos se realizaron tanto en el lugar del bloqueo como dentro de barrios próximos que no estaban en contacto con el foco de protestas. Por ejemplo, el asesinato de Yinson Angulo se dio en el Paso del Comercio el 1 de mayo (Redacción Q’hubo 2021) y las velatones de homenaje se dieron dos días después al interior de Floralia (Parada y Giraldo Reference Parada and Giraldo2021), un barrio cercano donde él vivía. Este tipo de fenómeno se dio en 17 lugares diferentes en Cali y Bogotá.
Límites socioeconómicos
Otro patrón definido por las relaciones de los territorios con los límites, es el que se da sobre límites que separan zonas con fuertes contrastes sociales y/o económicos. Al igual que en los otros patrones, los nodos de protesta no se concentran al interior de los barrios; no obstante, en esta situación responde a un interés de visibilidad, e incluso de conflicto, mas no de congregación. Estos límites son visibles tanto en la morfología urbana como en las características físicas de los dos entornos y suelen estar definidos por vías principales, en particular nodos claves de movilidad.
Si bien en Bogotá hay algunos puntos que responden a esta situación, el patrón no es tan visible dada la manera de segregación sur-norte de la ciudad. En Cali es donde, nuevamente, se ve este patrón de forma más intensa, en especial en dos lugares: los accesos del oeste (Figura 10) y del sur. En estos se puede identificar espacios de apoyo (ollas comunitarias, asistencia médica) al interior de los barrios cerca al nodo de protesta.
Una particularidad de estos lugares es que no solo concentran el repertorio de acciones de la protesta social, sino de aquellos que están en contra de la misma, quienes usan otras acciones, una suerte de contrarrepertorio. Estas acciones no tienen tanta variedad como el repertorio y se mueven entre acciones simbólicas y de violencia —tanto estatal como de civiles armados. En el caso de Portada al Mar fue notorio como en varias ocasiones hubo enfrentamientos violentos donde civiles armados apoyaban las acciones represivas de las fuerzas del Estado, así como marchas convocadas por organizaciones de personas que se hacían denominar “ciudadanos de bien”Footnote 11 .
La consolidación de estos puntos se dio a través de una estrategia de dominio territorial basada en el uso recurrente de bloqueos, algo que condujo a que, aunque el repertorio no fuera tan variado (a pesar de usar de todos los tipos de acciones), la ocupación espacial fuera más constante. El desgaste y peligro de esta acción confrontacional obliga a un nivel de organización territorial mayor, donde se prioriza el dominio espacial sobre la diversidad de la protesta. Adicionalmente, este repertorio es un elemento común en un movimiento social que, si bien se agrupó en la Unión de Resistencias de Cali —URC—, era profundamente heterogéneo. El dominio territorial a su vez llevó a enfrentamientos sistemáticos con las fuerzas armadas del Estado. La violencia resultante en muertos y heridos fortaleció la construcción de significado de esos lugares, generando un efecto opuesto a la disuasión esperada por el Estado. Esa construcción de significado espacial, derivada del uso repetido de lugares, sirvió como una para el desarrollo de la identidad política de las primeras líneas y, por extensión, para la consolidación de nuevas territorialidades urbanas.
Conclusiones
Las manifestaciones espaciales de las acciones de protesta son variadas en función de la naturaleza del proceso político, las condiciones urbanas preexistentes y, principalmente, el grupo que las desarrolle. La principal característica es la gran variedad lugares, que abarcan casi la totalidad de los territorios urbanos en las dos ciudades. De ello deriva la posibilidad de estrategias espaciales asociadas a tipos de repertorio, las cuales tienen impactos en la efectividad política de la protesta. Otra característica es que, si bien la protesta está en toda la ciudad, esta sigue patrones de dispersión y concentración; los más destacados: concentraciones en centros y periferias —no en espacios de transición urbana—, y la localización sistemática sobre vías principales, especialmente las que tienen servicios de transporte masivo. Por otro lado, el rol de la pobreza en la definición de lugares está más asociado a proximidad que a intersección, esto para tener mayor visibilidad. La última característica es la importancia de la consolidación de lugares de protesta como forma de caracterizar movimientos sociales urbanos emergentes, en función de su interacción con límites y bordes territoriales.
Así, la dispersión espacial habla de una descentralización, en proceso, de los movimientos sociales. La protesta dispersa en la ciudad permitió visibilizar el desmarque de movimientos tradicionales; que conlleva una mayor agencia de la ciudadanía en general y la posibilidad de surgimiento de movimientos sociales basados en su territorialidad. Por lo tanto, en las protestas urbanas en general, los movimientos son mejor caracterizados por sus comportamientos espaciales que por sus repertorios, dado que el uso de diversas acciones es algo común a varios de ellos. Esto representa una novedad para espacios los urbanos, dado que los movimientos urbanos han sido considerados como genéricos en la consolidación territorial (Svampa Reference Svampa2008). Sin embargo, aún hay tensiones por resolver y consolidar estos movimientos, dado que aún dependen de la capacidad de convocatoria de los clásicos. Por lo tanto, el espacio es una herramienta para mostrar independencia en las acciones políticas, y la dispersión también indica una mayor facilidad para mantener viva la protesta al facilitar la activación de redes de cuidado.
En lo que respecta a los procesos de desarrollo urbano, se destaca que las tensiones entre estos y los movimientos sociales contemporáneos no necesitan ser los motivos de la protesta para poder caracterizarla, y que hay una fuerte coincidencia de ciertos modelos de desarrollo, de pobres resultados sociales, con nodos de protesta. No es clara la causalidad de esta relación, lo que sugiere que es un tema que merece explorarse con metodologías cualitativas para evaluar acción colectiva. Asimismo, al ser un factor en común con otras protestas latinoamericanas como Chile y Brasil es relevante profundizar en estudios comparativos para evaluar el grado de incidencia de los diferentes modelos de desarrollo urbano.
Frente al muy debatido rol de la pobreza y la violencia, es necesario mencionar que la narrativa construida por los medios y otras áreas del conocimiento es incompleta. La pobreza no define los lugares tanto como la visibilidad, a pesar de que exista una relación. Así, la gente protesta en lugares de visibilidad cercanos a zonas de pobreza, sin que el nivel de esta sea lo más relevante. Por otro lado, el uso de estrategias disruptivas y violentas en zonas de pobreza no tiene que ver solo con que es la mejor forma de incidir para actores sin acceso a rutas institucionales, sino también con la forma violenta en la que el Estado decide enfrentar las protestas en esos lugares. Esto se conecta con que los actores —jóvenes empobrecidos— busquen en la protesta una alternativa de participación política distinta a la electoral, y que al combinarla con otras prácticas comunitarias funciona como un catalizador de procesos sociales identitarios.
En vista de que hubo cambios significativos en las elecciones posteriores al estallido, sería de gran valor evaluar las diferencias electorales en participación e ideología en estos lugares, complementado por entrevistas que expliquen las causas de los cambios. Lo electoral se conecta con la coincidencia de procesos de protestas masivas en la región. En ese sentido, vale destacar que Colombia recogió tácticas y repertorios externos, principalmente de Chile, país que también pasó de un gobierno de derecha a uno de izquierda en las siguientes elecciones, al igual que Bolivia (Castro Riaño Reference Castro Riaño2020). Sería interesante que futuras investigaciones exploraran tanto esta dimensión espacial de la multiescalaridad regional, como la de la territorialización de la protesta.
En cuanto a los procesos territoriales queda claro que la protesta aumenta las formas de apropiación del espacio urbano al activar distintos procesos de transformación física paralelos a cambios de significado. Algunas de ellas plantean oportunidades de gestión del ordenamiento territorial al clarificar las interacciones entre territorios. Otras cuestionan los valores culturales que aceptan las ciudades, en particular frente al nombramiento de lugares y creación de monumentos.
Agradecimientos
Este artículo no hubiera sido posible sin el soporte de varias personas. A Laura Marcela Campos, Angélica Manosalva, Laura Juliana Sanabria y Luis Sánchez, mi agradecimiento por acompañar de muchas formas este proceso.