Published online by Cambridge University Press: 02 January 2018
Dedico este ensayo a mi querida amiga Luisa Nélida Gerino, ejemplar compañera del Maestro.
La primera impresión que acude a mi memoria pensando en Berni es la de un viaje que realicé a Rosario en compañía de su mujer y de su hijo. Berni estaba a la sazón en Europa y nuestra visita tenía como motivo inaugurar en el Museo Castagnino de esa ciudad, una muestra de los grabados que habían obtenido para Berni el galardón más alto que otorga la Bienal de Venecia. El recuerdo aludido se vincula sin duda al hecho de que Berni es de Rosario y que, aunque vagamente, conservo en la retina algún paisaje suyo cuando el artista casi adolescente reflejaba las impresiones del campo santafesino: el cielo claro, los trigales, la opulencia de la llanura reventona de cosechas, un aire de prosperidad agrícola que envuelve al viajero durante la travesía de esta región, el ganado gordo, el sol brillante, el paisano bien alimentado. Una trayectoria elíptica hasta las villas miseria que ocupan una de sus más recientes etapas pero en las que se conserva de algún modo la exuberancia de una riqueza natural que sin duda acompaña a Berni desde la niñez y que ha quedado estampada en su subconsciencia con la fuerza de un tatuaje.