Introducción
Estudios sobre la existencia de mercados en plazas durante el período prehispánico en el área maya han sido tema de amplias investigaciones arqueológicas en la última década. Una revisión de la literatura publicada a lo largo de este período revela que varios de esos espacios, que aparentemente tuvieron fines de intercambio económico, han sido—supuestamente—identificados en varios asentamientos de los períodos clásico y posclásico. Además, esta identificación en campo de plazas donde se establecieron mercados está siendo considerada como la expresión material de la información registrada en documentos coloniales y, también, se afirma que los datos lingüísticos y etnográficos corroboran la información arqueológica. De hecho, en esta misma literatura arqueológica se sugiere que el mercado que existió en Tlatelolco, y que conocieron los españoles que conquistaron la Nueva España, es el modelo o arquetipo para comprender cómo funcionaron los mercados en Mesoamérica.
Sin embargo, si alguien que estudia mercados prehispánicos en el área maya procede con cautela al revisar la información histórica, lingüística y etnográfica asociada con la evidencia arqueológica, pronto se dará cuenta de tres aspectos que destacan en particular y que son objeto de análisis en este trabajo. Primero, los documentos coloniales son una fuente de información limitada y ambigua. Segundo, los datos lingüísticos revelan numerosos términos económicos que definen acciones de intercambio que ocurrieron durante la época prehispánica y que no han sido considerados en la reconstrucción de transacciones económicas realizadas antes del siglo dieciséis. Tercero, las investigaciones etnográficas modernas sobre el intercambio económico en mercados explican estas transacciones como parte de un mundo más complejo donde se producen y refuerzan interacciones sociales que están más allá del exclusivo aspecto económico.
Por ejemplo, si la investigadora o el investigador usa fuentes primarias—es decir, fuentes históricas coloniales de los primeros conquistadores que llegaron al área maya en las décadas de 1520 y 1530—encontrará una situación decepcionante: solamente existe la mención de un mercado prehispánico por los españoles. Este mercado se encontró en el año 1524 en un asentamiento ubicado en el extremo este del Soconusco (Chiapas), justo donde inicia la elevación de las tierras altas mayas en Guatemala.
Otros tres aspectos de altísima importancia por considerar con las fuentes coloniales primarias fechadas entre 1519 y 1550 es el significado de las palabras, el punto y coma y los dos puntos que aparecen en esos textos históricos. Con relación al sentido de las palabras, es importante señalar que el autor de este trabajo se ha apoyado en el Diccionario de Autoridades 1726–1739 de la Real Academia Española, con el objetivo de precisar el significado de palabras específicas, ya que en este diccionario de lengua castellana se “explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua” hablada y escrita entre los siglos dieciséis y diecisiete. En otras palabras, hay importantes diferencias de significado entre las palabras utilizadas en la lengua castellana de los siglos veinte y veintiuno y aquellas de hace 400 ó 500 años.
Con referencia al punto y coma—también denominado semicolon o colon imperfecto—este es un signo ortográfico que relaciona unidades con significados discursivos opuestos, o en palabras de Ridao Rodrigo (Reference Ridao Rodrigo2019:1410, véase también 1405), divide “cláusulas con significados [para] separar la explicación del ejemplo que ilustra”. Los dos puntos—reconocidos como colon o colon perfecto—también dividen las cláusulas en dos para introducir un discurso (Delgado García Reference Delgado García2017:12, 31). Para cada uno de estos casos se presentan ejemplos que tienen que ver con Guatemala y Nicaragua.
Parece ser que las plazas de asentamientos prehispánicos mayas fechadas antes del siglo dieciséis pudieron haber sido el escenario de una amplia variedad de actividades que involucraron no solamente transacciones económicas sino también celebraciones religiosas, banquetes y/o festivales con música. Datos lingüísticos analizados en este trabajo sugieren que la palabra plaza en varios dialectos mayas se refiere a un espacio abierto como se reporta en yucateco, mam, tzotzil, tzeltal y, ya en el siglo dieciséis, la palabra mercado en castellano se sumó a la palabra plaza para darle el significado que conocemos hoy día.
Aparentemente, a partir del siglo dieciséis los hablantes del lenguaje maya homologaron el uso de la palabra castellana mercado para también designar a las plazas como el lugar exclusivo de transacciones económicas en la compra y venta de productos como una actividad que se realizaba todos los días o periódicamente. La ocurrencia de intercambios económicos efectuados en plazas debió de haberse sumado a una larga tradición prehispánica en la cual fiestas y festines—celebradas ocasionalmente—cobijaron actividades de compra y venta en ese espacio. Por lo tanto, una de las propuestas de este trabajo argumenta que la función exclusiva de las plazas utilizadas como mercados de manera cotidiana en el área maya pudo haber ocurrido muy tardíamente—es decir, a partir de la segunda mitad del siglo quince, o bien, definitivamente en el siglo dieciséis.
El mercado de Tlatelolco ha sido propuesto como el arquetipo o modelo para entender cómo pudieron haber funcionado los mercados en Mesoamérica y, por ende, en el área maya. Sin embargo, hay que proceder con precaución y debe cuestionarse si los lugares donde se realizaron mercados ocurrieron ocasionalmente y de acuerdo con ciertos días y celebraciones, o bien, si acontecieron todos los días y de manera permanente. Investigadores como Berdan (Reference Berdan2023:71–72), Berdan y Smith (Reference Berdan and Smith2021:172–173), Blanton (Reference Blanton, Berdan, Blanton, Boone, Hodge, Smith and Umberger1996:68) y Hirth (Reference Hirth2016:72–73, 85) reportan que los mercados de Tenochtitlan, Tlatelolco, Texcoco y Tlaxcala ocurrieron cotidianamente, en tanto que otros mercados en el centro de México funcionaron después de que transcurrieron “five, eight, nine, thirteen or twenty days” (Berdan y Smith Reference Berdan and Smith2021:172; véase también Hirth Reference Hirth2016:85).
Cuando los conquistadores españoles llegaron al centro de México (Nueva España) y el área maya atestiguaron la compra y venta de productos en los que se utilizaban—por ejemplo—cacao, textiles y sal como unidades referentes de equivalencia. Sin embargo, este tipo de transacción económica no fue la única que ocurría en los mercados del centro de México y el área maya, ya que el trueque también involucraba compra y venta, como reportó Francisco Hernández en la segunda mitad del siglo dieciséis. Cabe indicar que Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y Bernardino de Sahagún reconocieron en sus descripciones intercambios económicos por trueque y esta transacción económica aún existe y ha sido ampliamente documentada en Oaxaca y Michoacán en pleno siglo veintiuno.
Por ejemplo, Aparicio Aparicio y Lope-Alzina (Reference Aparicio, Carlos and Lope-Alzina2018:2) señalan que los mercados tradicionales de Oaxaca se les denomina localmente plazas y “constituyen un sistema sociocultural a nivel regional en donde se pueden encontrar diversas formas de intercambio de objetos, así como roles y funciones sociales en las que participan diversos actores y grupos sociales”. Beals (Reference Beals1967), por su parte, en su estudio sobre el sistema tradicional de mercado en Oaxaca, reportó que las plazas se asocian con transacciones económicas de compra y venta, considerando la oferta y la demanda y, además, existen plazas que “directa o indirectamente están metidas en el trueque” (Beals Reference Beals1967:578). Cabe indicar que la palabra ya'vi en mixteco significa tanto plaza como mercado y esta es una situación similar a lo que ocurre en lengua maya.
En el caso de las comunidades purépechas de Michoacán, Argueta Prado y Cortez Noyola (Reference Prado, Jorge and Cortez Noyola2016) reportan que hoy día el trueque es una práctica económica integradora de relaciones sociales que se realizan en los tianguis. De hecho, estos tianguis son los espacios “donde no sólo se intercambian productos, sino también identidades, experiencias, conocimiento y fraternidad” (Argueta Prado y Cortez Noyola Reference Prado, Jorge and Cortez Noyola2016:86).
Una segunda propuesta de este trabajo sugiere que la compra y venta que se realizaba en los lugares de mercado en el área maya era pagada por productos como cacao, textiles y sal, ya que funcionaron a manera de “monedas equivalentes” y estas transacciones coexistieron con el intercambio por trueque, una situación muy similar a la reportada en el centro de México, como registraron Cortés, Díaz del Castillo y Sahagún. Por lo tanto, en el intercambio de mercado reportado en el centro de México y área maya estaban operando dos formas de pago similares en las transacciones económicas que se realizaban en el intercambio de mercado.
El trueque es una transacción que no involucra dinero y ocurre en el intercambio económico de mercado donde dos o más personas obtienen bienes o productos, considerando la oferta y la demanda (Pryor Reference Pryor1977:104). Cabe señalar que esta definición de trueque hace referencia a una forma de intercambio y no debe confundirse con la palabra mercado como el lugar físico o espacio donde se asientan y presentan o exponen productos para su compra y venta (véase Hirth Reference Hirth2016:61–62 para las definiciones específicas de intercambio económico, lugar de mercado y economía de mercado).
La información etnográfica de hoy día muestra a personas que van a las plazas a realizar transacciones económicas por medio del trueque como individuos activos miembros de colectividades quienes juegan distintos papeles en los intercambios que realizan en un mercado. De hecho, estos intercambios representan una oportunidad para reforzar y promover la cohesión social, así como extender nexos sociales, considerando el poder de decisión que tienen sobre los valores de los productos que llegan a establecerse en el momento mismo de la transacción económica. Además, en el trueque, el dinero deja de tener su importancia como elemento o comodidad central de intercambio, ya que el aspecto social prevalece sobre lo económico en vez de que suceda lo contrario (Aparicio Aparicio y Lope-Alzina Reference Aparicio, Carlos and Lope-Alzina2018; Argueta Prado y Cortez Noyola Reference Prado, Jorge and Cortez Noyola2016; Beals Reference Beals1967; Ferraro Reference Ferraro2011).
Las páginas que siguen en este trabajo se dedican al análisis de la información histórica, lingüística y etnográfica para proponer (a) que la celebración de mercados cotidianos en el área maya ocurrió tardíamente, y (b) que el trueque pudo haber jugado un papel importante y relevante en las transacciones de intercambio de mercado. Además, y con base en la información de fuentes históricas primarias, se suma a la discusión de la economía de mercado en el área maya transacciones de compra al por mayor realizada por mercaderes o vendedores ambulantes quienes obtuvieron sus bienes o productos en lugares de depósito como almacenes y/o bodegas de mercancías o bienes. La revisión de las fuentes españolas primarias revela la existencia de vendedores ambulantes quienes poseían sus propios almacenes o bodegas en distintos puntos del área maya y esto no ha sido considerado en la literatura económica de esta región.
Cabe indicar que en este trabajo se ha excluido intencionalmente el análisis de la información arqueológica. Esta última también merece ser reevaluada considerando los resultados de los análisis de la información histórica, lingüística y etnográfica; sin embargo, esta tarea está fuera del objetivo de esta investigación.
Fuentes históricas y mercados: El contraste entre el centro de México y el área maya durante el siglo dieciséis
Una revisión de las fuentes escritas del siglo dieciséis donde se menciona la existencia de mercados en el centro de México y área maya revela que la información procede de tres diferentes tipos de documentos históricos. Primero, las descripciones de españoles que llegaron por primera vez al centro de México en 1519 d.C. y vieron el funcionamiento de mercados establecidos en esa región antes de ese año. Aquí también incluyo la mención de mercados en Veracruz y Yucatán realizada por un cronista que nunca visitó ni el centro de México ni el área maya, así como la mención en el año de 1524 d.C. de un mercado que existió en el extremo oriental del Soconusco. Segundo, registros escritos de autoridades militares y religiosas españolas que llegaron al centro de México y el área maya después del año 1535 d.C. Tercero, documentos históricos de la segunda mitad del siglo dieciséis y del siglo diecisiete escritos por (a) españoles en el Nuevo Mundo, (b) españoles que nunca salieron de España y (c) descendientes de españoles nacidos (por ejemplo) en Guatemala. A estos escritos se integraron narraciones obtenidas de documentos escritos por españoles quienes mencionaron la existencia de mercados cuando llegaron al área maya y al centro de México entre 1519 d.C. y 1540/1550 d.C.
En el siglo dieciséis también podemos separar dos períodos en los cuales los documentos históricos mencionan la existencia de mercados en el centro de México y el área maya. En el primer período distingo las descripciones que se refieren a mercados de la época prehispánica y, en el segundo lapso, aquellos mercados que fueron fundados por los españoles como parte de su labor de conquista para hacer que los indígenas obedecieron a la Corona Española y que rápidamente se convirtieran al cristianismo. El primer período se fecha entre 1519 d.C. y 1529 d.C. y corresponde a la primera descripción que realizaron Hernán Cortés (a partir de 1519 d.C.), Bernal Díaz del Castillo (a partir de 1519 d.C.), Toribio de Benavente (a partir de 1524 d.C.) y Bernardino de Sahagún (a partir de 1529 d.C.). El segundo período, posterior al año 1535 d.C., corresponde a la descripción de mercados en el centro de México y el área maya que estaban funcionando. Sin embargo, hay que distinguir entre mercados que eran prehispánicos y aquellos que fueron rápidamente fundados durante el proceso de conquista.
Para el centro de México hay cuatro fuentes primarias que describen el primer encuentro entre españoles y mercados prehispánicos en Tlatelolco (Benavente Reference Benavente1914; Cortés Reference Cortés1983; Díaz del Castillo Reference Díaz del Castillo1966; Sahagún Reference Sahagún1979a), Tenochtitlan (Sahagún 1979b; véase también Durán Reference Durán1867; Durand-Forest Reference Durand-Forest1971) y Tlaxcala (Cortés Reference Cortés1963, Reference Cortés1983). Estos tres mercados funcionaban de manera muy similar—es decir, se encontraban en plazas y un gran número de personas cotidianamente se congregaban para realizar intercambios de distintos productos. Además, un dato interesante que reportó Cortés es que, durante la conquista de Tenochtitlan, uno de los principales objetivos militares de los soldados españoles bajo el mando de Pedro de Alvarado fue tomar y controlar el mercado de Tlatelolco porque “aquel ganado, era toda la ciudad casi tomada” (Cortés Reference Cortés1983:160; véase también Villegas Reference Villegas2010:94). Cabe mencionar que Herrera y Tordesillas (1726:45, libro II, capítulo II), un cronista español que vivió durante la segunda mitad del siglo dieciséis y principios del diecisiete y que nunca estuvo en México, también registró la toma del mercado de Tlatelolco por Alvarado. Herrera y Tordesillas parece haber copiado y utilizado la información escrita por Cortés (Reference Cortés1963, Reference Cortés1983) en su Primera Carta de Relación que envió al rey Carlos I de España y en la cual se describió la batalla que tuvo lugar en la toma del mercado de Tlatelolco.
Pedro Mártir de Anglería (véase D'Anghera Reference D’Anghera1912:tomo II, p. 19) reportó desde España la existencia de mercados en el sur de Veracruz. Mártir de Anglería nunca estuvo ni en el centro de México, ni en Veracruz, ni en el área maya, y sus descripciones las basó en información verbal de testigos y personajes quienes se encargaron de la conquista de estas tres regiones, así como por una copiosa correspondencia que escribió a las autoridades religiosas cuando ocurría la conquista de México en la década de 1520 d.C. (Torre Revello Reference Torre Revello1957:138–139). De acuerdo con Scholes y Roys (Reference Scholes and Roys1968:22), Mártir de Anglería se refirió a mercados que se encontraban adyacentes a la parte occidental de Tabasco, aunque no proporcionó sus nombres. Quizás, Mártir de Anglería se refirió al tianguis de Coatzacoalcos (Figuras 1 y 2).
Grupos nahuas establecieron un tianguis en Coatzacoalcos desde mediados del siglo quince y esta comunidad se encontraba al sur de Veracruz y cercana a la costa del Golfo de México, justo en la parte oeste donde inicia el área maya (Robles Castellanos Reference Castellanos, Fernando, Vail and Hernández2010:51, Figuras 8 y 39). Parece ser que este mercado estaba localizado estratégicamente entre la región de la Chontalpa (Tabasco)—Yucatán y el centro de México por lo que un intercambio de mercado pudo haber dominado las relaciones entre los grupos locales nahuas de Coatzacoalcos-Ayahualulco y grupos nonoalcas de la Chontalpa (Robles Castellanos Reference Castellanos, Fernando, Vail and Hernández2010:51; véase también Scholes y Roys Reference Scholes and Roys1968:22).
En el noreste de Yucatán se reporta que Cachi tenía un mercado y—aparentemente—tenemos noticia de su existencia por el testimonio de Fernández de Oviedo y Valdés (Reference de Oviedo, Valdés and José Amador1853:229–230, libro XXXII, capítulo III), quien describió que su funcionamiento era muy similar a los mercados de Tlaxcala y Tlatelolco. De acuerdo con Fernández de Oviedo y Valdés, el mercado de Cachi fue visitado en 1528 d.C. por Francisco de Montejo y su tropa cuando intentaron conquistar Yucatán por primera vez (Chamberlain Reference Chamberlain1948:347; Fernández de Oviedo y Valdés Reference de Oviedo, Valdés and José Amador1853:229–230, libro XXXII, capítulo III). Cabe indicar que Fernández de Oviedo y Valdés nunca estuvo en México—él residió en Santo Domingo (República Dominicana)—y la descripción del mercado de Cachi la realizó con base en la información que Alonso de Luján le proporcionó en el año de 1541 d.C. Luján fue un soldado que acompañó a Montejo en el primer intento de conquista de Yucatán y tuvieron que pasar 13 años para que en España le proporcionara a Fernández de Oviedo y Valdés información sobre el supuesto mercado de Cachi visto por Luján (Chamberlain Reference Chamberlain1948:347).
Un mapa-croquis de Cachi—resultado hasta ahora de la única intervención arqueológica en este asentamiento prehispánico—muestra nueve estructuras dispuestas en un eje norte–sur; cuatro estructuras del grupo norte forman una plaza en tanto que dos estructuras de forma muy similar se asocian con una estructura rectangular hacia el sur del primer grupo de estructuras (Góngora Salas Reference Góngora Salas2003:56–63, Figura 8, Fotos 30–33). ¿Será que el mercado se encontraba en esta plaza de Cachi?
Una segunda referencia de la región noreste de Yucatán la proporcionó Mártir de Anglería, quien registró un pueblo fortificado que los españoles llamaron Gran Cairo (Díaz del Castillo Reference Díaz del Castillo1966:5). Este pueblo costero tenía “casas con torres, magníficos templos, calles regulares, plazas y mercados” (véase D'Anghera Reference D’Anghera1912:tomo II, p. 7). De acuerdo con Andrews y colaboradores (2006:9), Gran Cairo es el sitio costero de Ecab y su descripción como “gran” sitio fue exagerada por Mártir de Anglería quien nunca lo visitó. Por su parte, Díaz del Castillo (Reference Díaz del Castillo1966:5–6) sí estuvo en Ecab en 1517 d.C.—así como también en Tlatelolco en 1519 d.C.—pero nunca mencionó la existencia de un mercado en el sitio y, por lo tanto, la mención de Mártir de Anglería sobre el mercado de Ecab (Gran Cairo) resulta ser sumamente dudosa.
Para el historiador Victoria Ojeda (Reference Victoria Ojeda2000:12; véase también Andrews et al. Reference Andrews, Castillo, Jones, Pendergast and Andrews2006), la narrativa sobre el primer intento de conquista de Yucatán por Montejo “presenta grandes lagunas de información, así como dudas en cuanto a lo asentado hasta hoy como verdad”, incluyendo la identificación de mercados en Cachi y Gran Cairo como registraron Mártir de Anglería (D'Anghera Reference D’Anghera1912) y Fernández de Oviedo y Valdés (Reference de Oviedo, Valdés and José Amador1853), basado en la información que le proporcionó Alonso de Luján. Además, Scholes y Roys (Reference Scholes and Roys1968) destacaron tres cualidades en los relatos de Luján. Primero, su narrativa es “fairly reliable” (Scholes y Roys Reference Scholes and Roys1968:5). Segundo, presenta exageraciones, por ejemplo, cuando describió el tamaño de la comunidad de Itzamkanac (Scholes y Roys Reference Scholes and Roys1968:160). Tercero, presenta confusiones, como cuando Luján le narró a Fernández de Oviedo y Valdés sucesos que ocurrieron casi una década antes de 1541 d.C. en la región de Acalán. Scholes y Roys (Reference Scholes and Roys1968:466) destacaron que “Luján had in mind an incident that occurred at some other time and mistakenly introduced it in this part of the narrative”. Por lo tanto, en su confusión, Luján pudo haberle narrado a Fernández de Oviedo y Valdés un hecho que, quizás, ocurrió en un lugar y fecha diferentes en la región de Acalán. Además, hay que señalar que la descripción del mercado de Cachi que realizó Fernández de Oviedo y Valdés (Reference de Oviedo, Valdés and José Amador1853:229–230, libro XXXII, capítulo III) es muy similar a las descripciones de Cortés (Reference Cortés1983), Díaz del Castillo (Reference Díaz del Castillo1966) y Sahagún (Reference Sahagún1979a) sobre los mercados de Tlatelolco y Tlaxcala, ya que incluye elementos como un tianguis grande en la plaza; estructuras asociadas al mercado como son los templos, jueces o autoridades encargadas de vigilar el correcto funcionamiento del tianguis; disponibilidad de comida; compra, venta y trueque de mercaderías. Por lo tanto, los datos que utilizó Fernández de Oviedo y Valdés para describir el supuesto mercado de Cachi fueron obtenidos de participantes en la conquista del área maya, como Alonso de Luján, así como de información, reportes y/o cartas enviadas a España.
En la región oriental del Soconusco, que se localiza en territorio de Guatemala (Figura 2), el conquistador Pedro de Alvarado (véase Lovell et al. Reference Lovell, Lutz and Kramer2020:xvi, 10–11, Figura 1; Mackie Reference Mackie1924:44, 56) mencionó en el año de 1524 d.C. la existencia de un mercado en el pueblo de “Zapotulan” o “Tzapotlan”, como lo ilustra Robles Castellanos (Reference Castellanos and Fernando2007, mapa de la “Extensión Territorial del Imperio Culhua Mexico en 1519”; véase también, Figura 1 y Lovell et al. Reference Lovell, Lutz and Kramer2020:10–11). Alvarado acampó con su tropa en el mercado durante dos días antes de continuar con su viaje hacia Quetzaltenango; desafortunadamente, Alvarado no proporcionó más detalles sobre el mercado de Zapotulan, considerando que tres años antes fue él quien se encargó de la toma del mercado de Tlatelolco cuando Cortés y su tropa conquistaron Tenochtitlan (Mackie Reference Mackie1924:44, 56).
En el segundo período, posterior al año 1535 d.C., los documentos escritos también mencionan la existencia de mercados en el centro de México y el área maya; sin embargo, debemos distinguir dos etapas en estas referencias históricas españolas. Una primera etapa incluye aquellos mercados que existían en varios puntos del centro de México durante el siglo quince, y su fundación ocurrió varias décadas antes de la llegada de los españoles. En esta primera etapa se incluye la orden que dio el emperador Moctezuma Ilhuicamina para que se fundaran mercados en regiones conquistadas por los mexica-tenochcas (o aztecas). La segunda etapa se asocia con la llegada de los conquistadores españoles quienes vieron que varios mercados estaban funcionando y así siguieron por algunos años después de la conquista de Tenochtitlan. Esta etapa también incluye aquellos mercados que fueron fundados por los españoles al poco tiempo después de haberse consumado la conquista de la capital de los mexica-tenochcas.
Mercados en la Nueva España (centro de México)
Durante los gobiernos de Moctezuma Ilhuicamina (1440 d.C.–1469 d.C.) y Axayácatl (1469 d.C.–1481 d.C.) existieron dos mercados importantes, uno en Tepeyácac (= Tepeaca) en Puebla y el otro en Oaxaca. Referente al primero de estos mercados, Durán (Reference Durán1867:164) registró en la década de 1570 d.C. que el emperador Moctezuma Ilhuicamina quería y era su voluntad “que se haga un gran mercado, en el qual paren todos los mercaderes”. Aparentemente, el mercado de Tepeyácac se convirtió en 1486 d.C. en el más importante de la región central de Puebla (Robles Castellanos Reference Castellanos and Fernando2007:305). Un dato interesante que menciona Herrera y Tordesillas (1726:188–189, libro IX, capítulo VIII) sobre este mercado es que era un lugar de encuentro y arreglo de uniones matrimoniales, ya que había jóvenes que tenían cargo de estar en el “Tianguez, que es el Mercado: i quando alguna Muger llevaba Hija doncella, de doce años arriba, decían à la Madre, que por qué no cafaba aquella Moça?” La madre y el joven acordaban de que la hija pasara una noche con el joven “i la corrompia: i fi le parecía bien, la tomaba por Muger … i fi no le contentaba, bolviala à la Madre” (Herrera y Tordesillas 1726:189, libro IX, capítulo VIII).
Referente al mercado de Coaixtlahuaca, Durán (Reference Durán1867:188) lo ubicó “en la provincia de Misteca … [y] acudían á él muchos mercaderes forasteros de toda la tierra de México”. De acuerdo con Robles Castellanos (Reference Castellanos, Fernando, Vail and Hernández2010:46–49; véase también Gasco y Berdan Reference Gasco, Berdan, Smith and Berdan2003:112; Robles Castellanos Reference Castellanos and Fernando2007:304), el mercado de Coaixtlahuaca fue controlado por el Estado Mexicatl a partir del año 1461 d.C., cuando Tenochtitlan estaba gobernada por Moctezuma Ilhuicamina. Además, Robles Castellanos (Reference Castellanos, Fernando, Vail and Hernández2010:47) sugiere que el mercado de Coaixtlahuaca fue fundado tanto por el soberano Atónal como por subsecuentes gobernantes quienes usaron el nombre de Atónal como título personal para identificarse como la máxima autoridad política.
La fundación del tianguis de Coaixtlahuaca ocurrió antes de la aparición del Estado Mexicatl en la región de la Mixteca Alta, ya que Atónal, como gobernante de este asentamiento, recolectaba el “tributo de todas partes del Anáhuac” (centro de México; véase Códice Chimalpopoca Reference Chimalpopoca1975:52). Una vez que Moctezuma Ilhuicamina controló política, militar y económicamente Coaixtlahuaca en 1461 d.C., fue cuando “por primera vez comenzaron a entrar hacia acá oro, plumas ricas de quetzalli, hule, cacao y otras riquezas” (Códice Chimalpopoca Reference Chimalpopoca1975:52). La mención de estas “riquezas” revela que se trata de productos que llegaron a Coaixtlahuaca desde Oaxaca (oro de la Mixteca), la costa del Golfo de México (hule de Veracruz y/o Tabasco), el Soconusco (cacao de [Xoconochco] Chiapas) y los altos de Guatemala (plumas de quetzal de la Verapaz).
Ante la expansión del imperio mexica-tenochca en el centro de México, Tlacaelel, hermano y principal consejero de Moctezuma Ilhuicamina, también ordenó que se instalaran mercados en “Tlaxcala y en Vexotzinco, y en Cholula y en Atlixco, y en Tliliuhquitepec y en Tecoac” (Durán Reference Durán1867:238). Todos estos lugares estaban geográficamente muy cerca de Tenochtitlan y esta corta distancia no representaba un obstáculo para que el ejército mexica-tenochca respondiera rápidamente para protegerlos. De hecho, y considerando la logística militar, Tlacaelel sugirió no fundar mercados “más lexos, como en Yopitzinco [cerca de la costa de Guerrero] ó mechoacán [Michoacán], ó en la Guasteca [Huasteca] ó junto á esas costas, que ya no son todas sujetas, son prouincias muy remotas y no lo podrán sufrir nuestros exércitos” (Durán Reference Durán1867:238). De acuerdo con el Diccionario de Autoridades (1726–1739), la palabra sufrir en el siglo dieciséis significaba resistir o sostener—en otras palabras, Tlacaelel reconoció que el ejército mexica-tenochca no podía proteger (= sostener) aquellos mercados ubicados lejos de Tenochtitlan. Cabe señalar que otros emperadores mexica-tenochca que sucedieron a Moctezuma Ilhuicamina tomaron la decisión de no establecer mercados al sur de Tenochtitlan y que estuvieran muy alejados de esta ciudad.
De los seis lugares donde Tlacaelel ordenó que se establecieran mercados, sabemos que en 1519 d.C. en el de Tlaxcala, Cortés (Reference Cortés1983:45) vio “treinta mil almas arriba, vendiendo y comprando”. Desconocemos si la fundación del mercado de Tlaxcala realmente ocurrió durante el reinado de Moctezuma Ilhuicamina, o bien, después de su muerte ocurrida en el año 1469 d.C. Por otro lado, con relación al mercado de Cholula, la interpretación de los documentos históricos sugiere que no se fundó en tiempos de Moctezuma Ilhuicamina ni antes de la llegada de los españoles como registró Durán (Reference Durán1867:238) en la segunda mitad del siglo dieciséis. Parece ser que el establecimiento del mercado de Cholula fue posterior al año de 1519 d.C., ya que Díaz del Castillo (Reference Díaz del Castillo1966:138) registró que Cortés ordenó “a todos los papas y caciques cholultecas que poblasen su ciudad y que hiciesen tianguez y mercados”.
Durante la segunda etapa, los conquistadores españoles vieron que varios mercados estaban funcionando posteriormente a la conquista de Tenochtitlan. Sin embargo, unos dejaron de operar muy poco después de la conquista en tanto que otros siguieron funcionando por un tiempo corto. Por ejemplo, al mercado de Cuyuacan (Coyoacán), localizado al sur del Templo Mayor, solían ir mujeres mexicanas “con sus mercaderías y cosas de prouisio, para el contrato ordinario de vender y comprar” (Durán Reference Durán1867:83). No sabemos cuándo inició y cuándo pudo haber concluido el funcionamiento del mercado de Coyoacán.
Otro mercado existió en la plaza asociada al Templo Mayor y Cortés (Reference Cortés1983:69–70) se refirió a él como el mercado de “Temextitán” donde había “trato de vender y comprar”. Durán (Reference Durán1867:256) también se refirió a este espacio como Plaza de México y este mercado existía desde el año 1474 d.C. cuando Axayácatl era emperador mexica, en tanto que Hernández (Reference Hernández1946:80), en la segunda mitad del siglo dieciséis, lo reportó como el mercado de “Tenuchtitlán”. Además, Durand-Forest (Reference Durand-Forest1971:122; véase también Feldman Reference Feldman, Lee and Navarrete1978a:Figuras 35–36; Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013a:61–62, Ilustración 3) utilizó una copia del Manuscrito 106 de la Colección Goupil-Aubin para ilustrar el mercado de “Tenuchtitlan” y en el plano destacan el espacio del mercado en la plaza; las áreas exclusivas de vendedores y sus mercancías; espacios (o “calles”) entre diferentes sectores del mercado; y la arquitectura de edificios (pórticos o portales) que rodeaban el mercado. La arquitectura de estos pórticos o portales se aprecia mejor en tres dibujos del Libro XII del Códice Florentino (Sahagún 1979b), donde se ilustra una batalla entre españoles y mexicas que ocurre en la plaza asociada al Templo Mayor y un soldado español incendia con “fuego al templo” (Sahagún Reference Sahagún1979a:799). Cabe señalar que en su capítulo XXXVI del libro XII, Sahagún (Reference Sahagún1979a:799–800) describió la batalla que ocurrió en la plaza del Templo Mayor, pero el fraile utilizó la palabra Tlatelolco en vez de Tenochtitlan en el título de su capítulo.
Más recientemente, Villegas (Reference Villegas2010:96) reconoció al mercado de “Tenuchtitlán” como “el gran Mercado de México”, en tanto que Rubio Fernández (Reference Rubio Fernández2013b:164) lo identificó como el “tianguis de Mexico-Tenochtitlan”. Este gran mercado, o tianguis, debió de haber abastecido a Tenochtitlan antes de la conquista y, una vez establecidos los españoles en esta ciudad, continuó funcionando probablemente hasta fines de la década de 1530 d.C. De hecho, en el año de 1533 d.C. se propuso reubicar el gran tianguis de México-Tenochtitlan “porque perjudicaba al de Tlatelolco” (Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013b:164); sin embargo, este cambio de ubicación nunca llegó a realizarse. Cabe también señalar que Becker (Reference Becker and King2015:97), King (Reference King and King2015:36), King y Shaw (Reference King, Shaw and King2015:15), y Shaw y King (Reference King and King2015:171) erróneamente se refirieron al mercado de México-Tenochtitlan como el mercado de Tlatelolco. Becker, King y Shaw utilizaron los comentarios de Feldman (Reference Feldman, Lee and Navarrete1978a), quien analizó el Manuscrito 106 de la Colección Goupil-Aubin para ilustrar el mercado mexica de México-Tenochtitlan, no el mercado de Tlatelolco. Además, Feldman (Reference Feldman, Lee and Navarrete1978a) utilizó la información sobre la distribución espacial de las mercancías del mercado de Tlatelolco y las plantó en el mapa del mercado de Tenochtitlan.
Feldman (Reference Feldman, Lee and Navarrete1978a:Figuras 35–36) se refirió a los mercados de Tlatelolco y Tenochtitlan (= “Mexica”), pero se apoyó en las descripciones de Cortés (Reference Cortés1963, Reference Cortés1983), Díaz del Castillo (Reference Díaz del Castillo1966) y Sahagún (1979b, libro XII del Códice Florentino) sobre el mercado de Tlatelolco para identificar espacialmente cada lugar en el que supuestamente se vendían las mercancías en el mercado de Tenochtitlan. Las descripciones de Cortés, Díaz del Castillo y Sahagún del mercado de Tlatelolco fueron utilizadas por Feldman (Reference Feldman, Lee and Navarrete1978a:219) para “provide identifications for almost every unit and every structural feature in the plan. The method is to note all references in these sources to location, relative to other stalls and types of merchandise in the market”. Feldman asumió que los mercados de Tlatelolco y Tenochtitlan estaban espacialmente organizados exactamente de la misma manera; desafortunadamente, no hay mayores descripciones sobre el arreglo espacial y los distintos tipos de mercancías que se vendieron en el mercado de Tenochtitlan para realizar una comparación más detallada (véase también Durand-Forest Reference Durand-Forest1971).
La palabra puestos” es utilizada por Feldman (Reference Feldman, Lee and Navarrete1978a:219–220), quien asumió que las “partes” del mercado de Tenochtitlan ilustradas en su Figura 35 corresponden a los “puestos” donde se vendían las mercancías. Estas “partes” parecen corresponder al espacio que ocupaba cada mercadería colocada directamente en el suelo del mercado de Tenochtitlan. De hecho, Díaz del Castillo (Reference Díaz del Castillo1966:159) fue muy preciso al haber observado en Tlatelolco que “cada género de mercaderías estaban por sí, y tenían situados y señalados sus asientos [sus lugares o puestos]”. Además, Torquemada (Reference Torquemada1975:556), en la segunda mitad del siglo dieciséis, también registró que en Tlatelolco “tienen las mercadurás pueftas en el fuelo, y cada vno conoce, y tiene fu afiento, fin que otra fe lo tome”.
Rubio Fernández (Reference Rubio Fernández2013a:127, Reference Rubio Fernández2013b:164) también reportó la existencia de otro tianguis en la nueva ciudad de México: se encontraba “en la calzada que va de san Francisco a san Lazaro”. Este tianguis se ubicaba a corta distancia al suroeste del Templo Mayor, se asociaba—aparentemente—con el solar de la iglesia de San Lázaro y fue contemporáneo durante la década de 1530 d.C. con el tianguis de México y el de Tlatelolco. Además, y de acuerdo con la información registrada en documentos del Archivo Histórico de la Ciudad de México (AHCM), el tianguis asociado con la iglesia de San Lázaro estaba funcionando en el año de 1536 d.C. (Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013a, Reference Rubio Fernández2013b). Desafortunadamente, no sabemos si este mercado se fundó antes o después de la conquista de Tenochtitlan (Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013a, Reference Rubio Fernández2013b). Lo que sí es seguro es que dejó de funcionar en la década de 1540 d.C. o 1550 d.C., cuando los españoles fundaron los mercados de San Juan y San Hipólito en las inmediaciones de la nueva traza urbana de la naciente ciudad de México.
Rubio Fernández (Reference Rubio Fernández2013a:Ilustración 10) utilizó el mapa de Alonso Santa Cruz, fechado en 1550 d.C., para mostrar la ubicación del mercado asociado con el solar de la iglesia de San Lázaro y en este mapa destacan dos cosas. Primero, el mercado se encontraba en el lado opuesto y en un terreno abierto—o solar—a corta distancia hacia el este de la iglesia de San Lázaro. Segundo, una calzada en dirección noroeste–sureste divide el solar del área en donde se encontraba la iglesia de San Lázaro. La cita donde se lee la ubicación del tianguis “en la calzada que va de san Francisco a san Lazaro”, registrada en el AHCM, sugiere dos cosas: (a) que el espacio que ocupaba el mercado incluía tanto el solar como la calzada, o bien, (b) que se llegaba al mercado por la calzada que estaba junto al tianguis (Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013a:127). Por ahora, no hay más información para asegurar si la calzada era una vía de acceso al mercado, o bien, si el área del mercado incluía tanto la calzada como el solar.
El tianguis Juan de Velázquez se menciona en las actas del Cabildo del AHCM (Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013a:128–129, Reference Rubio Fernández2013b:165). Parece ser que este tianguis se fundó entre los años 1521 d.C. y 1523 d.C., después de la conquista de Tenochtitlan; estaba ubicado al oeste y fuera de la traza de la nueva ciudad, aunque cerca de la calzada de Tacuba. El tianguis Juan de Velázquez dejó de funcionar en el año de 1527 d.C. (Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013a:129, Reference Rubio Fernández2013b:165).
El famoso mercado Tlatelolco funcionó hasta el año 1583 d.C. y poco a poco perdió su importancia económica y social ya que los españoles establecieron nuevos mercados poco tiempo después de haber conquistado Tenochtitlan (Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013a:122, Reference Rubio Fernández2013b:161). El fraile Juan de Torquemada (Reference Torquemada1975:554–558) llegó a la Nueva España después del año 1560 d.C. y utilizó la información recabada en la década de 1520 d.C. por Benavente (Reference Benavente1914) para describir el funcionamiento del mercado de Tlatelolco. Este mercado, como el de México-Tenochtitlan, estaba rodeado por portales, de acuerdo con las observaciones de Cortés (Reference Cortés1963:70) y Díaz del Castillo (Reference Díaz del Castillo1966:160; véase también Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013a:61–62) cuando llegaron a Tlatelolco en 1519 d.C. De hecho, Durán (Reference Durán1880:217) registró que “los mercados en esta tierra eran todos cerrados de unos paredones”; las descripciones de Cortés y Díaz del Castillo sobre el mercado de Tlatelolco, así como el Manuscrito 106 de la Colección Goupil-Aubin que ilustra el mercado de Tenochtitlan, parecen confirmarlo.
Torquemada (Reference Torquemada1975:555–556) también registró la existencia de los mercados de San Hipólito y San Juan que fueron fundados por los conquistadores españoles en la parte oeste de la naciente ciudad de México. El primero de estos mercados se fundó en 1543 d.C. y dejó de existir hacia 1596 d.C.; el segundo mercado se fundó en la segunda mitad del siglo dieciséis y dejó de funcionar a mediados del siglo diecisiete (Rubio Fernández Reference Rubio Fernández2013a:130, 132). Los mercados de San Juan y San Hipólito llegaron a ser más importantes que el mercado de Tlatelolco ya que, de acuerdo con Torquemada (Reference Torquemada1975:555), “fe trafpafo trato y comercio á los otros dos” y, para medidos del siglo dieciséis, el mercado y la plaza de Tlatelolco “mas firvio de memoria de haver fido, que de fer” (Torquemada Reference Torquemada1975:555).
Otro dato interesante que registró el padre Torquemada (Reference Torquemada1975:554–555) en la segunda mitad del siglo dieciséis es que “Havia, y hai oi Dia, en toda efta Tierra de Anahuac, en muchos de fus Pueblos, Mercados”. Torquemada (Reference Torquemada1975:554–555) se refirió a los mercados de Tlaxcala, Cholula, Tepeyácac, Huejotzingo, Texcoco y Xochimilco en el centro de México.
Mercados en el área maya
Las menciones sobre la existencia de mercados en el área maya se refieren exclusivamente a las observaciones que realizaron los conquistadores españoles cuando—supuestamente—los visitaron. Otro dato por considerar es que en ninguna de estas menciones los conquistadores españoles se refieren a la continuidad o sobrevivencia de un mercado del período prehispánico que aún funcionaba a mediados del siglo dieciséis en las tierras altas de Guatemala, Yucatán, El Salvador y la Chontalpa en Tabasco.
Por ejemplo, el fraile dominico Bartolomé de las Casas llegó a Guatemala en el año de 1536 d.C. y, entre 1537 d.C. y 1539 d.C., realizó una misión evangelizadora en la Verapaz. Durante esta misión, de las Casas (Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623) registró que “tenían los señores proveído que hubiese solenes y ordinarios mercados”. Una palabra clave en esta frase es el verbo “proveído”, que en el siglo dieciséis tenía como significado “disponer, mandar, juntar” (Diccionario de Autoridades 1726–1739). Por lo tanto, la frase se entiende hoy día como si los señores—o autoridades—mandaban, ordenaban o disponían que se fundaran mercados para realizar actividades de intercambio económico en la Verapaz, y esta situación es muy similar a lo que reportó Díaz del Castillo (Reference Díaz del Castillo1966:138) cuando Cortés le ordenó a los cholultecas que fundaran mercados. Aparentemente, el mercado de la Verapaz no fue un tianguis prehispánico ya que—de acuerdo con la interpretación de la frase—fue fundado a finales de la década de 1530 d.C., o bien, después del año 1540 d.C.
De las Casas (Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623) también se refirió al hecho de que, en la Nueva España, los “mercados se tenían cerca de los templos; su manera de contractar era comutan unas cosas por otras”. En esta referencia, el punto y la coma dividen este extenso conjunto de palabras para que se lean dos oraciones totalmente diferentes. Por un lado, de las Casas reconoció que los mercados en el centro de México (no en Guatemala) estaban cercanamente ubicados a templos y, por otro lado, registró que las transacciones económicas en Guatemala “comutan unas cosas por otras, que es la natural” (de las Casas Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623). Por lo tanto, de las Casas fue muy preciso en su descripción, siguiendo la ortografía castellana del siglo dieciséis como se observa claramente en la edición de su obra del año 1909. Sin embargo, si uno lee la edición de la obra de las Casas fechada en 1967, notará que el punto y la coma desaparecieron y los encargados de esta edición presentan dos oraciones separadas por un punto.
Las observaciones y comentarios del fraile de las Casas fueron utilizados por Herrera y Tordesillas (1726) a fines del siglo dieciséis, Ximénez (Reference Ximénez1929–1931) a finales del siglo diecisiete y García Peláez (Reference García Peláez and Luna1851) a inicios del siglo diecinueve, para referirse a mercados en las tierras altas de Guatemala, y sus trabajos se consideran como fuentes secundarias (véase también Feldman Reference Feldman, Lee and Navarrete1978b, Reference Feldman1981, Reference Feldman1985). De hecho, Miles (Reference Miles1957:736) destaca que la Apologética historia sumaria del padre de las Casas fue “the chief mine of sixteenth-century information on Guatemala and Verapaz for all subsequent writers”. Estos escritores se caracterizan por haber realizado las siguientes acciones cuando utilizaron la Apologética historia sumaria en sus escritos: (1) copiaron secciones enteras de la obra sin cambiar palabras; (2) otras veces, reordenaron y condensaron secciones de la obra; (3) realizaron una sinopsis muy compactada de la obra; (4) las conclusiones a las que llegaron fueron falsas al haber mal-leído o mal-interpretado lo que de las Casas escribió en su obra (Miles Reference Miles1957:736).
García Peláez (Reference García Peláez and Luna1851:tomo I, p. 29), quien vivió en Guatemala a finales del siglo dieciocho e inicios del siglo diecinueve, citó a Herrera y Tordesillas en el siguiente contexto: “el mismo Herrera, con respecto a Nicaragua, describe sus plazas como un lugar distinguido y de uso común para el mercado: las ciudades de Utatlan é Isinché se ha visto que tenían plazas trazadas con regularidad”. La lectura de esta oración—considerando hoy día los dos puntos en la estructura de las oraciones o frases en español—pareciera afirmar que también había mercados en Iximché [Isinché] y Utatlán. Sin embargo, en la ortografía española de los siglos diecisiete y dieciocho, los dos puntos separaban la oración—en otras palabras, interrumpían la argumentación para avisar sobre lo que continuaba o seguía a continuación, ya que se introducía un nuevo discurso (Delgado García Reference Delgado García2017:31; véase también Ridao Rodrigo Reference Ridao Rodrigo2019). Por lo tanto, García Peláez (Reference García Peláez and Luna1851:tomo I, p. 29) claramente se refirió a dos distintos hechos que ocurrieron tanto en Nicaragua (plazas asociadas a mercados) como en las tierras altas de Guatemala (referencia exclusiva sobre el arreglo interno de plazas; para una interpretación diferente, véase Feldman Reference Feldman, Lee and Navarrete1978b:11). Además, y como veremos en la tercera sección de este trabajo, los mercados en la región de Chimaltenango en las tierras altas de Guatemala fueron fundados o establecidos después del año 1540 d.C. (Ximénez Reference Ximénez1929–1931:tomo I, p. 77).
Siempre en relación con las tierras altas de Guatemala, los diccionarios Pocomchí, atribuidos al fraile Dionisio de Zúñiga y al religioso Pedro Morán, que vivieron en Guatemala a inicios del siglo diecisiete y la primera mitad del siglo dieciocho respectivamente (Acuña Reference Acuña1979; Vinogradov Reference Vinogradov2019), registran las palabras “cayal” [¿k'aay'al?] y “caybal” [k'aayb'al] (Acuña Reference Acuña1991:354; Feldman Reference Feldman1981:12, Reference Feldman2000:49, 197–198; Kaufman con Justeson Reference Kaufman and Justeson2003:792, 794). La primera de estas palabras significa “vender” y/o “plaza”, en tanto que la segunda denota “mercado”. Con base en estas dos palabras, Feldman (Reference Feldman1985:15) sugirió que en Beleh—o Mixco Viejo—existió un mercado prehispánico ya que reconoció que había “lugares para usos especiales” en este sitio (Feldman Reference Feldman1981:12). Sin embargo, y lo que resulta ser una contradicción, es que Feldman (Reference Feldman1981:12–21) afirmó que en Beleh “ningún patrón parece emerger de la variedad de áreas para propósitos especiales … y las unidades etnohistóricas (ejemplo: el mercado) se mantienen invisibles”. Por lo tanto, cabe la posibilidad que las palabras “cayal” [¿k'aay'al?] y “caybal” [k'aayb'al] que menciona Feldman se refieren o designan los nuevos espacios (plazas) utilizados como mercados y que fueron fundados por los españoles en esa región durante las décadas de 1530 d.C. y/o 1540 d.C.
Diego de Landa (Reference Landa1959:39–40, 57) parece haber visto la existencia de mercados en Yucatán a mediados del siglo dieciséis, ya que registró que en ellos se “trataban todas cuantas cosas había en esa tierra” (Landa Reference Landa1959:39–40), y las mujeres iban “a comprar y vender sus cosillas” (Landa Reference Landa1959:57). La referencia donde aparece la palabra trataban se refiere al verbo tratar que, de acuerdo con el Diccionario de Autoridades (1726–1739), en el siglo dieciséis significaba “comerciar con géneros, y mercaderías, comprando, vendiendo, y trocando”. Landa no especificó si se trató de un mercado prehispánico o uno fundado por los españoles; sin embargó, claramente registró la palabra trueque (“trataban” = “trocando”). Considerando lo registrado por Landa, podemos afirmar que el obispo reconoció al llegar a Yucatán que se intercambiaba (= trocaban) por medio del trueque todos los bienes que se vendían y compraban “en esa tierra”. No cabe duda de que Landa fue muy preciso cuando inició su observación al haber utilizado el verbo tratar al referirse a las transacciones económicas que se realizaban en Yucatán.
Landa llegó a Yucatán por primera vez en 1549 d.C., varios años después de la fundación de las ciudades de Campeche (1540 d.C.), Mérida (1542 d.C.) y Valladolid (1543 d.C.). Quizás, Landa pudo haberse referido al mercado de Mérida, o al de Valladolid, o al de Campeche, o a cualquier otro mercado o mercados que fueron establecidos en la Península de Yucatán después de la conquista española. Cualquiera de los mercados a los que hizo referencia Landa es muy probable que fueron fundados por los españoles—como en Tabasco y el centro de México—y de ninguna manera se trató de mercados prehispánicos que aún funcionaban en Yucatán a mediados del siglo dieciséis, como el de Tlatelolco en el centro de México.
En la parte occidental de El Salvador se reportó la existencia de dos mercados, uno en Izalco y el otro en Ahuachapán. El viajero y comerciante italiano Benzoni (Reference Benzoni1857:158) visitó, a mediados del siglo dieciséis, el mercado de “Izalchi” (Izalco), donde observó que se vendían y compraban sal, pescado, frutas, calabazas, algodón, mantas, camisas y plumas. En Ahuachapán, ubicado a corta distancia al noroeste de Izalco, García de Palacio (Reference García de Palacio1983:78) reportó en la década de 1570 d.C. que los indígenas vendían en sus mercados hormigas muy grandes que comían como parte de su alimentación. Desconocemos si los mercados reportados tanto por Benzoni (Reference Benzoni1857) como por García de Palacio (Reference García de Palacio1983) tuvieron un origen prehispánico, o bien, si se trató de mercados fundados en esa zona por los conquistadores españoles en algún momento de la segunda mitad del siglo dieciséis (posterior al año 1550 d.C.).
En la región de la Chontalpa (Tabasco), Scholes y Roys (Reference Scholes and Roys1968:245) mencionaron la existencia de un mercado en el año de 1569 d.C., aunque su ubicación no se precisó. Este fue el principal mercado de Tabasco y los indígenas de la vecina región de Acalán traían copal y achiote para intercambiar (Scholes y Roys Reference Scholes and Roys1968:245). Desconocemos si el mercado de la Chontalpa era de origen prehispánico y continuó operando hasta la segunda mitad del siglo dieciséis, o bien, si estamos ante otro caso de un mercado establecido o fundado por los españoles inmediatamente después de haber conquistado la Chontalpa.
De acuerdo con Scholes y Roys (Reference Scholes and Roys1968:31–32), los españoles establecieron un mercado en Huimango en el año 1541 d.C. y se fundó “at the request of the five Nahuatl-speaking towns lying immediately southeast of the Chontalpa”. La fundación del mercado de Huimango se debió a que no existía un centro comercial en esa zona, aunque sus residentes recibían mercancías del centro de México a través de Cimatán (Scholes y Roys Reference Scholes and Roys1968:31–32).
Resumiendo
Lo analizado en esta sección revela dos cosas sobre la mención de mercados en textos históricos del siglo dieciséis. Primero, para el centro de México, las fuentes escritas españolas muestran descripciones muy precisas sobre la ubicación de mercados, el nombre de ellos, la temporalidad durante la cual se fundaron y funcionaron, y las características internas de esos mercados. Segundo, para Yucatán, Tabasco, Guatemala y El Salvador, los registros de documentos históricos en los cuales se reporta la existencia de mercados revelan un escenario muy diferente: (a) la existencia del mercado de Cachi y Gran Cairo/Ecab en Yucatán es sumamente dudosa; (b) la mención de mercados en el área maya parece referirse a mercados fundados por los españoles después del año 1540 d.C.—a excepción del mercado de Zapotulan o Tzapotlan en el oriente del Soconusco, que pudo haber sido fundado por los aztecas al oriente del Soconusco; (c) aún desconocemos la ubicación precisa de los mercados en el área maya.
Para concluir con esta primera sección, considero que utilizar la información de los mercados que existieron en el centro de México durante la primera mitad del siglo dieciséis y transportarla para aplicarla como analogía histórica en el área maya no es un procedimiento correcto. En esta primera sección hemos visto que las fuentes del centro de México son numerosas, proporcionan una profundidad histórica que se remonta hasta mediados del siglo quince y en ellas abundan las descripciones y detalles del funcionamiento y organización espacial interna de numerosos mercados. Por otro lado, la contraparte del área maya muestra un limitado sincronismo, así como también una narrativa extremadamente reducida y parca en detalle. En esta reducida y parca narrativa destacan dos cosas: primero, se mencionan mercados, pero no aparece la palabra plaza asociada a ellos; segundo, el reiterado uso de las palabras conmutar, comprar, vender, intercambiar para describir las transacciones de intercambio de mercado que ocurrían en los supuestos mercados del área maya (de las Casas Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623; García de Palacio Reference García de Palacio1983:78; Landa Reference Landa1959:39–40, 57; Scholes y Roys Reference Scholes and Roys1968:245).
Parece ser que los conquistadores españoles omitieron utilizar la palabra plaza en sus descripciones ya que para ellos fue obvio que este espacio físico era el lugar en donde se realizaba de manera regular, ordenada y administrada un intercambio de mercado. De hecho, los españoles estaban familiarizados con este tipo de intercambio ya que fue una actividad económica muy similar a la que se realizaba en las ferias y mercados de España durante los siglos quince y dieciséis (Casado Alonso Reference Casado Alonso and Cavaciocchi2001, Reference Casado Alonso, Petrowiste and Gómez2018; Ladero Quesada Reference Ladero Quesada1994; Navarro Espinach y Villanueva Morte 2017).
Por otro lado, las palabras conmutar, comprar, vender e intercambiar tampoco fueron extrañas para los españoles de mediados del siglo dieciséis. Estas palabras son una clara alusión a la forma en la que se efectuaba el intercambio de mercado en los lugares de mercado que establecieron en Yucatán, Verapaz, Tabasco y El Salvador. En este punto vale la pena referirnos a la palabra conmutar (trueque, trocar), ya que refleja transacciones económicas directas durante el intercambio de productos, bienes o servicios que intercambian en el momento mismo de esas transacciones (Berdan Reference Berdan2023:68; Hirth Reference Hirth2016:301, note 1; Pryor Reference Pryor1977:104).
La palabra conmutar—trueque o trocar—aparece en dialectos de la lengua maya desde el preclásico temprano (2000/1800 a.C.; véase la siguiente sección en este artículo) y continuó siendo importante en las transacciones económicas que los mayas realizaban durante el siglo dieciséis. De hecho, al Dr. Francisco Hernández (Reference Hernández1946), quien llegó a la Nueva España en 1570 d.C., le llamó la atención que el trueque aún formaba parte esencial de las transacciones económicas que se realizaban en mercados del centro de México. Hernández (Reference Hernández1943:909, libro VI, capítulo LXXXVII) escribió que durante los “tiempos primitivos” en el Viejo Mundo, los objetos o productos necesarios para la vida cotidiana se solicitaban “de otros, no se pagaban con dinero; no circulaba todavía moneda de oro o de plata, ni se grababan en metales imágenes del ganado, de reyes o de príncipes. Se vivía mediante el trueque”. Hernández claramente distinguió entre dos formas muy diferentes de intercambio de mercado, el trueque que asoció con lo antiguo (“tiempos primitivos”) en la Nueva España y, por otro lado, un intercambio de productos teniendo como referencia precios fijos, como se realizaba en la moderna actividad económica de España del siglo dieciséis y que estaba siendo rápidamente implantada en la Nueva España, Yucatán y Guatemala.
Las palabras mayas relacionadas con plaza, mercado y transacciones económicas merecen nuestra atención y, por lo tanto, un análisis lingüístico es el objetivo de la siguiente sección.
Evidencia lingüística
¿Acaso las palabras *k'iwik en yucateco, *k'wik/k'ay-b-il en mam, *ch'iwit y *ch'iwich en tzotzil y tzeltal respectivamente, *k'ay-ib'al en k'ich'e y en kaqchikel, *k'ay-i-b'ahl en q'eqchi’, *k'aay-ib'al en poqom, *chojnib’ en ch'orti, y las palabras derivadas del verbo *konh en los dialectos mayas del gran q'anjob'alan, así como kon-ol en itzaj y mopan, significaban plaza y mercado durante la época prehispánica? Si este fue el caso, ¿cuándo apareció el primer mercado en una plaza en el área maya? ¿Fue durante el período preclásico, el clásico, el posclásico, en la primera mitad del siglo dieciséis y antes de la llegada de los españoles? ¿En dónde apareció el primer mercado en el área maya? ¿Fue en las tierras bajas, en la planicie costera del Pacífico o en las tierras altas? ¿Acaso la aparición de ese primer mercado se debió a que tuvo su origen en el área maya por celebraciones religiosas, festines o festivales? O quizás, ¿el concepto de mercado como institución económica-social realizada todos los días fue importado al área maya desde Tlatelolco y/o Tenochtitlan durante el siglo quince o inicios del siglo dieciséis?
Para responder a las preguntas planteadas en el párrafo inmediato superior, debemos tener en cuenta que pudieron haber existido espacios abiertos donde intencionalmente y de manera organizada se desplegaron o exhibieron productos o bienes que fueron intercambiados pagando—por ejemplo—con granos de cacao o sal, o bien, mediante una transacción de intercambio que involucró el trueque. El despliegue de los productos se realizó en un espacio físico a donde llegaron los productos manufacturados o producidos por miembros de la sociedad quienes eran especialistas en la fabricación o elaboración de productos que otras personas necesitaban para consumirlos y, de esta manera, satisfacer sus necesidades ya que nadie era autosuficiente (Feinman y Garraty Reference Feinman and Garraty2010:171; Garraty Reference Garraty, Garraty and Stark2010:5–6; Hirth Reference Hirth1998, Reference Hirth2016:60–61; véase también Garraty y Stark Reference Garraty and Stark2010; Stanish y Coben Reference Stanish, Coben, Hirth and Pillsbury2013). De hecho, para el área maya, Hutson y Dahlin (Reference Hutson, Dahlin and Hutson2017:15) sugirieron que, para que la compra y venta sean eficientes en sus costos, los consumidores deben de vivir muy cerca de los vendedores, ya que “the cost of transporting goods to consumers reduces the seller's profitability. In such a situation, marketing would only work with the kinds of goods that make a large profit with each transaction”.
Si seguimos la línea de razonamiento de Hutson y Dahlin (Reference Hutson, Terry, Dahlin and Hutson2017), debemos aceptar que la amplia gama de palabras que se refieren a mercado en los distintos dialectos mayas sugieren que miembros de esta sociedad eran especialistas. Estos especialistas producían un excedente para obtener una enorme ganancia (plusvalía) después de cada transacción realizada en un mercado y como parte de una economía de intercambio de mercado (Hirth Reference Hirth2016:60–61). Además, la transportación de los productos al mercado siguió una lógica capitalista moderna en donde se mantuvieron los costos bajos para así obtener un máximo de ganancia en cada transacción económica. Por lo tanto, podríamos utilizar las distintas palabras de los diferentes dialectos mayas para argumentar que las plazas de sitios del área maya estaban siendo usadas como mercados desde el período preclásico temprano (2000/1800 a.C.–1200/1000 a.C.) como parte de una emergente economía dominada por el intercambio de mercado, como sugieren Baron (Reference Baron2018:101) y Tokovinine y Beliaev (Reference Tokovinine, Beliaev, Hirth and Pillsbury2013:171–173). Sin embargo, en una interpretación diferente, reconozco que el intercambio de mercado ya existía desde el período preclásico medio, aunque dudo que las plazas de los asentamientos mayas se utilizaban única y exclusivamente como lugares de mercado. Los datos lingüísticos apoyan esta propuesta.
Datos lingüísticos revelan que, alrededor de 1800 a.C., palabras como regalo, trueque, intercambio-reciprocidad, dar prestado y otorgar un préstamo formaban parte del lenguaje proto-maya (Speal Reference Speal2014:105, Tablas 3 y 26; véase también Hopkins Reference Hopkins2013; Kaufman con Justeson Reference Kaufman and Justeson2003:792). Además, Speal (Reference Speal2014:Tablas 3 y 26) registró que durante el período preclásico medio (1000 a.C.–400/300 a.C.,) los mayas usaban en su vocabulario palabras cuyo aparente significado eran “comprar” y “vender”. Todo este conjunto de palabras sugiere dos cosas. Primero, durante el proceso de evolución y desarrollo de la sociedad y cultura maya en el período preclásico temprano, individuos hablantes de proto-maya estaban empleando distintas palabras relacionadas con una amplia variedad de actividades económicas en donde el intercambio por reciprocidad, la entrega de regalos, dar prestado, otorgar un préstamo y el trueque jugaron un papel relevante o importante en las primeras manifestaciones del surgimiento del intercambio de mercado. Segundo, durante el período preclásico medio, la sociedad maya alcanzó un alto grado de complejidad social, político, económico e ideológico y sus miembros realizaban distintas actividades que involucraron transacciones económicas en donde “comprar” y “vender” también formaron parte del intercambio de mercado.
Las palabras comprar y vender podrían utilizarse para argumentar que, durante el período preclásico medio, estos dos términos reflejaban un intercambio de mercado regulado por equivalencias al haberse utilizado—por ejemplo—granos de cacao, sal, telas de algodón, cuentas de concha, plumas, objetos de cobre, en las transacciones económicas (véase, por ejemplo, Tokovinine y Beliaev Reference Tokovinine, Beliaev, Hirth and Pillsbury2013:172). Sin embargo, “comprar” y “vender” también pueden estar reflejando una realidad económica que se relaciona también con un intercambio de mercado por trueque y que no se realizó exclusivamente en un espacio abierto o plaza donde pudo haberse establecido un mercado. De hecho, para Speal (Reference Speal2014:105; véase también Beals Reference Beals1967:574), las palabras comprar y vender están “less associated with commercialism and profit than they are in Western cultures and are better seen as forms of reciprocity in ancient economies”. Con referencia al trueque, Hirth (Reference Hirth2016:248) señala que este era “the basis for all early economic exchanges and certainly was practiced across Prehispanic Mesoamérica”.
El trueque, como forma de intercambio de mercado, es una transacción o negociación recíproca inmediata donde directamente y cara a cara se intercambian bienes y/o servicios ya que cada parte tiene un interés específico en el producto de la otra persona y el intercambio directo satisface la transacción económica (Humphrey y Hugh-Jones Reference Humphrey, Hugh-Jones, Humphrey and Hugh-Jones1992:6–7). De hecho, el trueque representa el conocimiento de todo un trabajo invertido en la obtención de un producto y este conocimiento incluye con quién se cambia el producto, cómo se negocia este intercambio, cuándo se acuerda o acepta el intercambio, o bien, en qué momento se rechaza (Arizpe Reference Arizpe2009; Pérez Flores Reference Pérez Flores2016). Además, en el trueque, los valores se fijan o arreglan durante la negociación a diferencia del intercambio de mercado que se asocia con una ubicación centralizada y gobernada o regida de manera formal por sus propias reglas de operación. Estas reglas están definidas por sus administradores y de acuerdo con un calendario o días específicos, respetando precios establecidos en transacciones dominadas por la oferta y la demanda (Ferraro Reference Ferraro2011; Hirth Reference Hirth2016:248–249; Smith Reference Smith and Smith1976). Por ejemplo, en la Nueva España, Sahagún (Reference Sahagún1979a:475, 500, 559) varias veces mencionó en su obra la función que tuvieron los oficiales denominados “tianquizpan tlayacaque” en el mercado de Tlatelolco, quienes ponían “precios de las cosas que se vendían para que no hubiese fraudes entre los que vendían y compraban” (Sahagún Reference Sahagún1979a:475).
Aparentemente, la palabra *k'aay en proto-maya pudo haber tenido un doble significado que incluía “comprar” y “vender” y esto es factible si consideramos que sistemas como el trueque fue “the dominant mode of exchange” (Speal Reference Speal2014:88). Hopkins (Reference Hopkins2013:2; véase también Kaufman con Justeson Reference Kaufman and Justeson2003:792), por su parte, nota que las raíces del término *k'aay (“comprar”, “vender”) tanto en huasteco, yucateco y maya del este “display regular correspondences throughout their forms”, aunque cabe apuntar que *tx'a7-iy en huasteco significa “comprar”, en tanto que *k'aay en maya yucateco y maya del este significa “vender”.
Con referencia al trueque, Kaufman (con Justeson Reference Kaufman and Justeson2003:779–782) reporta que la palabra *k'ex significa trueque en proto-maya y proto-cholan. Algunos de los dialectos mayas donde Kaufman identifica *k'ex incluyen ch'ol, tzotzil, chuj, q'anjob'al, mam y uspanteko. Además, en los diccionarios Calepino de Motul (siglo dieciséis) y Maya Cordemex (siglo veinte), *k'ex también significa trueque, permuta, cambio o canje en maya yucateco (Arzápalo Marín Reference Arzápalo Marín1995:tomo I, p. 421; Barrera Vásquez Reference Barrera Vásquez1980:160, 396–397). Dos datos interesantes que se reportan en maya yucateco es que *k'ex es también un “rito del cambio” ya que trocar es la acción de intercambiar “uno por otro con igualdad” y sin llegar a dar de más (Barrera Vásquez Reference Barrera Vásquez1980:160, 396).
Durante el período clásico, los datos lingüísticos sugieren que la palabra plaza no estaba asociada única y exclusivamente a lugar de mercado y Speal (Reference Speal2014:91) nota que la evidencia registrada en más de 10,000 escritos en madera, piedra y cerámica no muestra “a single known unequivocal reference to markets or commercial exchange”. Este hecho realmente llama la atención ya que el alto grado de complejidad social, económico y político que había alcanzado la civilización maya durante el período clásico podría haber generado las condiciones necesarias para la aparición de lugares de mercados en distintas regiones del área maya. Sin embargo, parece ser que esto no sucedió, aunque varios estudios, utilizando ya sea datos arqueológicos, analogías etnográficas e históricas, análisis químicos de suelos o una combinación de todos estos, afirman de manera concluyente que durante ese período sí existieron plazas donde hubo mercados (véase Baron Reference Baron2018; Cap Reference Cap2011, Reference Cap2015a, Reference Cap and King2015b, Reference Cap, Masson, Freidel and Demarest2020; Cap et al. 2015, Reference Cap, Yaeger and Kathryn Brown2017; Chase y Chase Reference Chase and Chase2014, Reference Chase, Chase, Masson, Freidel and Demarest2020; Chase et al. Reference Chase, Chase, Terry, Horlacher, Chase and King2015; Coronel et al. Reference Coronel, Hutson, Magnoni, Balzotti, Ulmer and Terry2015; Dahlin et al. Reference Anaya Hernández, Reese-Taylor, Walker and Dunning2007, Reference Dahlin, Bair, Beach, Moriarty, Terry, Staller and Carrasco2010; Eppich Reference Eppich, Masson, Freidel and Demarest2020; Eppich y Freidel Reference Eppich, Freidel and King2015; Folan et al. Reference Folan, Kints and Fletcher1983; Golden et al. Reference Golden, Scherer, Schroder, Vella, Recinos, Masson, Freidel and Demarest2020; Hutson Reference Hutson, Masson, Freidel and Demarest2020; Hutson y Dahlin Reference Hutson, Terry, Dahlin and Hutson2017; Hutson et al. Reference Hutson, Terry, Dahlin and Hutson2017; Jones Reference Jones and Patrick Culbert1991, Reference Jones1996, Reference Jones and King2015; King Reference King and King2015, Reference King, Masson, Freidel and Demarest2020, Reference King2021; King y Shaw Reference King, Shaw and King2015; LeCount Reference LeCount, Fargher and Espinoza2016; Masson y Freidel Reference Masson and Freidel2012, Reference Masson, Freidel, Hirth and Pillsbury2013; Shaw Reference Shaw2012; Shaw y King Reference King and King2015; Terry et al. Reference Terry, Bair, Coronel and King2015; Yaeger et al. Reference Yaeger, Peuramaki-Brown and Cap2010).
Speal (Reference Speal2014:89, Tablas 15 y 26) muestra que durante el preclásico medio (1000 a.C.–400/300 a.C.), o inicios del preclásico tardío (400/300 a.C.–200/300 d.C.), *k'iwik significaba patio—o espacio abierto—y esta palabra entró al lenguaje maya como un término que fue tomado prestado de la lengua xinca que se hablaba en el extremo oriental de las tierras altas y la planicie costera del Pacífico de Guatemala (Campbell Reference Campbell, Justeson and Campbell1984:8; Hopkins Reference Hopkins2013:4; Kaufman con Justeson 2003:799). Siguiendo a Speal (Reference Speal2014:Tabla 26), a partir del período preclásico tardío hasta el siglo dieciséis, individuos hablantes de yucateco, mam, tzeltal y tzotzil le dieron el significado de plaza a la palabra *k'iwik. De hecho, en el diccionario del siglo dieciséis conocido como Calepino de Motul se registró que la palabra *kiuic significa “tianguis, feria, mercado o plaza donde venden y compran” (Arzápalo Marín Reference Arzápalo Marín1995:tomo I, p. 427). Además, Barrera Vásquez (Reference Barrera Vásquez1980:405), durante la segunda mitad del siglo veinte, también registró en el Diccionario Maya Cordemex que *k'iwik en maya yucateco significa plaza, mercado, feria o plaza donde se vende y se compra.
Resulta revelador que la palabra *k'iwik—de acuerdo con el Calepino de Motul en el siglo dieciséis y hasta lo registrado en el Diccionario Maya Cordemex de finales del siglo veinte—significa tanto plaza como feria asociadas al intercambio de mercado. Parece ser que a la palabra *k'iwik, una vez que entró al idioma maya en algún momento del período preclásico, los hablantes de este lenguaje le sumaron o dieron un significado más amplio para reconocer que en patios y/o espacios abiertos se realizaban al mismo tiempo actividades de fiesta y/o celebraciones con acciones de intercambio de mercado. Un par de ejemplos del período clásico ilustran mejor el significado de *k'iwik en el idioma maya.
En relación con la ocurrencia de *k'iwik en textos jeroglíficos del período clásico, Dahlin et al. (Reference Dahlin, Bair, Beach, Moriarty, Terry, Staller and Carrasco2010:196, Figura 2) se refieren a la interpretación realizada por David Stuart de un glifo hallado en un fragmento de vaso cilíndrico del período clásico tardío, aunque de procedencia desconocida. Stuart tradujo el glifo como aj k'iwik y; “through use of the male proclitic aj”, podría ser traducido como “he of the market”, quizás ¿un mercader? (Speal Reference Speal2014:91). Sin embargo, considerando la abrumadora evidencia sobre la no existencia de referencias escritas sobre mercados durante el período clásico en el área maya (véase también Tokovinine y Beliaev 2013:172–174), aj k'iwik estaría refiriéndose más bien a “he of the plaza” (él de la plaza), en otras palabras, el glifo—cuya forma es distintiva o particularmente maya yucateco—podría estar nombrando a alguna autoridad u oficial a cargo del cuidado y/u organización de eventos en una plaza como lugar público (Speal Reference Speal2014:91). Por ejemplo, “he of the plaza” pudo haber estado a cargo de organizar eventos teátricos relacionados con soberanos y su corte en un despliegue fastuoso de poder; planeado pomposos encuentros ceremoniales como la entronización o celebración de triunfos militares; conmemorado los inicios o finales de ciclos calendáricos vivamente amenizados con música; celebrado en la plaza grandes festines dedicados a deidades y/o ancestros, o bien, a través de banquetes o comilonas, hacer evidente diferencias políticas tanto en la presentación como la variedad de la comida que era consumida (Hastorf Reference Hastorf2017; Inomata Reference Inomata2006; Stoll Reference Stoll, Tsukamoto and Inomata2014; Tsukamoto e Inomata Reference Tsukamoto and Inomata2014; Zalaquett Rock Reference Zalaquett Rock2015).
Como segundo ejemplo nos referimos a las fastuosas celebraciones relacionadas con banquetes y comilonas que—posiblemente—podrían estar ilustradas en los murales de la estructura Sub I-4 del complejo residencial de Chiik Nahb en Calakmul que se fecha para el período clásico tardío (Boucher y Quiñones Reference Boucher and Quiñones2007; Carrasco Vargas y Cordeiro Baqueiro Reference Carrasco Vargas, Baqueiro, Golden, Houston and Skidmore2012; King Reference King and King2015; Martin Reference Martin, Golden, Houston and Skidmore2012). De hecho, Boucher y Quiñones (Reference Boucher and Quiñones2007:48–49) consideran que los murales ilustran la celebración de un festín y no se trata ni de un día de mercado como tampoco vendedores asociados al “templo del mercado” como ha sugerido Martin (Reference Martin, Golden, Houston and Skidmore2012:80, nota 18; véase también los comentarios de Hopkins Reference Hopkins2013). La presencia de un “glifo misterioso”, cuyo valor fonético es aún desconocido, fue registrada por Martin (Reference Martin, Golden, Houston and Skidmore2012:79–80), quien concluyó que podría referirse a la estructura Sub I-4 como un “templo del mercado”. Hopkins (Reference Hopkins2013), sin embargo, señaló que no existe evidencia epigráfica para asociar la estructura Sub I-4 con un “templo del mercado” ya que “Mayan terms for ‘market’ never refer to a structure, but always to an open plaza” (Hopkins (Reference Hopkins2013:4)—es decir, *k'iwik.
En relación con la traducción del glifo aj k'iwik, Tokovinine y Beliaev (Reference Tokovinine, Beliaev, Hirth and Pillsbury2013:171) observan que “the potential /wi/ looks rather like other /ni/ signs in the same inscription, it is more likely that the title should be read as aj-k'inik and, therefore, does have any connection to trade or markets”. Tokovinine y Beliaev (Reference Tokovinine, Beliaev, Hirth and Pillsbury2013) no especificaron cual podría ser la posible relación con comercio y/o mercados.
Un segundo sentido de aj-k'inik podría ser “el que lleva o produce flores pequeñas olorosas” (Ciudad Real Reference Ciudad Real2001:434; véase también Barrera Vásquez Reference Barrera Vásquez1980:569). Estas flores pequeñas podrían ser Plumeria sp. apocinácea, que tienen una delicada fragancia al olerlas (Barrera Vásquez Reference Barrera Vásquez1980:569). De acuerdo con Roys (Reference Roys1931), las pequeñas flores de Plumeria sp. se usaron con fines medicinales. Por ejemplo, el líquido obtenido después de haber hervido las flores se tomaba para detener lo que parece haber sido disentería; para quemaduras en el cuerpo, se recomendaba untar su resina (Roys Reference Roys1931:37–39, 68–69, 269–270).
En referencia con la propuesta de Tokovinine y Beliaev (Reference Tokovinine, Beliaev, Hirth and Pillsbury2013:171) sobre la relación de aj-k'inik con comercio, quizás podría tratarse de alguien que “vendía” o intercambiaba por medio del trueque flores con propósitos medicinales en un patio, plaza o cualquier otro lugar abierto que podría estar asociado con unidades domésticas. De hecho, Baron (Reference Baron2018) sugirió que los murales hallados en la estructura Sub I-4 de Calakmul pudieran estar ilustrando (a) transacciones económicas que se realizan por trueque—aunque no necesariamente en un mercado—o bien, (b) vendedores quienes ofrecen productos sin que estén recibiendo un pago inmediato, “perhaps a form of credit” (Baron Reference Baron2018:109). Otra explicación sobre las posibles acciones que ilustran los murales es que se trata de la entrega de tributo a cortesanos locales, o miembros de un estrato social específico, quienes no eran “parte de los residentes de la ciudad” (Valencia Rivera Reference Valencia Rivera2020:22; véase también Valencia Rivera Reference Valencia Rivera2020:25, 31–32, Reference Valencia Rivera2023:64).
Por ahora, sería incorrecto afirmar de manera definitiva que las escenas representadas en los murales de la estructura Sub I-4 de Calakmul se refieren única y exclusivamente a una escena de intercambio en un mercado. Como se mencionó en el párrafo inmediato superior, hay otras explicaciones sobre los murales de este edificio y, para responder a lo que se ilustró en los murales, aún se necesita excavar tanto el lado norte de la subestructura, así como las construcciones ubicadas al norte del edificio.
Mayas hablantes de k'ich'e, kaqchikel, q'eqchi’, poqom, ch'orti y dialectos del gran q'anjob'alan le dieron al verbo *k'aay (“comprar” y “vender”) el significado de plaza. Cabe indicar que el verbo “vender” en yucateco es kon; en ch'olan y tzeltalan es chon; en dialectos del gran q'anjob'alan es chonh (chuj y mocho’), txon (q'anjob'al y akateko) y txonh (jacalteco; véase Campbell Reference Campbell, Aissen, England and Maldonado2017; Hopkins Reference Hopkins2013; Kaufman con Justeson Reference Kaufman and Justeson2003; Speal Reference Speal2014). Las palabras kon, chon y txon en todos estos dialectos mayas significan vender, plaza y mercado. Además, en mopan e itzaj, dos dialectos que surgieron en el período posclásico, también utilizan la palabra kon como verbo (vender) y como sustantivo (plaza y/o mercado).
Mopan e itzaj derivaron del maya yucateco entre los siglos once (mopan) y trece (itzaj; véase Hofling Reference Hofling, Rice and Rice2009). Mopan e itzaj utilizan la palabra kon-ol siempre con un modificador “to specifically denote a market independent from the plaza in which it is held” (Speal Reference Speal2014:92; véase también Hopkins Reference Hopkins2013). Para los hablantes de mopan e itzaj, este modificador precisa claramente el significado de la palabra al señalar o indicar un espacio específico donde se realiza la actividad de intercambio de mercado; sin embargo, no distingue si se trata de transacciones en las cuales se vende y compra, o bien, si se trata de un intercambio por trueque. Además, al utilizar el clasificador “aj” en mopan e itzaj y anteponerlo a la palabra kon-ol obtenemos la palabra aj-kon-ol que se traduce como “el vendedor” (Hofling Reference Hofling2018:Cuadro 15). Cabe agregar que este aj-kon-ol pudo haber vendido sus mercancías en patios, plazas y/u otros espacios abiertos, o bien, la transacción económica se realizó como parte de un trueque efectuado en un “wide range of settings, from the patio of a household to a busy marketplace” (Hirth Reference Hirth2016:248). Esta diferencia sobre los espacios donde pudo haber ocurrido el intercambio de mercado es relevante ya que no se asume que el intercambio de mercado se realizó única y exclusivamente en plazas y/o calzadas (Becker Reference Becker and King2015:94; Cap Reference Cap2011, Reference Cap2015a, Reference Cap and King2015b; Cap et al. Reference Cap, Yaeger and Kathryn Brown2017; Chase et al. Reference Chase, Chase, Terry, Horlacher, Chase and King2015:242–244; Yaeger et al. Reference Yaeger, Peuramaki-Brown and Cap2010).
Desde una perspectiva lingüística, líneas arriba se señaló que los mayas de finales del período posclásico pudieron haber sumado el concepto de mercado a la palabra plaza que existía en su lenguaje desde el preclásico tardío (400/300 a.C.). De hecho, Speal (Reference Speal2014:107) señala que los conceptos sobre mercado como lugar de intercambio “were apparently almost inextricably linked to architectural plazas in the Maya worldview … [y los hablantes de maya] do not appear to have distinguished in any regular manner between patios to be used for markets and those to be used for other purposes”, con la excepción del mopan e itzaj fechados para el período posclásico. El que los mayas no hayan distinguido de manera regular entre “patios to be used for markets and those to be used for other purposes” sugiere que el intercambio de mercado por venta/compra y trueque se pudo haber realizado en distintos espacios y, a partir del siglo quince como lo distinguen el mopan y el itzaj, las plazas utilizadas como lugares de mercado se convirtieron de manera formal como los espacios exclusivos donde se vendía y compraba de forma regular y en fechas específicas, o bien, de manera permanente. Quizás, el mercado de Zapotulan en el oriente del Soconusco pudo haber sido uno de estos mercados.
Si tomamos en cuenta que los españoles, después de haber conquistado Tenochtitlan, promovieron la rápida fundación de mercados en el centro de México con los cholultecas (Díaz del Castillo Reference Díaz del Castillo1966:138), en Huimango con residentes nahuas (Scholes y Roys Reference Scholes and Roys1968:31) y en la Verapaz con pobladores mayas (de las Casas Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623), podemos sugerir que estos nuevos mercados surgieron “as a byproduct of large, artificially constructed open public spaces” (Speal Reference Speal2014:107). Además, los españoles también pudieron haber contribuido a que *k'iwik, *k'aay y kon tuvieran una connotación polisémica cuando consideramos a las plazas como lugares de mercado y lo que representan en términos de actividad social y económica. Por lo tanto, y como se ha argumentado en esta sección, la palabra mercado—que se realizaba con un propósito únicamente económico, ya sea todos los días o periódicamente—en el área maya no parece haber estado asociada a plaza ni en el período preclásico ni durante el período clásico; esta asociación ocurrió tardíamente, probablemente después del año 1400/1450 d.C.
Resumiendo
El análisis realizado en esta segunda sección lleva a las siguientes cuatro conclusiones. Primero, en los lugares físicos donde se realizaron mercados ocurrieron intercambios de mercado y estos pudieron haber aparecido en el área maya hasta finales del período posclásico, como pudo haber sido el caso del mercado de Zapotulan en el Soconusco, o bien, después de que los españoles los establecieron muy rápidamente en las distintas áreas que conquistaron, como fueron Huimango en Tabasco (Scholes y Roys Reference Scholes and Roys1968:31–32) o la Verapaz en Guatemala (de las Casas Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623). Además, la ocurrencia de estos mercados pudo haber sido cotidiana o de manera permanente.
Segundo, los mayas asociaron el concepto de lugar de mercado con plaza, lo cual produjo la condición de polisemia en los distintos dialectos mayas al reconocer una exclusiva actividad económica que se efectuaba en un amplio espacio y a la cual eran ajenos antes del siglo quince. Antes de este siglo, las plazas eran los lugares que albergaron una variedad de actividades que incluyeron celebraciones, festines e intercambios de mercado.
Tercero, a partir de los períodos preclásico temprano y preclásico medio, las palabras regalo, intercambio-reciprocidad, dar prestado, otorgar un préstamo, trueque, comprar-vender, reflejan transacciones económicas relacionadas con intercambio de mercado que pudieron haberse efectuado en diferentes espacios abiertos. Estos espacios pudieron haber incluido plazas, calzadas, áreas en las inmediaciones del asentamiento y patios asociados a unidades domésticas.
Cuarto, mopan e itzaj, en comparación con los otros dialectos mayas, comparten una palabra que específicamente se refiere a mercado, y la condición de polisemia no ocurre en estos dos dialectos del período posclásico. Por lo tanto, parece ser que, en el área maya, los intercambios económicos por venta-compra y trueque pudieron haber surgido desde el período preclásico.
Injustificadas analogías históricas e ignorada analogía etnográfica
Numerosos investigadores que estudian mercados prehispánicos en el área maya han utilizado analogías históricas y etnográficas para apoyar sus argumentos de que existieron en esta región. Sin embargo, una revisión de la información usada en la elaboración de estas analogías revela dos particularidades o características. Primero, ante el vacío que existe de la mención de mercados prehispánicos en las fuentes históricas del área maya, se emplea información del centro de México para llevarla hasta la primera área y crear un argumento verdadero; sin embargo, este argumento no se sostiene ante la falta de evidencia. Segundo, los estudiosos de mercados prehispánicos asumen que estos espacios fueron única y exclusivamente la expresión material de transacciones económicas basadas en oferta y demanda como parte del intercambio de mercado donde se compraban y vendían mercancías, y el vendedor obtenía una significativa ganancia económica (véase Hutson y Dahlin Reference Hutson, Dahlin and Hutson2017). Asumir que los mercados en el área maya fueron la manifestación exclusiva del intercambio de mercado, empleando precios de compra y venta, revela una visión sesgada de la realidad pretérita; los mercados también fueron uno de los espacios donde el intercambio de mercado por trueque jugó (y aún continúa jugando en pleno siglo veintiuno) un papel amplio e importante. A continuación, ahondamos sobre estos dos aspectos.
Injustificadas analogías históricas
De acuerdo con King (Reference King and King2015:34), “the ethnohistoric evidence on Maya markets is far less forthcoming”. Ante la falta de esta evidencia, el estudio de cualquier mercado en el área maya siempre toma en cuenta la descripción del mercado de Tlatelolco, ya que este “has become the archetype for how the well-organized pre-Columbian market operated” (King Reference King and King2015:34; véase también Cap Reference Cap and King2015b:112–113). Sin embargo, un análisis más riguroso sobre mercados utilizando las fuentes primarias del siglo dieciséis (primera sección) y datos lingüísticos (segunda sección) sugiere otra interpretación en la cual no se necesita utilizar el mercado de Tlatelolco como el arquetipo de mercado para Mesoamérica.
Las fuentes históricas españolas escritas durante la primera mitad del siglo dieciséis describen claramente que los mercados prehispánicos del centro de México y la Mixteca Alta eran una institución social y económica sólidamente establecida y con por lo menos siete décadas de existencia (¿1450 d.C.?–1520 d.C.). Por otro lado, y como vimos en la primera sección de este trabajo, en el área maya la evidencia sobre la existencia de mercados en el noreste de Yucatán es sumamente incierta o dudosa; el mercado de Zapotulan—Tzapotlan o Zapotitlan—estaba funcionando en el oriente del Soconusco en 1524 d.C., pero desconocemos cuando fue fundado y quienes lo fundaron; el mercado de la Verapaz mencionado por de las Casas fue fundado a finales de la década de 1530, en tanto que el mercado al que se refiere Landa en Yucatán pudo haber sido establecido por los españoles en algún momento de la década de 1540 d.C.; las plazas de los asentamientos mayas fueron multifuncionales y en ellas se realizaron distintas actividades, incluyendo el intercambio de mercado. Estas plazas parecen haber sido los escenarios de eventos religiosos, sociales y económicos que ocurrieron de acuerdo con intervalos de tiempo.
Hasta inicios del siglo dieciséis, los mercaderes que se dirigieron desde el centro de México y la Mixteca Alta a comerciar en distintos puntos del área maya entraban a una región donde los lugares de mercado ocurrían—aparentemente—periódicamente, situación muy similar a la que sucedía en esas dos primeras regiones. Además, transacciones por compra-venta y trueque que involucraban mercaderes se reporta en las descripciones de Cortés (Reference Cortés1963, Reference Cortés1983), Landa (Reference Landa1959), de las Casas (Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909) y de la Torre (Reference de la Torre1985). Cabe indicar que estos cuatro españoles, antes de llegar al Nuevo Mundo, vivieron en Salamanca (Cortés y de las Casas), Madrid (Landa) y Valladolid (de la Torre), tres ciudades cercanas a Medina del Campo que fue, durante los siglos quince y dieciséis, uno de los principales mercados de Europa occidental y el más importante de España (Casado Alonso Reference Casado Alonso and Cavaciocchi2001, Reference Casado Alonso, Petrowiste and Gómez2018; Ladero Quesada Reference Ladero Quesada1994; Navarro Espinach y Villanueva Morte 2017).
Las transacciones comerciales realizadas en Medina del Campo entre los siglos quince y dieciséis revelan un complejo mundo financiero que involucraba dinero, letras de cambio, préstamos, pagarés, etcétera. (Casado Alonso Reference Casado Alonso, Petrowiste and Gómez2018). Además, en la primera sección nos referimos a la distinción que realizó Hernández (Reference Hernández1943:909, libro VI, capítulo LXXXVII) entre el trueque—que asoció con lo antiguo en la Nueva España—y el intercambio de productos, teniendo como referencia precios fijos que dominaba el mundo comercial de España en los siglos quince y dieciséis. Por lo tanto, cuando Cortés, Landa y de las Casas utilizaron las palabras trato, contratación, trocar, conmutar asociadas a comprar y vender, reconocieron que el trueque era una transacción económica vigente e importante en el área maya—en otras palabras, para ellos, el trueque significaba “comprar” y “vender” a la antigua usanza española, y este “comprar” y “vender” de ninguna manera tenía semejanza con la complejidad de las “modernas” transacciones económicas que ellos conocieron en Medina del Campo.
Por ejemplo, Cortés (Reference Cortés1983), en su Quinta Carta de Relación que describe su viaje desde el centro de México hasta Honduras, entre octubre de 1524 d.C. y junio de 1526 d.C., llegó al “pueblo de Nito, donde había mucha contratación de mercaderes de todas partes” (Cortés Reference Cortés1983:257). Nito se encontraba en la frontera entre Guatemala y la región occidental de Ulúa (Honduras) y Cortés fue muy específico cuando señaló, de manera particular, la presencia de mercaderes de Acalán (“Aculan”) quienes tenían su propio barrio y residían en Nito, y el pueblo era “de mucho trato de mercaderes” y no entre personas (Cortés Reference Cortés1983:257). Las palabras contratación y trato (= tratar) que utilizó Cortés en su narrativa en la Quinta Carta significaban, en el siglo dieciséis, lo siguiente: “contratación” denota “comercio y trato de los géneros vendibles entre unas y otras personas o Provincias” (Diccionario de Autoridades 1726–1739); “trato” (como apuntamos en la primera sección cuando nos referimos a Landa), implica “comerciar con géneros, y mercaderías, comprando, vendiendo, y trocando” (Diccionario de Autoridades 1726–1739).
Cabe destacar que Cortés (Reference Cortés1983) en su viaje a Honduras nunca describió o mencionó la existencia de un mercado en Nito, el centro o lugar al cual llegaban mercaderes de otras provincias que incluían Tabasco, Yucatán, tierras altas de Guatemala y Centroamérica (Henderson Reference Henderson1977; véase también Aliphat y Caso Barrera Reference Aliphat, Barrera, Laporte, Arroyo and Mejía2006). Podríamos argumentar que Nito, como asentamiento en el cual convergían numerosos mercaderes de distintas regiones, tenía su propio mercado, pero Cortés nunca lo registró. De hecho, Nito parece haber sido un lugar de encuentro e intercambio donde mercaderes compraban, vendían y trocaban única y exclusivamente con sus homólogos quienes llevaban bienes o productos de Mesoamérica y Centroamérica.
Además, no olvidemos que Cortés conocía perfectamente la morfología de los mercados de Tenochtitlan, Tlatelolco y Tlaxcala; por lo tanto, dudo que se le haya olvidado mencionar o describir la existencia en Nito de un mercado con gente, y prueba de ello es la descripción tan precisa que hizo de un asentamiento en Guatemala (¿Quilahá?, ¿Kawinal?) poco antes de llegar a Nito (Arnauld Reference Arnauld and Breton1993; Ichon Reference Ichon1979; Robles Castellanos Reference Castellanos and Fernando2007:219–224). De acuerdo con Cortés (Reference Cortés1983:267), él y sus hombres llegaron “a una gran plaza donde ellos tenían sus mezquitas y oratorios, y como vimos las mezquitas y aposentos alrededor dellas a la forma y manera de Culúa [Tenochtitlan], púsonos más espanto del que traíamos”. Cortés se refirió a un edificio con templos gemelos a la manera del Templo Mayor enfrente de un altar como en Tenochtitlan.
En una Probanza del año 1533 se menciona a Salamanca de Campeche y el río Ulúa en Honduras y registra que se hablaba una misma lengua entre estas dos regiones. Además, “los yndios deste pueblo de campeche e de toda esta trra tienen casas enl dho rrio de hulua poplados pa sus contrataciones” (Archivo General de Indias 1533; véase también Scholes y Roys Reference Scholes and Roys1968:34, 516, nota 56; Stone Reference Stone1943:14, nota 2). La Probanza no menciona un mercado; este documento se refiere a la presencia de mercaderes que tenían sus casas a lo largo del río Ulúa y se dedicaban a las contrataciones—en otras palabras, al “comercio y trato de los géneros vendibles entre unas y otras personas o Provincias” (Diccionario de Autoridades 1726–1739). Aparentemente, los mercaderes de la región de Campeche también establecieron sus propias casas (¿barrio?) en un asentamiento que les permitió realizar transacciones económicas con otros mercaderes en el límite este del área maya.
En Yucatán, Landa (Reference Landa1959:39) reportó que los mercaderes llevaban “sal, y ropa, y esclavos a tierra de Ulúa y Tabasco, trocándolo todo por cacao y cuentas de piedra que eran su moneda”. Las palabras del obispo Landa sugieren que los mercaderes que salían de Yucatán—aparentemente—realizaban la misma transacción económica en dos distintas regiones. Los mercaderes que se encontraban con otros mercaderes en Nito y/o sitios asociados con el río Ulúa y en Tabasco (¿Huimango?, ¿Coatzacoalcos al oeste de la Chontalpa?) compraban, vendían y/o canjeaban sus productos o mercancías.
Por el lado de Tabasco, Scholes y Roys (Reference Scholes and Roys1968:31) mencionaron que mercaderes del centro de México “had their factories and warehouses at Mecoacan, Chilateupa, and Teutitlan Copilco, the modern Copilco. Here they sold their goods to local traders who took over the distribution”. De nueva cuenta, el punto de encuentro para el intercambio por trueque no fue un mercado—como pudo haber sido el de Coatzacoalcos que se localizaba a corta distancia al oeste de la Chontalpa—fueron sitios donde había talleres, almacenes y, posiblemente, unidades residenciales. La cita de Scholes y Roys (Reference Scholes and Roys1968:31) sugiere que los mercaderes del centro de México pudieron haber tenido sus propios asentamientos con sus propios barrios y bodegas o almacenes, muy similar al barrio que los mercaderes de Acalán tenían en Nito. Además, estos mercaderes “vendieron” y/o trocaron sus mercancías con mercaderes procedentes de Yucatán y otras regiones quienes—posteriormente—las “vendieron” y/o trocaron en el área maya.
El fraile dominico Tomás de la Torre (Reference de la Torre1985) llegó a Chiapas en 1545 d.C. y describió la región de Zinacantan ubicada en las tierras altas, pero no registró un mercado, a diferencia de McVicker (Reference McVicker1974:549; véase también Gasco Reference Gasco, Kepecs and Alexander2005:88) que sugirió que en el sitio de Ch'ivit Krus se encontraba el mercado de Zinacantan. De la Torre (en Ximénez Reference Ximénez1929–1931:tomo I, p. 360) registró que los habitantes del pueblo eran mercaderes, tenían “salinas comunes”, obtenían sal para su propio consumo y “para vender” y no se dedicaban a la agricultura debido a lo estéril de las tierras. Las salinas a las que se refirió de la Torre pueden haber sido las Salinas Atzam localizadas a muy corta distancia al sur de Ch'ivit Krus (Andrews Reference Andrews1983:61–62, Figuras 3.1 y 3.5; véase también Calnek Reference Calnek1988:21–24, Tablas 5–6).
De la Torre (en Ximénez Reference Ximénez1929–1931:tomo I, p. 360) precisó que en el pueblo abundaban “todas las cosas porque acuden los Comarcanos aquí, no solamente pr. la sal, pero porque como son mercaderes acuden aquí las demás á comprar lo que han menester y venden también todo lo que traen”. Las descripciones del fraile de la Torre (en Ximénez Reference Ximénez1929–1931:tomo I, p. 360) sobre el pueblo asociado a las salinas que congregaba a mercaderes residentes de los alrededores (= “Comarcanos”, Diccionario de Autoridades 1726–1739), sugieren lo siguiente. Primero, los mercaderes “compraban” entre ellos mismos ante la carencia o falta de alguna cosa que necesitaban (= “menester”, Diccionario de Autoridades 1726–1739) y vendían todo lo que traían y que—obviamente—no incluía sal. Segundo, esta “compra” y “venta” por los mercaderes (“Comarcanos”) pudo haberse realizado en uno o varios puntos del pueblo (¿Ch'ivit Krus?), así como en las inmediaciones de las Salinas de Atzam, y no parece haberse efectuado en un mercado.
Con relación a Ch'ivit Krus, McVicker (Reference McVicker1974:549) reportó no haber encontrado en la superficie del sitio restos de construcción, como serían templos y estructuras utilizadas por jueces y/o alguaciles del mercado, considerando la analogía etnohistórica con el centro de México. McVicker (Reference McVicker1974:549) solamente halló en superficie abundantes fragmentos de cerámica, obsidiana y restos de caracol jute nativos de ríos de tierras bajas del sur.
En las tierras altas de Guatemala, vale la pena mencionar que Ximénez (Reference Ximénez1929–1931:tomo I, p. 77) registró la existencia de un área fronteriza entre Comalapa y Chimaltenango donde “debía de haber un lugar libre y franco donde unos y otros comerciaban, y así se llamaba aquel paraje el tianguesillo, como se ve en los libros de Cabildo [década de 1530 d.C.] recién conquistado aqueste Reino de donde sin duda proviene el mercado que hasta hoy se usa continuamente en aquel pueblo” [Chimaltenango]). Una lectura más detallada de esta oración revela dos palabras claves que son “paraje” y “proviene”. La primera de estas palabras significaba, en el siglo diecisiete, “sitio, estancia o lugar” y derivó del verbo “parar” en Latín (Diccionario de Autoridades 1726–1739). La segunda palabra es el verbo “provenir”, cuyo significado era “nacer, proceder, originarse de alguna cosa como de su principio” (Diccionario de Autoridades 1726–1739). Con base en los significados de estas dos palabras, Ximénez (Reference Ximénez1929–1931:tomo I, p. 77) primero se refirió al “tianguesillo”—en la década de 1530 d.C.— como un lugar en el cual mercaderes paraban a comerciar entre unos y otros y, segundo, este sitio fue donde se originó o “nació” (fundó) el mercado de Chimaltenango que funcionaba en el siglo diecisiete en la región.
La referencia de Ximénez (Reference Ximénez1929–1931:tomo I, p. 77) sobre el tianguesillo como “un lugar libre y franco donde unos y otros comerciaban” en un área fronteriza entre Comalapa y Chimaltenango pudo haber sido un punto de encuentro exclusivo entre mercaderes quienes llegaban ahí para intercambiar sus mercancías. Además, llama la atención que Ximénez haya utilizado la palabra franco ya que esto implicaría que se trata de un centro de comercio y trasbordo o lugar (= “puerto”) franco. Si el tianguesillo reportado en las tierras altas de Guatemala fue un centro de trasbordo, entonces se trató de un sitio que tuvo acceso a excelentes o estupendas formas de transporte; fue un lugar en el que se concentraron una enorme variedad de individuos dedicados a actividades de comercio y que no eran originarios de la región o sitio; y debió de haber contado con una amplia infraestructura para juntar, almacenar y enviar a otros lugares productos o bienes (véase Hirth Reference Hirth2020:298). Por lo tanto, la función que tuvo el tianguesillo en el extremo sur del área maya—y a medio camino entre el Soconusco y Nito/Centroamérica—pudo haber sido igual o similar a la reportada en Mecoacan, Chilateupa y Teutitlan Copilco en Tabasco, Nito y sitios a lo largo del río Ulúa en Guatemala-Honduras y Ch'ivit Krus en Chiapas.
King (Reference King and King2015:34) correctamente señaló que las fuentes históricas no mencionan la existencia de mercados prehispánicos en Yucatán. Por otro lado, y como analizamos en esta sección, las fuentes históricas revelan otro tipo de información relacionada más bien con las actividades de intercambio que realizaban los mercaderes exclusivamente entre ellos mismos en asentamientos con una función muy especializada. Reconozco que estos sitios fueron lugares de encuentro e intercambio—en otras palabras, centros de comercio y trasbordo o puertos francos—e incluyeron a Nito (frontera entre Guatemala y Honduras), Mecoacan-Chilateupa-Copilco al oeste de la Chontalpa (Tabasco), Ch'ivit Krus-Salinas Atzam al oeste de Zinacantan (Chiapas) y el tianguesillo entre Comalapa y Chimaltenango (tierras altas de Guatemala). Cabe señalar que estos “puertos francos” se encontraban justo en las fronteras o límites oeste (Mecoacan-Chilateupa-Copilco), suroeste (Ch'ivit Krus-Salinas Atzam), este (Nito) y sur (Tianguesillo) del área maya.
Las fuentes históricas españolas conocidas hasta ahora de la primera mitad del siglo dieciséis no mencionan la existencia de otros centros de comercio y trasbordo en alguna otra región dentro del área maya, aunque la arqueología podría ayudar a su localización. Además, los mercaderes, después de haber vendido, comprado y trocado sus mercancías en esos cuatro “puertos francos”, se adentraron en al área maya para distribuirlas también vendiendo, comprando y trocando en distintas provincias y comunidades y estas transacciones económicas quizás no ocurrieron necesaria o prioritariamente en un mercado que ocurría de manera fija todos los días (véase también Fernández Tejedo Reference Fernández Tejedo, Lombardo and Nalda1996, Reference Fernández Tejedo1997).
Ignorada analogía etnográfica
La información obtenida sobre los “puertos francos” revela que funcionaron como puntos exclusivos donde los mercaderes vendían/compraban e intercambiaban por trueque diferentes productos. Estos mercaderes fueron quienes distribuyeron esos productos en el área maya como señalaron Scholes y Roys (Reference Scholes and Roys1968:31). Los “puertos francos” reportados en la primera mitad del siglo dieciséis por los españoles en Nito, Mecoacan-Chilateupa-Copilco, Ch'ivit Krus-Salinas Atzam y el tianguesillo parecen ser una clara reminiscencia prehispánica de cómo operaban los mercaderes mayas ya que vendían, compraban y trocaban en una economía de intercambio de mercado. Quizás este intercambio pudo haberse empezado a realizar también en plazas que, a partir del siglo quince, poco a poco se convirtieron en lugares únicos o exclusivos donde se establecieron mercados de manera diaria o cotidiana y que no se asociaron con festivales y otras celebraciones.
En el siglo dieciséis, la fundación de mercados por los españoles promovió que se introdujeran “elementos propios de la economía mercantil española y el trueque se combinó con operaciones monetarias” (Pérez Castro Reference Castro, Bella, Cubero, Ríos, González, Alcántara, Alonso and García2012:241). Por ejemplo, de las Casas (Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623) registró que el intercambio de mercado por trueque ocurrió en diferentes mercados localizados en dos distintas regiones. Una lectura más detallada de lo escrito por el fraile de las Casas (Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623) revela que se refirió a mercados localizados en el centro de México y Guatemala, pero no dio los nombres de estos mercados. De las Casas (Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623) fue muy específico cuando mencionó en su narrativa que los mercados de la Nueva España estaban cerca de templos, pero esta asociación no la mencionó para la Verapaz. Aquí debemos señalar la confusión de Feldman (Reference Feldman1981:12) y King (Reference King and King2015:35, 37) cuando citan a de las Casas mencionando la cercanía entre un lugar de mercado y una estructura tipo templo en la Verapaz.
De las Casas (Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623) también registró que en el centro de México “su manera de contractar era comutan unas cosas por otras … daban maíz por frisoles, y frisoles por cacao, y especialmente la sal”. En la primera sección de este trabajo se menciona que el intercambio de mercado por trueque fue también registrado por Hernández (Reference Hernández1946), ya que le llamó la atención que aún formaba parte esencial de las transacciones económicas que se realizaban en mercados del centro de México. En las tierras altas de Guatemala, de las Casas (Reference de las Casas, Serrano and Sanz1909:623) observó que “comutan mantas de algodón por oro y por hachuelas de cobre, y oro por esmeraldas y turquesas y plumas”. Cabe indicar que esta referencia del fraile de las Casas no especifica si se refirió al trueque que realizaban mercaderes, o bien, al intercambio que se realizó en los mercados fundados por los españoles.
Un análisis más detallado del intercambio por trueque revela o pone en evidencia varios rasgos económicos y sociales que no han sido considerados por los investigadores mayistas cuando utilizan analogías etnográficas entre mercados modernos y mercados prehispánicos (véase, por ejemplo, Hutson y Dahlin Reference Hutson, Dahlin and Hutson2017; King Reference King and King2015; King y Shaw Reference Shaw, King and King2015). De hecho, en un trabajo etnográfico, Beals (Reference Beals1967:574) reportó que los vendedores en los mercados de Oaxaca son más bien consumidores y no comerciantes, ya que “llevan al mercado solamente las cantidades que necesitan vender a fin de comprar artículos de primera necesidad para el día. (El mercado tradicional, en este sentido, se aparta del acostumbrado juicio que el economista tiene de un sistema mercantil.)” Por lo tanto, la carga en objetos o mercancías que pudo haber transportado un mercader que operaba en el área maya debió de haber tenido un peso que facilitaba su transportación y así hacerla llegar a quienes la demandaban para el consumo cotidiano.
El intercambio de mercado comprando/vendiendo y por trueque pudo haber sido la vía por la cual los ocupantes de las distintas unidades domésticas del área maya pudieron haber tenido acceso a una amplia variedad de productos sin que haya existido físicamente un mercado. En cuanto al trueque, esta transacción económica debió de haberse efectuado en sus diferentes modalidades y, también, pudo haber mostrado al individuo en los distintos papeles sociales que tenía como miembro de una colectividad. A continuación, y empleando una perspectiva etnográfica, se presentan cinco características que muestran cómo opera el trueque hoy día en distintos mercados del centro de México. Esta transacción económica está viva o aún existe, aunque desafortunadamente, no ha sido tomada en cuenta por los investigadores que utilizan analogías etnográficas en sus intentos por reconstruir la economía maya prehispánica.
Primero, el trueque es la negociación inmediata donde la racionalidad simplemente económica no es suficiente en el intercambio o transacción ya que también hay una enorme y compleja serie de aspectos sociales que involucran “poder, representación, diferencia, prestigio y habilidad” (Arizpe Reference Arizpe2009:93); por lo tanto, el trueque representa integración y estructura en relaciones sociales comunitarias que ayudan a la construcción de la cultura e identidad (Argueta Prado y Cortez Noyola Reference Prado, Jorge and Cortez Noyola2016:81–82, 88). De hecho, el trueque promueve la cohesión social ya que actúa como un “vértice de reciprocidad, cooperación, hospitalidad, confianza” (Vera García Reference Vera García2018:98). La cohesión social se hace evidente de manera cotidiana entre miembros de la misma familia, residentes de distintos barrios o sectores del asentamiento, habitantes de un pueblo o comunidad (Argueta Villamar Reference Argueta Villamar2016:42–43).
Segundo, cuando consideramos el aspecto social, los participantes juegan papeles muy particulares o específicos de acuerdo con atributos de género, estatus social, condición socioeconómica (Arizpe Reference Arizpe2009:93; véase también Argueta Prado y Cortez Noyola 2016:81–82). Para Ferraro (Reference Ferraro2011:179), el trueque “encompasses relationships, ideas, values, and perceptions of the ‘transacting other’ and of oneself”. Por ejemplo, si consideramos la condición socio-económica, el éxito de un mercader “getting rich in a barter system is not to sell more at a constantly negotiated price, as in price-making markets, but rather to increase his/her social network and therefore increase the number of trade patterns” (Stanish y Coben Reference Stanish, Coben, Hirth and Pillsbury2013:426, véase también p. 427).
Tercero, los valores durante el trueque se acuerdan o convienen en el momento mismo que se efectúa o realiza el intercambio (Arizpe Reference Arizpe2009:92; Ferraro Reference Ferraro2011:174; Pérez Flores Reference Pérez Flores2016:55). La negociación durante el trueque hace que quienes realizan este intercambio no solamente tengan muy en cuenta el trabajo invertido en la obtención de un producto; la acción de dar y recibir también involucra que la persona “quien está negociando el cambio tiene que tener conocimiento de lo que está dando y está recibiendo, para poder hacer más sencillo el intercambio” (Pérez Flores Reference Pérez Flores2016:55). Por ejemplo, en los mercados tradicionales del Valle de Tehuacán-Cuicatlán (Puebla-Oaxaca), quienes están involucrados en el intercambio por trueque establecen sus propias medidas de manera arbitraria, ya sea “por pieza, manojo, montón, puño, vasito, jícara, bolsa, cubeta, huacal, costal, lata de acero grande que se denomina ‘litro’, mediana o ‘medio litro’, o pequeña o ‘un cuarto’, cucharada o por peso en gramos, un medio kilo, un cuarto de kilo, etc.” (Arellanes Cancino y Casas Fernández Reference Cancino2011:106).
Cuarto, no es simplemente la acción o el hecho de intercambiar, el trueque “encierra una larga experiencia para saber qué y con quién cambiar, cómo calcular, cuánto pedir, cómo negociar, cuándo aceptar, cuándo rechazar y seguir buscando” el bien o servicio que uno requiere o demanda (Arizpe Reference Arizpe2009:92). Por ejemplo, quienes realizan el trueque en el mercado de Chalcatongo en la región de la Mixteca Alta (Oaxaca), están conscientes de que pueden cambiar una cosa por otra (sama); realizar un intercambio en el cual “por lo menos” o “aunque sea” no se fija o establece una cantidad de equivalencia (vasté); el intercambio involucra dar un 50 por ciento en producto y otro 50 por ciento en dinero (sava sava); intercambiar sin pago ya que se dan productos por servicios (sáni); intercambio por reciprocidad donde se recibe gratuitamente (kuta’ ú); intercambio para dar prestado (kuá'a nuu; véase Aparicio Aparicio y Lope Alzina Reference Aparicio, Carlos and Lope-Alzina2018:7–11, Tabla 1).
Quinto, el dinero en el trueque se suma a la lista de objetos que pueden ser trocados. El dinero “no longer acts as a ‘numeraire’, thus challenging the widespread notion of the generalizing character of ‘modern’ money that lies at the core of commodity exchange” (Ferraro Reference Ferraro2011:174). Por lo tanto, el dinero en el trueque no tiene ese papel central de ser una medida de valor previamente establecida antes de realizar cualquier tipo de transacción económica.
Resumiendo
En esta tercera sección destacan dos aspectos relacionados con las analogías históricas y etnográficas. Sobre las primeras se puede decir que las fuentes históricas primarias proporcionan valiosa información sobre mercaderes quienes se encontraban o coincidían en “puertos francos” para vender, comprar e intercambiar por medio del trueque objetos o bienes adquiridos en distintas regiones. De acuerdo con las fuentes coloniales, estos mercaderes no se encontraron en plazas que eran utilizadas como mercados; el intercambio económico parece haberse realizado entre ellos mismos y en distintos contextos de los centros de comercio y trasbordo. Quizás, a estos “puertos francos” se les sumó el binomio plaza y gente dando como resultado los espacios que llegaron a denominarse mercados. Por lo tanto, se puede proponer que, a partir del siglo quince, y definitivamente en el siglo dieciséis, las plazas funcionaron como mercados para el intercambio por trueque y también por compra-venta de objetos. Además, las plazas pudieron haber empezado a congregar más mercaderes y esto pudo haber sido acelerado por la fundación de mercados por los españoles.
Con relación a las analogías etnográficas, la información que deriva de ellas nos revela que los restos arqueológicos de objetos hallados en plazas, unidades domésticas y calzadas podrían estar representando la expresión material de transacciones económicas dominadas por trueque. Además, si las analogías etnográficas sugieren que los objetos adquiridos en las plazas por medio del trueque terminaron en las numerosas unidades domésticas, este hecho representaría una tercera alternativa para explicar la distribución espacial de restos materiales culturales en un asentamiento, considerando que esa distribución pudo haber sido también producida por una economía de intercambio de mercado de compra y venta, o bien, por redistribución centralizada (Cobos Reference Cobos2023; Renfrew Reference Renfrew, Earle and Ericson1977; Stark y Garraty Reference Stark, Garraty, Garraty and Stark2010). Para la arqueóloga o arqueólogo resultará un verdadero reto explicar si las huellas materiales encontradas en un asentamiento pueden ser identificadas como el resultado de personas que fueron al mercado a comprar bienes o productos de acuerdo a precios de venta; o si estos bienes o productos llegaron a las personas de la comunidad mediante una redistribución centralizada realizada por autoridades políticas centrales, gobernantes y/o miembros de la élite; o si las personas intercambiaron por medio del trueque bienes tanto en sus unidades domésticas como en calzadas y plazas.
Conclusiones
Los documentos coloniales, así como datos lingüísticos y etnográficos proporcionan información relevante sobre tres temas analizados en este trabajo. Estos temas incluyen a las fuentes históricas asociadas a lugares de mercado, la coexistencia del trueque con el pago en “monedas” equivalentes en cacao, textiles y sal en las transacciones de intercambio de mercado, la existencia de mercaderes quienes obtuvieron al por mayor bienes o productos que pudieron haber sido vendidos a y/o trocados con otros mercaderes y personas, o bien, los traspasaron a otros mercaderes quienes a su vez se encargaron de venderlos y/o canjearlos también.
En la sección relacionada con las fuentes históricas, estas registran la existencia de un mercado prehispánico en Zapotulan y la fundación de mercados por españoles en Tabasco y la Verapaz (Guatemala). Las referencias sobre la existencia de lugares de mercado en Yucatán (mencionada por Landa) y El Salvador (Izalco y Ahuachapán) no precisan si se trató de mercados prehispánicos o mercados fundados por los españoles. Además, hay información secundaria proporcionada tanto por Mártir de Anglería y Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés quienes nunca estuvieron ni en la Nueva España ni en el área maya y sus descripciones se basaron en información verbal y escrita de individuos quienes participaron en la conquista de México. Cabe indicar que la narrativa tanto de Anglería como de Fernández de Oviedo y Valdés presentan imprecisiones y/o es ambigua y esto conduce a la confusión que aleja al lector de los hechos del pasado, especialmente si se utiliza el argumento de que el mercado de Tlatelolco es el arquetipo para comprender el funcionamiento de lugares de mercado en Mesoamérica.
Seguir la propuesta de que Tlatelolco es el modelo de mercado para Mesoamérica nos lleva a afirmar que los mercados en el área maya también funcionaron diariamente durante tiempos prehispánicos, sin embargo, esto no parece haber ocurrido durante los períodos preclásico y clásico. En este trabajo se argumenta que este funcionamiento de todos los días ocurrió muy tardíamente, probablemente en la segunda mitad del siglo quince o inicios del siglo dieciséis. Previo a la aparición o el uso exclusivo de plazas como lugares de mercado en el área maya, estos espacios abiertos parecen haber sido utilizados al mismo tiempo para un sin número de actividades religiosas (celebraciones calendáricas), sociales y/o políticas (eventos musicales, conmemoraciones de entronizaciones) y también económicas (trueque y compra/venta de productos como parte de un intercambio de mercado) desde el período preclásico. Además, la frecuencia en el uso de esas plazas debió de haber ocurrido periódicamente después de haber transcurrido cierto número de días, situación muy similar reportada en otros mercados del centro de México.
En la sección dedicada a la evidencia lingüística se puso especial atención a las palabras *k'iwik (feria, mercado, plaza donde se vende y se compra), *k'aay/*tx'a7-iy (comprar/vender) y k'ex (trueque). Un primer hecho que desataca entre estos tres términos es que la palabra trueque existía desde el preclásico temprano y su uso entre los distintos hablantes de proto-maya parece prefechar por varios siglos la aparición de las palabras *k'iwik y *k'aay/*tx'a7-iy. Aparentemente, estas dos palabras empezaron a utilizarse en el lenguaje maya durante el preclásico medio y—durante este período—se les pudo haber sumado el término trueque, lo cual reflejaría la existencia de transacciones económicas en el intercambio de mercado. Comprar/vender e intercambiar por medio del trueque fueron actividades económicas que pudieron haberse realizado simultáneamente en un amplio número de espacios abiertos que incluyeron calzadas, plazas, patios asociados con unidades domésticas, áreas abiertas en los alrededores o periferia de las comunidades.
La evidencia lingüística también muestra un variado vocabulario que se refiere a transacciones económicas que no han sido considerados en el estudio de mercados prehispánicos del área maya. En su estado actual, la propuesta del funcionamiento de mercados atribuye el uso exclusivo de espacios abiertos o plazas (*k'iwik) para proponer que fueron los lugares donde predominó una economía de mercado consistente en intercambios económicos de compra y venta. Sin embargo, cuando se suman las descripciones de los conquistadores españoles a ese variado vocabulario de términos económicos en lengua maya, resulta evidente que los conquistadores claramente se refirieron al intercambio de productos y/o bienes por trueque (conmutar). Sin lugar a duda, el intercambio por este tipo de transacción económica pudo haber incluido plazas y otros espacios abiertos y su práctica económica tiene más de tres mil años de existencia considerando que inició en el preclásico temprano. De hecho, el trueque aún existe y se realiza en numerosos mercados de México y esto ha sido ignorado en la reconstrucción de la economía maya prehispánica.
Los ejemplos etnográficos sobre el funcionamiento de mercados presentados en este trabajo revelan la coexistencia de dos formas de intercambio prehispánico que aún existen en México y no son mutuamente excluyentes. Estas dos formas de transacción económica tienen serias implicaciones arqueológicas no solamente en la forma en la cual se ha interpretado el funcionamiento de plazas, sino también sobre nuestra explicación de la evidencia material hallada en la periferia de estos espacios abiertos. Por lo tanto, quienes compraron objetos o bienes en las plazas/mercados los adquirieron pagando el precio de venta, o bien, productos y/o bienes pudieron haber sido intercambiados por trueque, cualquiera que hubiera sido el caso, las personas involucradas en estas transacciones económicas salieron beneficiadas.
Un tercer tema analizado en este trabajo fue destacar la existencia de mercaderes quienes compraron y vendieron al por mayor ya que realizaban transacciones económicas en centros comerciales o “puertos francos”. La revisión de las fuentes españolas primarias revela la existencia de estos mercaderes quienes poseían sus propios almacenes o bodegas en distintos puntos del área maya y esto no había sido reconocido en la literatura económica del área maya.
Las actividades económicas de los mercaderes operando en “puertos francos” solamente ha destacado que existieron mercaderes que se dirigían a Honduras y Tabasco a “comerciar”. Sin embargo, una mirada más detallada a la evidencia histórica revela que las transacciones económicas se realizaban únicamente entre mercaderes quienes se encontraban en “puertos francos” a donde llegaban con sus productos desde otras áreas o regiones. Quizás, estos mercaderes vendieron sus productos a vendedores ambulantes quienes se encargaron de distribuirlos al público en general para su uso y/o consumo, o bien, los mercaderes que compraban al mayoreo pudieron también haber operado vendiendo al por menor. Estas dos formas de venta de productos en el área maya pudieron haber funcionado simultáneamente.
La propuesta de que existieron mercados en el área maya suena sugestiva, sin embargo, atribuirles a las plazas de los asentamientos mayas un único funcionamiento caracterizado por el intercambio de mercado donde las transacciones económicas solamente se realizaban por compra y venta limita la interpretación y esto puede resultar en un sesgo en la explicación arqueológica. Las precisiones realizadas en este trabajo sobre datos históricos coloniales, lingüísticos y etnográficos muestran que no han sido considerados con la profundidad que merecen—en otras palabras, resulta sumamente inexacto tomarlos a la ligera y apoyarse en fuentes secundarias, especialmente cuando se utilizan para interpretar la evidencia arqueológica.
Agradecimientos
Agradezco a las/los evaluadoras/evaluadores anónimos sus valiosos comentarios y señalamientos realizados sobre este manuscrito que fueron incluidos en este texto. Cabe señalar que la interpretación final de esos comentarios y señalamientos son responsabilidad total del autor de este trabajo.