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New Mexico as a Historical Laboratory of the Good Neighbor Policy: With Special Reference to the Hispano-American Cultural Contribution*

Published online by Cambridge University Press:  11 December 2015

J. Manuel Espinosa*
Affiliation:
Washington, D. C.

Extract

Much has been written about New Mexico, but few of those who have described its unique heritage and character have fully understood its true spirit and appreciated what it represents as a part of the present-day United States.

New Mexico has a personality all of its own. Three cultural groups have been most important in forming the American way of life to be found there: the Pueblo Indians, who were the first permanent settlers of the region; the Spanish, who made it a part of Western civilization; and the Anglo-Americans, who have brought it into the current of modern American life. Today, New Mexico is neither Indian, nor Spanish, nor Anglo, but a harmonious combination of all three; and in the persistance and, generally speaking, local appreciation of the permanent values of each of the dominant cultural heritages, it has been for the past one hundred years a significant laboratory of the Good-Neighbor Policy. I speak as one whose ancestors were among the pioneers of both the Anglo and Hispano-American frontiers of settlement who, advancing from northeast and southwest, met and joined hands in what is now the state of New Mexico during the first half of the nineteenth century.

Type
Research Article
Copyright
Copyright © Academy of American Franciscan History 1946

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Footnotes

*

The reader who wishes to explore further into the cultural backgrounds and problems of the American Southwest, with special reference to New Mexico, would do well to begin by a careful study of the most comprehensive, up-to-date guide to the literature on the subject: namely, SaundersLyie, A Guide to Materials Bearing on Cultural Relations in New Mexico (University of New Mexico Press, Albuquerque, 1944), pp. xvi, 528, and current supplements in The New Mexico Quarterly Review.

References

* The Spanish text of the three ballads quoted above is here reproduced from Espinosa, Aurelio M., “Traditional Spanish Ballads in New Mexico,” Hispania, XV (March, 1932), 89102.CrossRefGoogle Scholar

Una niña en un balcónle dice a un pastor:Espera.

Una niña en un balcón — le dice a un pastor: — Espera,
que aquí te habla una zagala — que de amores desespera.
— No me hables de esa manera, — le responde el grande vil,
— mi ganado está en la sierra, — con él me voy a dormir.
— Te doy una pila de oro — y tres cañas de marfil,
tan sólo porque te quedes — esta noche aquí a dormir.
— No quiero tu pila de oro — ni tus cañas de marfil;
mi ganado está en la sierra, — con él me voy a dormir.
— Mira quél lindos cabellos, — y llevarás que contar;
el sol se enamora de ellos — cuando me siento a peinar.
Mira que pulido pie — para un zapato dorado.
Mira que soy niña tierna, — y que estoy a tu mandado.
— No me hables de esa manera, — le responde el grande vil,
— mi ganado está en la sierra, — con él me voy a dormir.
— Te doy las mulas y el hato, — el catre y el almirez,
tan sólo porque te quedes — esta noche y otras tres.
— No quiero mulas ni hato, — ni el catre ni el almirez;
mi ganado está en la sierra, — con él me voy otra vez.
— Mira, pastor aturdido, — no me quieres entender;
me dejas con mi verguenza — cuando te empiezo a querer;
a la vuelta de tu viaje — no vas a saber qué hacer.
— Zagala, dueña de mi alma, — zagala, vuelvo a venir.
Zagala, cuando me hablates — tus palabras no entendí.
Perdóname, gran señora, — si en algo yo te ofendí.
— Cuando quise no quisites, — y ahora que quieres no quiero;
pues llora tu soledad, — que yo la lloré primero.
— Te doy todo mi caudal — con todo lo que yo habito,
tan sólo porque me dejes — hablar contigo un ratito.
— Cuando quise no quisites, — y ahora que quieres no quiero;
pues llora tu soledad, — que yo la lloré primero.
— Mira, zagalita hermosa, — dueña de mi corazón,
perdóname esta faltita, — que tu siervo es el amor.
— Cuando quise no quisites, — y ahora que quieres no quiero;
pues llora tu soledad, — que yo la lloré primero.
— Haré de cuenta que tuve, — una sortijita de oro,
y que se cayó en el mar, — y así la perdí del todo.

Un ángel triste llorabade ver la cuenta que dio.

Un ángel triste lloraba — de ver la cuenta que dió.
El alma que tenía a su cargo — el Malo se la llevó.
La Virgen le dice al ángel: — No llores, niño varón,
que yo le rogaré a Cristo — que esta alma tenga perdón.
La Virgen le dice a Cristo — Hijo de mi corazón,
por la leche que mamastes — esta alma tenga perdón.
Cristo le dice a la Virgen: — Madre de mi corazón,
¿ para qué quieres esta alma — si tanto nos ofendió?
La Virgen le dice a Cristo: — Hijo de mi corazón,
pastoreando sus ovejas — mi rosario me rezó.
Cristo le dice a la Virgen: — Madre de mi corazón,
si tanto quieres esta alma — sácala de fuego ardor.
La Virgen como piadosa — a este riesgo se metió.
Con su santo escapulario — a su devoto sacó.
El Demonio enfurecido — a los cielos se subió:
— Señor, el alma que me distes — tu madre me la quitó.
— Quítate de aquí, maligno, — quítate de aquí, traidor,
que lo que mi madre hiciere — por bien hecho lo doy yo.

Estaba el gatito prietoen su silleta sentado.

Estaba el gatito prieto — en su silleta sentado,
con su media de pelillo — y zapato alpargatado.
Le han llegado las noticias — que había de ser casado
con una gata morita, — hija del gato bragado.
El gato de la alegría — se cayó de arriba abajo;
se ha quebrado la cabeza — y la mitad del espinazo.
— Tráiganle quien le confiese — al gatito enamorado.
— Confieso a mi confessor — que he sido un gato malvado.
Y si de ésta no me escapo — no me entierren en sagrado;
entiérrenme en un arrollo, — donde me pise el ganado,
que digan los gachupines, — “Aquí murió el malhadado;
no murió de tabardillo, — ni de dolor de costado,
murió de un dolor de amores — que le dió desesperado.”
Los ratones que lo saben — se visten de colorado,
a lo español y francés — lo que le luce al soldado.