47 - Muerte de doña Elvira
Published online by Cambridge University Press: 11 January 2024
Summary
Ya para mí se ha oscurecido el día,
Y, pues en las tinieblas me lamento,
Llora conmigo, amor, la pena mía.
(…)
¿A dó el coral lustroso y encendido
Y el color dulce de suave rosa
Tiernamente tal vez descolorido?
¿A dó la blanca mano y generosa
Que el yugo puso blandamente al cuello
Y fue prenda a mi alma dolorosa?
¿A dó el ardor luciente del cabello?
¿A dó más que el marfil y no tocada
Nieve, del pecho tierno el candor bello?
Rimas de Herrera, eleg. 16.Toda la noche duró terrible la tempestad; fueron algunas personas por la mañana a ver los destrozos que en la garganta y baños de Pasada Blanca había hecho, y notaron, entre otras cosas, que las dos piedras encarnadas no existían ya; sin duda se harían pedazos; o taparían con el limo del hinchado torrente; pero los moros creyeron firmemente que desaparecieron porque había ya concluido su encanto.
Lo cierto es que, desde aquel día aciago, nuevas y continuas desgracias asaltaron el corazón del ferí; por una parte, aumentábanse los cristianos en Ronda, y con frecuentes correrías incomodaban y dañaban a los que antes eran los agresores; y por otra, doña Elvira entregose más y más a sus melancólicas reflexiones. ¿Y cuál fue el fruto? Que fue acometida de una fiebre lenta; las rosas de su rostro desaparecieron, y aquella tierna y rozagante flor amenazaba destruirse para siempre.
Deseando a los pocos días saber de sus padres, envió a Ronda a don Sancho; veamos a este, que, en compañía de don Tello, llega al convento de Santo Domingo, sito no lejos de la Fuente de los Gomeles, y está llamando a la puerta de la celda del padre Vicente.
—Amigos míos —exclamó el anciano, abriendo acaloradamente—, ¿qué es esto? ¡Hola! ¡Don Sancho! Dadme los brazos, ¿estáis libre y bueno?
—Ya pareció —le interrumpió don Tello—, sí, señor, ya pareció.
—¿Quién?
—Mi sobrina Elvira, y está sana y salva.
—¡Ay, Dios mío! ¡Qué placer! —prosiguió fray Vicente, llorando de gozo—
¿Dónde está? Vamos a verla…
—Poco a poco —saltó don Sancho—; eso no es muy fácil, porque está con los moros.
—¡Con los moros!
—Y en un sitio que pocos conocen.
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- El ferí de Benastepar, o los moros de Sierra BermejaEdición, Introducción y notas de Javier Muñoz de Morales Galiana y Daniel Muñoz Sempere, pp. 296 - 301Publisher: Boydell & BrewerPrint publication year: 2023