Bajo un mismo título hemos reunido a Alberdi y a Sarmiento, acercando nosotros, en un pretencioso papel de dueños de su posteridad, a dos hombres que ofrecieron el espectáculo de su distanciamiento y de su antipatía. Ese espectáculo ofrece la grandeza de dos que peleaban entre sí a favor de la Argentina.
De diferente biología y de diferente estilo, los unía el fervor de un amor desesperado a la patria. Fueron hijos de una época, y, por lo tanto, con hondos nexos comunes, y ambos estuvieron animados de la fiebre de levantar en la tierra argentina una verdadera Nación.
No me propongo especialmente escribir su larga batalla, sino exponer sus pensamientos sobre algunos problemas de la Argentina, a veces diversos, pero con notables coincidencias en lo general.