Entre las polémicas literarias que hallaron campo propicio en la España del siglo XVII, ninguna fue acaso tan enconada como aquélla a que dió lugar la publicación del Para todos del doctor Juan Pérez de Montalbán. No bien salían de las prensas de Madrid los ejemplares del debatido libro, en mayo de 1632, cuando todo un alud de sátiras, libelos, ataques y contraataques vino a caer sobre su joven autor, victima inocente de las reyertas en que se habían visto envueltos Góngora, su maestro Lope, y sus amigos Luis Pacheco de Narváez y fray Diego Niseno. La mas célebre de estas sátiras (y, al mismo tiempo, la más despiadada, y la primera, cronológicamente, entre las que han llegado hasta nosotros) es la Perinola de Quevedo que, aunque no corrió de molde hasta el siglo siguiente, alcanzó en seguida gran difusión manus-crita, como se echa de ver por sus numerosos textos del mismo siglo XVII que han llegado hasta nosotros. De ella, al decir de un contemporáneo, “en brève tiempo se sacaron tantas copias que en cualquiera taberna y bodegón, con ser excesivo su número, se hallaban a pares.”