En unos casos, consideraciones de carácter económico y, en otros, comportamientos sociales van a determinar lo que constituye una constante en la historiografía económica española, el incremento de la demanda de tierra, que se detecta a partir de la segunda mitad del siglo XVI.
La conjunción de esta tendencia con la crítica situación de la hacienda real implicó que fueran las tierras, directa o indirectamente, controladas por la Corona las que cubrieran esta demanda. Apareciendo los baldíos, bienes sin una adscripción fija, como la base inicial de este proceso. Pero su misma indeterminación conceptual posibilitaría la extensión de las enajenaciones a otro gran número de fanegas de tierra no estrictamente baldía. Tierras realengas y concejiles serán alienadas en un proceso continuado de venta, auténtica desamortización civil.