He aquí una figura menos conocida, pero que es sin embargo un exponente más de la sabia y prudente conducta del Catolicismo en un terreno en que prejuicios sectarios quisieron y aun de vez en cuando tienden a querer representarlo como una fuerza retardataria del brillante desenvolvimiento científico-natural de nuestros días.
El gran predominio de las ciencias naturales en su amplio concepto que abraza también a las matemáticas en nuestros días ha producido un espejismo que lleva a las mayorías a reconocer ese campo como antono-másticamente la CIENCIA.
Más aun, como una resultante, para muchos las ciencias que pudiéramos llamar del espíritu como la teología, metafísica, derecho a historia han venido a ser para ellos como ciencias de segunda categoría y en gran parte se las considera como campo especial para inteligencias menos avanzadas o para personas que por profesión están más en conexión con esos estudios.