El objetivo de la presente comunicación es intentar demostrar cómo el comercio colonial no se limitaba al emprendido desde los puertos peninsulares, sino también al llevado a cabo en forma directa por las demás potencias europeas; teniendo en cuenta que entre ambos, y dada la rigidez de los mercados coloniales, se establecía una suerte de relación inversa. En las siguientes líneas se tratará sólo del caso francés, pero creo que gran parte de las conclusiones que aquí se extraigan pueden hacerse extensivas a otras situaciones análogas, que deberán ser comprobadas, de todas formas, empíricamente.