La presente comunicación tiene por objeto de abordar el estudio de los instrumentos, procedimientos, técnicas y métodos empleados por los traductores medievales peninsulares y no peninsulares del siglo XV para transvasar textos de una lengua a otra. La razón que ha motivado la redacción de este trabajo ha sido la escasa información que se conoce a este respecto. El punto de partida lo constituye la afirmación efectuada en 1985 por el medievalista Peter Russell en su obra Traducciones y traductores en la Península Ibérica (1400–1550): “Con sólo la excepción de Enrique de Villena, es poco lo que nos dicen los traductores sobre este aspecto de su labor, sin duda porque lo daban por supuesto.”
En primer lugar, voy a tratar de ofrecer una breve panorámica del estado en que se encontraban las diferentes lenguas que poblaban la Península Ibérica a lo largo de este período pre-renacentista. Por lo que se refiere a este territorio, la actividad traductora se desarrolla dentro de un contexto cultural multilingüe en el que la evidente consolidación de las lenguas romances va desplazando y suplantando de manera paulatina al latín, contribuyendo finalmente a la pérdida de su hegemonía como lengua de cultura. “Frente al poder omnímodo del latín,” existe ya por parte de algunos patrocinadores culturales, como Juan Fernández de Heredia en el siglo XIV e Íñigo López de Mendoza en la primera mitad del siglo XV, “una sólida confianza en las posibilidades del vulgar [aragonés y castellano, respectivamente],” que pasa a ser la lengua meta, continuándose de este modo la tradición del rey Alfonso X el Sabio comenzada ya en la segunda mitad del siglo XIII.
Así pues, en el siglo XV convivían en la Península las siguientes lenguas: latín, castellano, catalán (y su dialecto, el valenciano), aragonés y gallego. A estos cuatro últimos idiomas romances peninsulares se hicieron traducciones de textos latinos en su mayoría (al gallego especialmente en el siglo anterior, el XIV) y, en algunos casos, se vertieron obras de unas lenguas a otras, dando lugar a las traducciones intrapeninsulares, iniciadas ya en el siglo XIV. Por otro lado, también se realizaron traducciones de lenguas romances extranjeras como eran el italiano y sus dialectos (toscano y florentino), el francés y el portugués.