Pese a las múltiples lagunas e imprecisiones existentes en la biografía de Gabriel Téllez, conocido universalmente como Tirso de Molina, la crítica desde sus inicios ha erigido al fraile de la Merced como piedra angular dentro de la trinidad dramática del Siglo de Oro. Ni los problemas de transmisión ni las discusiones acerca de la autoría de piezas maestras como El burlador de Sevilla o El condenado por desconfiado, así como de otras muchas comedias que se le atribuyen, han podido desplazarle del canon. Su obra dramática nos ha llegado a través de unos pocos manuscritos, de distinta condición y de ediciones que presentan varios formatos: cinco partes de comedias, obras sueltas, y sueltas integradas en volúmenes colectivos a nombre de diferentes ingenios.

No obstante, desde 1946 el teatro de Tirso se lee fundamentalmente en la popular edición de Blanca de los Ríos, por una cuestión práctica de acceso y comodidad. Es la única, hasta el momento, que intenta recoger ‘toda’ la producción dramática del Mercedario, aunque con textos poco fiables. Esta editora agrava aún más la confusión de autoría al incluir ochenta y ocho títulos, entre ellos comedias, hoy claramente adscritas a otros autores.