La Revolución Mexicana como movimiento armado y como proceso políticosocial constituye un tema apasionado para los mexicanos. A escaso número de años del desarrollo de las operaciones bélicas y con la supervivencia de personajes participantes, se vuelve sumamente difícil esclarecer situaciones, uniformar opiniones y sobre todo conciliar intereses.
Sabemos perfectamente que nuestra organización políticoadministrativa actual tiene sus raíces en la Constitución proclamada bajo la egregia figura de don Venustiano Carranza en 1917 y sabemos también que en el norte la personalidad de Francisco Villa se sigue viendo con admiración y con respeto, y que en el sur, donde parece que la Revolución fué sólo una guerra fratricida sin ninguna proyección social, los campesinos que se debaten en la miseria buscan ansiosamente otro Emiliano Zapata.